En una semana marcada por las declaraciones de Milei en Miami, la presión creciente de Estados Unidos, el ahogo a las pymes, el intento de disciplinar a los sindicatos y la disputa interna del PJ bonaerense, la mesa de los Comensales volvió a reunirse. Entre la confusión y la necesidad de respuestas, las voces del presente dialogan con las del pasado para recuperar una mirada colectiva sobre el rumbo de la Nación. En este intercambio, los análisis de los Comensales y los invitados no se agotan en la denuncia: se vuelven propositivos, buscando reconstruir el movimiento nacional, recuperar la iniciativa política y devolverle al pueblo la esperanza de que otro futuro es posible.
La mesa de los Comensales se reunió nuevamente, como cada semana, para examinar la situación que atraviesa Argentina. Con el anfitrión al frente, lo acompañaban MIGUEL, FERNANDO, HIPÓLITO, DIEGO, TONY y MELISA, entre otros, atentos a cada palabra. La tensión era evidente: el gobierno avanzaba sin pausa con su programa de ajuste, mientras la política popular parecía estancada entre internas, diagnósticos y silencios.
Desde el pasado, PERÓN, COOKE, FERLA y CAFIERO volvían a ocupar sus lugares. No como sombras, sino como conciencia viva. Eran las voces que recordaban que cada crisis es, antes que nada, una disputa por el sentido histórico.
—No hay misterio, compañeros —abrió el anfitrión—. El voto fue un grito. No contra un gobierno, sino contra un sistema que no supo responder a la angustia de la gente. ¿Dónde se rompió el hilo entre el pueblo y su representación?
PERÓN tomó la palabra con la calma de quien ha visto caer imperios y levantarse pueblos:
—El hilo se rompe cuando el movimiento deja de escuchar. Cuando la política se vuelve administración y olvida que el poder no se mendiga: se construye colectivamente. Las derrotas no son casuales: son consecuencia de haber perdido contacto con el pueblo real.
MIGUEL intervino con preocupación: —Mientras tanto, Milei se pasea por Miami diciendo que “el capitalismo es el único sistema justo”. No es solo una frase: es la naturalización del saqueo. Habla de libertad, pero la única libertad que defiende es la de los poderosos para explotar sin límites.
COOKE golpeó la mesa: —Ya escuchamos esas mentiras. El capitalismo no es justo ni injusto: es un mecanismo de dominación. Lo injusto es un pueblo que deja de controlarlo. Y eso es lo que está ocurriendo: una entrega consentida, adornada con discursos libertarios.
FERNANDO agregó: —Lo preocupante es que el propio gobierno convierte el fracaso en virtud. Milei se jacta de haber hecho “todo lo que decían que no había que hacer” y llamarlo triunfo. Es el delirio como método. La política convertida en performance.
MIMI se sumó: —Y mientras él actúa, Caputo ajusta. “Hora de pagar la fiestita”, dicen. Pero la fiesta nunca fue del pueblo. Los jubilados, los docentes, las pymes están pagando la orgía financiera de unos pocos. El ajuste no es ideología: es una forma de transferencia de riqueza.
FERLA, con voz firme, añadió: —Los pueblos no se suicidan. Pueden confundirse, pero no se suicidan. Lo que hay que reconstruir es la esperanza. Y eso no se hace desde la retórica, sino desde la organización.
MELISA observó: —Pero hoy la organización también es digital. Las redes no solo informan: moldean el sentido común. Milei se volvió un influencer global que vende la miseria como rebeldía. Tenemos que disputar ese terreno con inteligencia política y cultural.
RICARDO asintió: —En las universidades se siente esa tensión. Muchos jóvenes repiten el discurso del mercado, pero también hay quienes lo cuestionan. Surgen debates sobre las nuevas culturas digitales, sobre quién controla los algoritmos. Tal vez ahí haya un nuevo sujeto político.
CAFIERO intervino con serenidad: —Eso es clave, muchachos. El combate cultural no puede darse solo desde los medios tradicionales. Hay que estar donde el pueblo está. Y si hoy la plaza es digital, ahí debemos dar la batalla, pero sin perder el contenido histórico.
TONY, con tono más concreto, añadió: —Mientras tanto, Mercado Libre pide regulaciones para Shein y Temu. Es el colmo: los campeones del libre mercado reclamando Estado cuando se sienten amenazados. Quieren libertad para los demás y protección para ellos. Ese doble discurso es la esencia del capitalismo dependiente.
GERMÁN asintió: —Es el modelo de siempre: concentrar poder y después pedirle al Estado que garantice su monopolio. La “nueva economía” no es tan nueva; es la vieja oligarquía con mejor marketing.
HIPÓLITO volvió a tomar la palabra: —Y mientras tanto, el gobierno anuncia la compra de buques y submarinos a Francia. Hablan de defensa, pero destruyen la industria nacional. Es una paradoja: dicen defender la soberanía entregando el futuro.
PERÓN lo miró y afirmó: —Un país que compra lo que puede producir renuncia a su destino. La soberanía no se declama, se construye. Y el que no tiene industria, universidades públicas, hospitales, una burguesía nacional que mire los intereses de la patria…, no tiene independencia.
En ese momento, el clima se tensó. El anfitrión propuso cambiar de eje y mirar hacia dentro del movimiento. Fue entonces cuando PERÓN volvió a hablar, iniciando el diálogo que marcó el tono político del encuentro.
PERÓN: —Compañeros, empiezo con una pregunta sencilla: ¿hasta cuándo vamos a permitir que las facturas internas nos distraigan de la verdadera lucha? Mientras discutimos nombres, cargos o sellos, el enemigo avanza. Y lo hace con una claridad que a nosotros parece faltarnos: vienen por los derechos del trabajador, por el salario, por la soberanía. Las peleas entre compañeros solo sirven para que el adversario se ordene mientras nosotros nos desangramos en debates estériles.
COOKE: —Exacto, General. Y mientras tanto, un sector de la CGT empieza a despertar. Hablan de “acciones contundentes” contra la flexibilización laboral. Ojalá no sea solo una declaración. La historia enseña que cuando los dirigentes dudan, el pueblo se organiza solo. El plan de lucha no puede esperar a que los empresarios terminen de escribir la reforma. La única reforma legítima es la que amplía derechos, no la que los borra del Boletín Oficial.
FERLA: —Pero, ¿podemos pensar una estrategia sindical sin una lectura política del momento? Lo que está en juego no es solo un artículo de la ley laboral: es la correlación de fuerzas. El gobierno pretende reinstalar la idea de que el costo del trabajo es el problema. Y algunos gobernadores peronistas, como Jalil, ya se preparan para acompañar la reforma, convencidos de que el voto los habilita a renunciar a principios históricos. ¿Desde cuándo ganar una elección da derecho a entregar a los trabajadores?
CAFIERO: —Es el viejo drama, Salvador. Algunos creen que negociar con el poder económico es pragmatismo, pero en realidad es rendición anticipada. Jalil, Llaryora, varios más… todos hablan de “ponerse de acuerdo”, como si el acuerdo fuera posible con quienes niegan el valor del trabajo. El problema no es que dialoguen, sino que olviden desde dónde. Porque cuando uno olvida desde dónde habla, termina repitiendo el discurso del enemigo.
PERÓN: —Y hablando del enemigo, Emir Sader lo dijo con precisión: estamos ante el imperialismo del siglo XXI. Ya no invaden con marines, sino con flujos financieros, tratados de inversión y reformas estructurales. Es un imperialismo sin rostro, pero con una lógica clara: desindustrializar, precarizar y endeudar. Las viejas colonias ya no se conquistan con armas, sino con bancos.
El silencio se extendió. Los presentes sabían que esa advertencia no era solo teórica: era un llamado a organizarse.
EL ANFITRION retomó: —En ese contexto, Mariel Fernández se anotó para disputar el PJ bonaerense. Algunos lo leen como una interna más, pero quizás sea una señal. Representa a los movimientos populares, a la economía social, a los barrios que no se resignan. Puede ser un punto de partida, si la discusión no se reduce a nombres.
CAFIERO asintió: —Es saludable que desde abajo se muevan las aguas. Pero hay que ser claros: no son tiempos para la rosca, sino para el proyecto. El PJ no puede volver a encerrarse en sí mismo. O se convierte en herramienta de lucha o será un sello vacío.
PERON agregó: El problema es que el peronismo se acostumbró a hablarse a sí mismo, a perder tiempo en los pasillos mientras el enemigo avanza. Milei destruye derechos, liquida el Estado, entrega los recursos, y nosotros estamos contando los votos para ver quién preside el partido. La interna es necesaria cuando hay debate de ideas, no cuando hay mero reparto de poder. En lugar de preguntarnos quién conduce, deberíamos preguntarnos para qué, y con quiénes. Porque si el PJ no vuelve a ser una herramienta de lucha, lo ocuparán los burócratas o lo vaciará la antipolítica.
FERLA agregó: —Exactamente. Si el peronismo no redefine su propósito, quedará prisionero de su pasado. El desafío no es recuperar un lugar, sino un sentido. La política sin sentido es solo trámite. La “renovación” de autoridades no servirá de nada si no hay una renovación del sentido político.
FERMÍN volvió al plano económico: —Mientras tanto, el mercado descarta una devaluación y ya apuesta a una reestructuración de deuda. Es decir, más ajuste. Y Estados Unidos aprieta: quieren “sacar a China” del país a cambio del rescate financiero. Ese condicionamiento no es nuevo, pero ahora es más explícito.
COOKE respondió: —La dependencia es una forma de sometimiento cultural. Si el pueblo cree que no puede vivir sin el dólar, ya perdió. La verdadera independencia no es monetaria, sino política. Y esa batalla recién empieza.
FERNANDO cerró esa ronda: —Por eso no alcanza con resistir: hay que proponer. Sin un horizonte de desarrollo, el descontento se convierte en nihilismo. Y el nihilismo es el combustible de la derecha.
PERÓN se incorporó levemente, mirando a todos: —Compañeros, no confundamos el ruido con la fuerza. Este gobierno avanza porque el pueblo espera. Pero la espera no es pasividad: es acumulación. No hay reacción espontánea que dure sin organización. Hay que volver a unir la cabeza con el corazón, la doctrina con la práctica, el trabajo con la política.
—El futuro —continuó— no está en manos de los mercados ni de los algoritmos. Está en manos de quienes produzcan, eduquen, organicen y luchen. Que el peronismo recuerde su misión: no conservar estructuras, sino transformar la realidad. Si vuelve a escuchar al pueblo, será protagonista del futuro. Pero también debemos entender algo más: con el peronismo solo no alcanza.
—Hoy la Patria necesita una nueva síntesis nacional. Un movimiento que convoque a los trabajadores, a los pequeños y medianos empresarios, a la economía popular, a la ciencia, a la cultura, a la juventud y a todos los sectores dispuestos a reconstruir una Argentina libre, justa y soberana. No se trata de borrar identidades, sino de integrarlas en una causa común: la liberación nacional. El país no se salvará desde un partido, sino desde un proyecto.
—El pueblo argentino sabrá cuándo moverse, como siempre. Lo que debemos asegurar es que, cuando lo haga, encuentre un movimiento preparado para conducir. Si no, quedará como testigo mudo de su propio pasado. Por eso, la tarea de este tiempo no es recordar glorias, sino reconstruir la herramienta política de la emancipación. Y esa tarea empieza por cada uno de nosotros, por cada lugar donde haya un compañero o una compañera dispuesta a volver a creer.
Un silencio final recorrió la mesa. Afuera, el país seguía su marcha incierta. Adentro, los Comensales entendieron que el análisis debía convertirse en acción. Porque mientras el gobierno avanza, el pueblo —una vez más— espera. Y espera que sus dirigentes estén a la altura de su historia.
«La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse.»
José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.
