
ANÁLISIS DE LA COYUNTURA SEMANAL – UNA SOBREMESA CON PERÓN, COOKE Y FERLA
En un comedor de Olivos, los análisis de Perón, Cooke y Ferla cobran vida en la sobremesa de los viernes. Entre vino, migas de pan y recuerdos que se vuelven presentes, desmenuzan la coyuntura: crisis económica, pobreza estructural, censura mediática, opacidad financiera y la presión geopolítica. Esta semana, el país habla y la militancia escucha.
*La Semana según Pepe Armaleo*
Los viernes en casa tienen una liturgia propia. La mesa larga, las discusiones políticas que nunca se agotan, los brindis que se multiplican sin pedir permiso, y la costumbre de ir despidiéndose de a poco, hasta que la sobremesa queda reducida a los más obstinados. Esa noche, después de que la mayoría se había marchado, quedamos apenas Miguel, Fernando, Hipólito y yo, rodeados de copas vacías y migas de pan.
Yo guardaba un secreto: el encuentro imposible de la semana anterior, cuando Perón, Cooke y Ferla habían aparecido en mi comedor como si la historia se hubiera sentado a cenar conmigo. No me había animado a contarlo; temía que me miraran con desconfianza.
Pero entonces, un golpe seco en la puerta de la cocina interrumpió la calma. Me levanté y allí estaban otra vez, con la serenidad de quien ha visto la historia pasar y vuelve para analizarla: Perón, Cooke y Ferla.
Los sobresaltos no terminaron allí. Miguel dejó caer su copa con un tintineo metálico, Hipólito arqueó las cejas y Fernando se reclinó hacia atrás, incrédulo, mientras yo me quedaba paralizado en la puerta. Ellos cruzaron la cocina con la calma de quienes dominan la historia, y sin pedir permiso se acomodaron alrededor de la mesa, como si siempre hubieran estado allí. Sus miradas se encontraron con las nuestras y, de inmediato, el ambiente cobró una tensión distinta: la conversación parecía estar a punto de empezar de nuevo.
No se trata de contar votos circunstanciales, sino de organizar al pueblo detrás de un proyecto.
—Esta semana no hay forma de disimularlo —dijo Perón, con voz grave—. La derrota legislativa muestra la fragilidad de un liderazgo que confunde gritos con conducción. No se trata de contar votos circunstanciales, sino de organizar al pueblo detrás de un proyecto. La política no es un espectáculo de consignas vacías: es una tarea de construcción paciente, de articulación de intereses y de conducción de mayorías. Cuando un gobierno falla en eso, la debilidad se expone sola. El show no reemplaza al poder real, que se mide en organización (no rentada para la ocasión), y en capacidad de unir a los sectores populares.
Cooke lo siguió con tono encendido: —Lo que vimos esta semana no es una simple derrota parlamentaria. Es el síntoma de un modelo sin base social. La burguesía compradora puede aplaudir un rato, los mercados festejar cada ajuste, pero cuando la calle queda vacía de pueblo organizado, el poder se vuelve puro aire. Y entonces recurren al viejo recurso: la persecución a periodistas, el amedrentamiento a la prensa, la lógica del enemigo interno, represión y cárcel, la historia se repite como un mantra. El caso Bullrich, la censura a Clarín en Casa Rosada (con lo que ello significa), todo eso forma parte de la misma estrategia: disciplinar la palabra para impedir que el pueblo piense. Pero la historia demuestra que cuando los pueblos se organizan, ninguna mordaza alcanza.
Ferla, con su estilo didáctico, levantó el dedo: —Mientras tanto, la economía sangra. No hablamos de estadísticas frías: cuatro salarios mínimos para no ser pobre significa que millones de familias no tienen garantizado lo básico. Es más grave que en 2001, y sin embargo intentan instalar que es normal. Naturalizar la pobreza es el modo de desarmar la conciencia colectiva. Pero la memoria popular es más fuerte: sabe que cuando el salario cae, cae la dignidad, y con la dignidad se resquebraja la legitimidad de cualquier gobierno.
Perón asintió: —El salario mínimo no es una variable técnica, es un símbolo de soberanía nacional. Un país que no garantiza a sus trabajadores salir de la pobreza no es independiente. La justicia social se mide en la mesa de cada hogar, no en los índices de la City.
Cooke intervino otra vez, con dureza: —Y no olvidemos lo que se cocina en las sombras. El Banco Central se niega a mostrar cómo manejaron el repo, cómo trasladaron el oro, quién cobró las comisiones (¿a cambio de qué se llevaron el oro?). Es la historia repetida: la entrega disfrazada de tecnocracia. No hay transparencia porque no hay proyecto nacional, solo subordinación a los intereses externos.
Ferla completó el cuadro con mirada internacional: —Todo esto se enmarca en una presión creciente de Estados Unidos sobre la región. Vienen con acuerdos militares, giras diplomáticas y promesas de estabilidad. Pero el trasfondo es claro: reforzar su dominio sobre economías debilitadas y gobiernos dóciles. América Latina vuelve a ser campo de disputa, y si no hay un proyecto nacional-popular fuerte, quedamos reducidos a piezas en un tablero ajeno.
En ese momento, fue Perón quien volvió a tomar la palabra, pero esta vez con un dejo de ironía:
—La conducción se mide también en la capacidad de leer los tiempos. Cristina lo entendió mejor que nadie en este último ciclo: supo encarnar la defensa de lo nacional y popular frente al ajuste y la entrega. Pero si ella queda aislada, si se la reduce a un mero recuerdo, entonces la política se convierte en pura administración sin épica.
—Cara de piedra Milei —susurró, con una leve sonrisa, Ferla—. Audios, coimas, denuncias: La historia no la escriben los que se creen fuertes, sino los que actúan con conciencia.
Lo que dejó la semana
- Derrota política y legislativa: el oficialismo sufrió un traspié que expuso debilidad y falta de conducción.
- Mensaje de Cristina Fernández de Kirchner: denunció corrupción, advirtió sobre el modelo de saqueo y llamó a organizar la militancia y a “votar con memoria”.
- Pobreza estructural: un hogar necesita cuatro salarios mínimos para no ser pobre. Hoy eso no alcanza, y los números ya superan los de 2001.
- Ataque a la libertad de prensa: Milei bajó las acreditaciones de Clarín en Casa Rosada (algo huele mal en Dinamarca) y crecen las denuncias de persecución a periodistas. José Mayans pidió juicio político a Bullrich y habló de un “Watergate a la argentina”.
- Opacidad financiera: el Banco Central se resiste a entregar a la AGN documentación sobre el crédito repo y el traslado del oro, mientras crecen las sospechas de millonarias comisiones.
- Geopolítica: Estados Unidos redobla su presencia en América Latina, articulando acuerdos militares y presión sobre gobiernos débiles.
La sobremesa se prolongó hasta la madrugada. Afuera, el silencio del barrio parecía querer escuchar. Los tres comensales hablaron de organización, militancia y batalla cultural. Cuando finalmente se despidieron, quedamos en silencio, conscientes de que la historia vuelve cuando más se la necesita.
La política argentina atraviesa un momento de tensión histórica. No se trata solo de una ley más o de un revés parlamentario: está en juego la capacidad de nuestro pueblo de resistir un proyecto de entrega y destrucción nacional. Y la responsabilidad de enfrentar este desafío no recae solo en las bases: también interpela de lleno a la dirigencia política y sindical.
Perón lo había dicho con claridad meridiana: “con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”. No es una metáfora, es una definición política. La conducción no se declama, se ejerce. Y hoy, más que nunca, hace falta una dirigencia que sepa estar a la altura de la historia, que escuche el murmullo de bronca que crece desde el pie y lo organice en acción colectiva.
Porque si el pueblo tiene que marchar solo, lo hará. Pero la historia será implacable con quienes, teniendo la responsabilidad de conducir, opten por la comodidad de la neutralidad o el cálculo chico. El tiempo que vivimos exige decisión y coraje: o se encabeza la lucha, o se queda afuera de la historia.
La noche terminó como siempre: los comensales se fueron, el barrio volvió a su rutina y nosotros quedamos con las palabras flotando en el comedor. La política no es un espectáculo ni un show de reflectores; es una tarea humilde, colectiva, diaria y exigente. Entre platos, vino y memorias, comprendimos que la historia vuelve para quienes están dispuestos a hacerla.
“La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse”.
José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.






Muy buena nota! Felicitaciones