¿Se viene la desconolonización de las Islas Malvinas y aquí no se sabe?
Los vetos y los votos
Cuando dos millones de personas se movilizan en todo el país, luego de que casi otros dos millones realizaran una jornada semejante (23 de abril), y no logran plasmar sus objetivos, puede percibirse que puede haber una crisis de representación.
Los miles de estudiantes, trabajadores, jubilados, integrantes de organizaciones sociales que estuvieron en esos actos de incuestionable certeza, no tienen una conducción política que exprese a sus intereses. Esa es la cuestión. Luego, algunos pícaros dicen que el pueblo es indiferente.
Si unimos este hecho, a una reflexión anterior que planteaba que está haciendo aguas el modelo post dictadura de la democracia, atravesado por el Tratado de Madrid de entrega a Londres y a la globalización, nos podemos encontrar con que ese armado, dio lugar a gran parte de la presente dirigencia con sus excepciones.
A todo esto, la armada Brancaleone de los Sinley, intenta destruir el Estado paso a paso en la ilusión de partir el país y someterlo a la entrega en pedacitos. Hay una coincidencia en medio de este escenario, que apunta a la derrota del pueblo. Dicha desde el poder, dicha desde amplios sectores de la oposición. Se instala la vida cotidiana en la derrota.
Sin embargo, hay datos del escenario nacional e internacional no son atendidos a la hora de analizar el presente nacional que permiten describir otros escenarios. En el campo internacional están sucediendo hechos que no son parte de la estimación política local. La coincidencia en la derrota sigue en pie. Veamos.
¿Qué le pasa a Boris?
El ex primer ministro británico Boris Johnson hará conocer en sus memorias, que estarán en las librerías del Reino Unido el 10 de octubre, su preocupación por las Islas Malvinas. Adelantó que en sus páginas, criticará al actual gobierno inglés al expresar su temor por la suerte de la ocupación. “por primera vez en décadas, me siento genuinamente preocupado por Gran Bretaña en el extranjero, desde Gibraltar hasta las Islas Malvinas”. Boris está convencido de que se inicia un proceso de descolonización que podría cambiar la suerte de la posesión británica de las islas, al ingresar a un proceso de “devolución”. Por eso señaló que es lo que se impone “cuando uno no está gobernado por ideólogos de izquierda, gente que secreta o abiertamente odia conceptos tan vitales como la hegemonía estadounidense, los ‘valores occidentales’, la OTAN, una disuasión nuclear británica independiente o el derecho de Israel a defenderse”.
Aún los denominados “políticos”, como si los ciudadanos no lo fuésemos, se muestran lejos de hurgar en este contexto. ¿Cómo, no era que hay que fijarse en los movimientos que se suceden en todo el mundo para luego recalar en la realidad nacional y dar un veredicto? Resulta que uno de los hombres clave de occidente en estos años, dice temer por lo que pueda suceder de Malvinas y hay algo más. Se cae de hecho el Tratado de Madrid, al haberse retirado Londres de la Unión Europea en 2020 luego del Brexit. Se lo podría denunciar por carecer de vigencia. Recuérdese que la Unión Europea fue el paraguas del llamado “Tratado de Versalles argentino” de la década de los ’90, que entregaba a Gran Bretaña los resortes militares de la Patagonia, pagaba los costos de la guerra con deuda externa y sometía el país a la globalización. Lo firmaron Menem y Cavallo y lo aprobó el Congreso. Ese es el modelo político que nos rige y que se hunde en las aguas como lo estima Boris. Que explica las cosas de este modo: “Creen que entregando nuestras antiguas posesiones podemos suavizar los resentimientos postimperiales y ganar ‘influencia”. ¿Qué está diciendo el fiestero de Buckingham? ¿Qué estamos ante una etapa de descolonización, como lo plantea Naciones Unidas, frente a lo cual nadie toma nota por aquí?
O Boris se volvió loco, o acaso está señalando una de las direcciones en la que se desplaza la política internacional, que no se menciona en el mundo de la política de jefes, jefazos y jefecitos. Este hecho merece un atención particular desde la perspectiva de un fin de época. Se trata entonces, de comenzar a imaginar un escenario general que no parte de los imaginarios de Indias de la corporación política, sino del que produce en pueblo en las calles, en sus necesidades y que precisa de una conducción política transformadora. La unidad exige esa conducción, el cambio de época la necesita pero desde el pueblo, sus necesidades, sus intereses.
El día de Mauricio
Otro hecho que acompaña a estas impresiones y provocó la reacción de Johnson, se registró el 3 de octubre, cuando el Reino Unido anunciaba la cesión a Mauricio de la soberanía de un grupo de islas de importancia estratégica en el océano Índico. Es el archipiélago Chagos, que cuenta con un total de más de 50 islas. Entre las mismas se encuentra el atolón tropical de Diego García, utilizado como base militar de Estados Unidos. En la declaración conjunta que dieron a conocer el primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, y su par de Mauricio, Pravind Jugnauth, señalaron: “Este es un momento decisivo en nuestra relación y una demostración de nuestro compromiso duradero con la resolución pacífica de disputas y el estado de derecho”. Y Johnson, dijo que “Creen que entregando nuestras antiguas posesiones podemos suavizar los resentimientos postimperiales y ganar ‘influencia”. En realidad, no creen nada, los vientos de la nueva época, caída de la globalización e irrupción de la multipolaridad, va mostrándose en gestos, en pequeños hechos, en episodios como la descolonización. Sin embargo, si uno se lleva por lo que sucede en la Argentina, existe una sensación de retorno a las cavernas. ¿Cómo no existe reacción frente a este nuevo frente político internacional? Hay más.
Los kelpers no tardaron en alterarse ante la noticia que pone en cuestión la soberanía británica en las Islas Malvinas, y exigieron a las autoridades de ocupación una respuesta. La gobernadora, Alison Blake, respondió “consciente de que puede haber preocupaciones sobre posibles extrapolaciones”. Explicó “diferencias” que según su gobierno, hay entre las islas y el archipiélago de Chagos, en el océano Índico, cuya soberanía el Reino Unido entregó a Mauricio. Qué no es Macri. Y comunicó de modo oficial que “Quería tranquilizarlos (a los kelpers) de que los contextos legal e histórico del archipiélago de Chagos y las Islas Malvinas son muy diferentes”. Según Blake, el Reino Unido “no acordará nada que ponga en riesgo la soberanía en los Territorios de Ultramar”. La historia pasa por encima de las ilusiones y de los farsantes.
Aquí en el sur, se exige entonces a la política, a diferentes disciplinas de estudio, una observación urgente de estos sucesos porque, en el drama que vive la Argentina, muestra que la presunta fortaleza de los Sinley, sus mandantes, sus esbirros, es falsa. Este proceso es producto de un mecanismo corporativo político de desmontaje del Estado vinculado a intereses financieros internacionales, que precisa apurar los términos de su tarea porque –según puede especularse por el tema de la descolonización- los tiempos no serían auspiciosos para la continuidad de la aventura. Si bien estas impresiones pueden parecer hasta delirantes, lo sucedido con Boris, los mandamases de Malvinas y en Mauricio, expresan una urgencia insoslayable. Y frente a ese cuadro de situación cabe dejar de evaluar. Se trata de actuar y conducir.