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Chile: pinochetismo busca conflicto con Argentina para quebrar la nueva Constitución

Alejandro C. Tarruella

El nuevo conflicto de límites con Chile, que promueve el gobierno de Sebastián Piñera con un nivel de agresividad sin antecedentes, es producto de la necesidad del pinochetismo y fuerzas de la derecha chilena, de salir al cruce de una nueva constitución que va a acabar con la que impuso el dictador Pinochet, aceptada por las fuerzas de la Concertación, partidos Socialista, Democracia Cristiana y otros, y reformada. Genaro Arriagada, notable político de la Democracia Cristina opuesto a ese capítulo de la entrega, le había advertido a su partido, que al cerrar trato con el pinochetismo, embargaban por décadas la política chilena. Ahora Allamand, de la mano del empresario Piñera, intenta alargar esos tiempos.

Escribe Alejandro C. Tarruella

Los hijos de Pinochet

Andrés Allamand, canciller del presidente Sebastián Piñera en Chile, fue uno de los hombres que anunció el golpe contra Salvador Allende en 1973. Tenía 17 años cuando fue a la televisión y dijo: “Señor Allende, cierre la puerta por fuera”. Fue el 10 de septiembre de 1973, un día antes del golpe de Estado que sacudiría el mundo. Luego de ese acto, participó de una marcha de estudiantes de derecha que recibiría al movimiento cívico militar. Dijo entonces a un medio chileno: “En ese momento, pensé una cosa doble: por una parte, que el país había zafado de una dictadura comunista que era verdaderamente inminente, y aunque han pasado muchos años, esa era la impresión que tenía no solamente yo, que era un dirigente estudiantil, sino personas tan importantes como el propio Patricio Aylwin o como Eduardo Frei Montalva”. El mismo argumento que comenzó con Jacobo Arbenz, Guatemala, 1954.

Hay que recordar que el artífice de la constitución de Pinochet, a quien seguía Allamand, el abogado Jaime Guzmán, fue muerto por un comando del Frente Manuel Rodríguez, el 1º de abril de 1991 en el exterior del frontis del Campus Oriente de la Universidad Católica de Chile. Cuando se llevó su cuerpo a un local de Renovación Nacional, cuyos ocupantes huyeron y lo dejaron tirado en un auto. Un miembro de las alturas de la Democracia Cristiana explicó entonces: “Lo de Guzmán, es semejante a lo que le pasó al general Gordon. Secuestró, desapareció y mató para la dictadura. Al retirarse era rico y cambió de clase social. Un día su hijo, fue a esquiar y lo mató un alud. Desde entonces, el general bebía y lloraba diciendo que tenía un hijo desaparecido”. El dirigente terminó su exposición diciendo, “son cosas que dispone Dios”. Gordón era general de inteligencia y fue responsable de centros de detención.

Allamand resistió acabar con el régimen militar del general Pinochet. Y expresaba: “Me siento muy solidario con la línea gruesa del gobierno militar…”, afirmó entonces al diario “El Mercurio” el 4 de diciembre de 1983.

Violencia espontánea

El 14 de noviembre de 2020, ya canciller de Piñera, Allamand negaba “categóricamente” ante “El País” de Madrid, que las fuerzas policiales hubieran planificado las violaciones a los DD.HH, que se cometieron en las manifestaciones del estallido social de octubre de 2019. Las violaciones para Allamand, eran espontáneas. El 5 de diciembre de 2020, reiteraba ante la agencia EFE: “Quiero señalar de forma muy categórica que, si bien han existido estas transgresiones a los derechos de las personas, bajo ninguna circunstancia esto ha sido una suerte de política institucional”. La hipocresía era una herramienta para sostener un régimen que disfrazaba a la entrega, el sometimiento a las corporaciones y uso de la violencia contra el pueblo chileno.

Allamand es un cuadro del post pinochetismo y fue nombrado por Piñera el 29 de julio de 2019, cuando se avecinaban las protestas y la represión. El resultado de las mismas, fue el referéndum del 25 de octubre de 2020 que tuvo la adhesión en favor de la nueva Constitución por 78 por ciento de los votos. Piñera y Allamand llevaron a Chile a niveles de violencia semejantes a ciertos momentos de la dictadura de Pinochet. Asesinatos a mansalva, violaciones y agresiones de guerra, fueron la respuesta que dieron a la reacción popular. Cuando en Mendoza, el ex gobernador Cornejo hizo una puesta de escena en favor de separar a la provincia del país, se conoció que parte de su armado político, era un vínculo muy cercano con la derecha chilena que precisaba de un conflicto internacional para encubrir sucesos internos. El post pinochetismo no iba a quedarse de brazos cruzados ante el avance de los sectores populares, que exigían acabar con la mascarada que habían montado los responsables del golpe de 1973 y la Concertación. Y eso hoy, es el falso conflicto internacional que se promueve con Argentina para acabar con la nueva Constitución.

Un fascista de raza

Allamand es un fascista de pura raza. En 1983, cercano al ministro del Interior Onofre Jarpa, fundó el Movimiento de Unión Nacional (MUN) y acabó unido a Piñera en 1997 y fue líder de Renovación Nacional que, con la Unión Demócrata Independiente (UDI), iban a urdir el ala derecha del pinochetismo en proyección al armado institucional. La derrota ante la Concertación y la UDI le postergó los proyectos. Ese año, perdió frente a la UDI y Joaquín Lavín, hombre del Opus Dei, y en RN, su lugarteniente de Allamand, Alberto Espina, fue sacado para ungir a Alberto Cardemil, ex subsecretario del Interior de Pinochet. La suerte estaba echada y había que regresar a los cuarteles para hacer política. Como escritor se le reconoce la figura de “los poderes fácticos” para definir el triángulo de poder al que representaba la derecha, constituido por las Fuerzas Armadas, los grandes empresarios corporativo y el diario “El Mercurio”. El mismo reconoció en un libro que esa derecha tiene en Chile “genes caníbales”, lo que se pudo constatar en la represión de su gobierno.

Todos convergían en el pinochetismo y el propio Piñera precisó del apoyo del dictador para actuar en política. Las periodistas Bernardita del Solar y Loreto Daza en su libro “Piñera: Historia de un ascenso”, que data de 2010, revelaron que Sebastián Piñera pidió permiso a Pinochet para ser candidato presidencial. “A mediados de 1992, Piñera conseguiría un respaldo aún más efusivo. El apoyo de Pinochet no era suficiente para llegar a La Moneda pero, sin su respaldo, era impensable llegar a ser el candidato de la derecha”. “No haré nada sin tomar en cuenta sus opiniones”, habría aceptado Piñera ante el dictador. Hace ya más de un año que se sabe en la política internacional, que Chile desde el post pinochetismo, iba a ensayar este tipo de repuestas a su crisis interna. Lo complejo para Piñera y sus amigos, es que están desestabilizando la región. Tienen un conflicto muy serio por la salida al Pacífico que pide Bolivia y ellos niegan. Perú a su vez, entra en una nueva etapa histórica en días en que Gran Bretaña revisa su política para el sur del mundo. Esa es una de las variables que lleva en camino a la nada, a la derecha de Piñera y Allemand. Esa derecha quiere ahora ahogar el cambio constitucional para que los pobres de Chile, vuelvan a sus ranchos y van por un conflicto exterior que solo puede ahondar el derrumbe de los hijos del régimen del ’73. Es de esperar, que se impongan los caminos del pueblo de Chile y la democracia. Es fundamental para ello, conocer que van a hacer los socios socialdemócratas e izquierdistas de la Constitución de Pinochet. Tienen que definir qué quieren ser cuando sean grandes.

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