Darío Sztajnszrajber: “El modelo conservador no ve a la desigualdad como un problema”
Por Juan Borges. El escritor y licenciado en filosofía Darío Sztajnszrajber reflexionó sobre el impacto de la pandemia, el panorama político local y el paradigma de la posverdad.
-¿Qué cambios produjo la pandemia en las subjetividades de las personas?
Todavía no estamos en un momento de cierre, ni finalización como para hacer un balance acabado. Se habla mucho de la post-pandemia como si el evento se pudiese cerrar. Como si se pudiese cerrar y volver a una etapa anterior. Es un error creer que con ese prefijo post se llega a una etapa no evolutiva. Para mí la pandemia es un evento que aún está sucediendo. Va a seguir abierto por un buen tiempo más. Pensar en un retorno a una normalidad anterior es una forma de romantizar el pasado. Sin hacernos cargo de que esta pandemia se fue desencadenando como una consecuencia de tantos años de confrontación con la naturaleza. A veces creemos que esta etapa es algo que tenemos que tolerar, pero en algún momento termina. Yo no creo en eso. Para mí la pandemia vino a traslucir de manera categórica lo que ya éramos como seres humanos.
Hay muchas de estas transformaciones que llegaron para quedarse. Había comportamientos que ahora adquirieron toda su materialización. Se fue colocando al otro como un agente de contagio permanente e inminente. Esto hace que los vínculos comunitarios se vean de algún modo socavados. Encerrados cada uno en su propia individualidad. Postulando al otro como un enemigo permanente.
-¿De alguna manera se potencio el individualismo con esta pandemia?
El individualismo es una exacerbación de la individualidad. Ambas categorías son diferentes. Para mí se debe realizar una defensa de la individualidad. En tanto singularidad. Eso es lo más rico del ser humano. Eso nos hace singulares. Siempre en el marco de relaciones sociales. El individualismo es creer que esa individualidad es amo y señor de todas las cosas. Es creer que las personas, los fenómenos de la naturaleza y los objetos están a nuestro servicio. Es necesario reconstruir esa idea de endiosamiento del individuo. Cuestionar el individualismo no es anular la individualidad. Al contrario, es emanciparla. Es darle el lugar que se merece. Entender los derechos que tenemos en tanto singularidades. La categoría contemporánea que sirve para entender la política contemporánea es la de “otredad”. Es la que mejor podemos utilizar para entender esta dialéctica entre el individuo y el otro. Hay que reformular esa relación. La pandemia puso en evidencia esto y de alguna manera lo vislumbra más.
-¿Cómo vivís la batalla cultural entre los dos paradigmas de la política argentina representada entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio?
Se fue desplegando una disputa a nivel nacional pero también global que tiene que ver cada vez menos con representaciones partidarias. Su relación podemos analizarla desde el punto de la relación que establecen con “otro”. En ese sentido hay un modelo conservador y otro que apuesta a la ampliación de derechos. El modelo conservador busca conservar cierto orden que defiende. Ellos no ven a la desigualdad como un problema. Esto busca la anulación del otro en el ámbito socioeconómico. El otro modelo vela por la ampliación de derechos. Que entiende a ese “Otro” como la expresión necesaria de su política. Piensa la política para ese otro. Cristina Fernández de Kirchner lo resume en su frase “la patria es el otro”. Antiguamente el concepto de Patria era expulsivo y ahora de alguna manera se lo reformula incluyendo.
-¿Cómo se explica el peronismo desde su perspectiva?
Históricamente, el peronismo en la Argentina expreso el darle lugar a ese “Otro” como sujeto de la política. Ese otro tiene que ver con la hibridación, con la mixtura. Es ese sujeto invisibilidad y ninguneado. Expresa la ausencia, la carencia. Incluso en la carencia de color. Por eso se lo llama “el negro”. Es la manera de sentenciarlo. No obstante, el peronismo se vio atravesado en su historia por contradicciones muy importantes. Así como hubo un kirchnerismo que aposto por un modelo de apertura e inclusión. También hubo un menemismo que aposto por todo lo contrario. La batalla cultural que mencionábamos antes se da en esas dos líneas de pensamiento y prácticas políticas. La disputa que viene es la expresada en los movimientos que buscan ampliación de derechos, el feminismo, el ambientalismo. Un claro ejemplo fue el movimiento de mujeres movilizando por la ley de interrupción del embarazo. Al menos es la que más me interesa que se exprese y lo veo posible.
-¿De qué manera se expresa actualmente la posverdad?
La posverdad es un horizonte epocal. En el cual vivimos la experiencia de la verdad atravesada con su relación inmanente con el mundo de la tecnología informática. El tema de lo que es verdad y lo falso no es un tema nuevo para la filosofía, lo trabaja desde los griegos. Vivimos tiempos donde esa verdad está en crisis. El concepto de verdad está atravesando un momento de cuestionamiento. El ideal de acceso a los grandes absolutos se fue disolviendo. A partir de Marx y Nietzsche se fue invirtiendo esa certeza absoluta. Es necesario analizar la relación entre el poder y la verdad.
Se comprende esa verdad desde órdenes previos que ya suponen jerarquías, definiciones. La cultura occidental está atravesada por un pensamiento binario y maniqueo. Se plantea siempre una dualidad. Donde siempre un polo es el bueno y el otro es el malo. Asumir que esas verdades absolutas son construcciones genera una diferencia. Desde ese lugar la posverdad nos afecta a todos. Sin dudas desde la espectacularidad de la política a veces se busca construir publicidad y marketing. Hoy por hoy nadie puede escaparle a esa construcción de la política desde los partidos tradicionales. Quienes sí le escapan a esa manera de manifestarse tan marketinizada son los movimientos que comprenden ese lema feminista que dice “lo personal es político”. Para ellos la representación de lo político tiene que ver con inmiscuirse en aspectos cotidianos donde se juegan las relaciones del poder de un modo frontal. En los hogares, en las escuelas, en la calle.
-¿Qué rol le otorgamos a la filosofía?
DZ: La filosofía sirve para cuestionar porque todo tiene que servir para algo. Busca mostrar cómo se imponen ciertas categorías como si fuesen algo natural. Por ejemplo, ese utilitarismo desde el cual pensamos cada una de nuestras acciones. La filosofía cuestiona justamente porque “lo útil” se ha vuelto un valor hegemónico. Pero lo que sirve puede volverse servilismo. Es decir, una manera de pensar que todo le puede servir a alguien. Desarmar ese dispositivo es una tarea del pensamiento filosófico. Es hacernos preguntas e interrogaciones que buscan destartalar un sentido común que busca ocluir un pensamiento vivo. Es una manera de apostar por la libertad. Aunque esta venga con una sensación de vértigo. De alguna manera hacer filosofía es reconstruir las jerarquías y el poder.
-¿Qué proyectos se encuentra desarrollando para lo que queda del año?
A partir del 14 de septiembre voy a estar presentando un curso por streaming desde el centro cultural Konex relacionado al amor. Consta de seis encuentros. Se llama “Filosofía del amor”. El 19 de agosto voy a estar en Rosario en el teatro El Círculo en “Pensar la comida”. Después también “Deconstruir en el amor” que es un diálogo que hago con Luciana Peker el 3 de septiembre en Neuquén, el 9 en Ituzaingó, el 10 en Bahía y el 23 en Avellaneda. Después estoy en radio haciendo “Demasiado Humano” los domingos a las 19 por la radio “Futurock” y “lo intempestivo” de lunes a viernes de 11 a 13 por Radio Nacional Rock. También estoy en la TV Publica los lunes a las 22 haciendo “Desiguales”.
Fuente: Agencia Paco Urondo