La fiesta planificada
(Por Alma Rodríguez)
En su “Carta abierta de un escritor a la Junta militar”, Rodolfo Walsh denunciaba una serie de atrocidades llevadas a cabo por la última dictadura cívico militar en la que ponía en perspectiva el accionar político del terrorismo de estado junto con la implementación de una política económica que acompañaba dicho accionar. Walsh, que fue un adelantado, utiliza un término que funciona como una especie de clave para abrir una caja negra y entender los procesos que se sucedieron posteriormente en nuestro país. Allí expresa: “Estos hechos que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. “
A lo largo de la carta, Walsh va recorriendo un camino esclarecedor por el cual nos alerta sobre la desaparición de personas y, posteriormente, de la política y de la economía. La idea de “planificación” implica la implementación de que algo ocurra de manera calculada más allá de los plazos que requiera. Y eso fueron los noventa en Argentina: la continuación de la miseria planificada iniciada durante la Dictadura y lo que sería la fiesta para pocos y la miseria para todos. La firma de los indultos por parte de Carlos Menem constituyó el acta de matrimonio para la confirmación de ese vínculo y la prolongación de ese proceso.
Fábricas cerradas, familias enteras en la calle, personas revolviendo la basura para comer, recesión, endeudamiento, liberalización financiera, recorte y privatización de la educación y la cultura y todo lo que se dio en llamar “relaciones carnales” con el imperialismo fue parte de una película de terror hecha realidad durante la década neoliberal menemista en nuestro país.
Si algo caracterizó a esta etapa fue la despersonalización de la política junto con el descompromiso y el alejamiento de la militancia como otra manera de continuar la desaparición de actores políticos y sociales llevada a cabo durante la dictadura. Surgía de esta manera una juventud apática y desinteresada por las formas tradicionales de hacer política pero que logró conformarse como sujeto politizado en otros espacios como recitales, tugurios o pequeños espacios de disgregación cultural. Los recitales de los Redondos, por ejemplo, constituyeron un espacio político fundacional en el que se liberaron batallas no sólo culturales sino institucionales que luego serían una marca de época. El caso del asesinato de Walter Bulacio constituye todo un símbolo de la manera en que actuaba la institución policial por esos años. Por otra parte, y al mismo tiempo, la introducción de cierto tipo de drogas al país, así como la llegada de los lugares de comida rápida hicieron de esa juventud una versión vernácula de la llamada Generación X.
Ser joven en la Argentina de los noventa implicó no contar con las herramientas elementales para la construcción de perspectiva de futuro: sin trabajo, sin educación, sin acceso a la cultura, sin espacios de apropiación y con un bombardeo de frivolidad desde los medios se estaba gestando una generación que varios años después llevarían al empresariado macrista al poder como continuación del mismo plan. De hecho, gran parte de esa juventud de los noventa es la que sigue conformando el electorado macrista. Mucha noche, mucho boliche, exceso de despilfarro, en varias de las fotos de los eventos porteños nocturnos de esa época ya se vislumbra un Mauricio Macri joven y auspiciante “pichón de garca”.
Fue necesario transitar por una crisis como la del 2001 para que llegara alguien como Néstor Kirchner para reparar algo de todo el daño realizado (nadie dijo que sería fácil). Si algo hay que reconocer a Néstor como parte de su gran legado es la reincorporación de las juventudes al escenario político y la vuelta a la militancia como una forma de recomposición de una generación diezmada durante los años de Dictadura y el ninguneo posterior. La vuelta a los espacios de participación, espacios sociales y culturales, centros de estudiantes, unidades básicas, el barrio, el territorio, las calles hizo que a partir de 2003 pudiera vislumbrarse una juventud que vino con la clara intención de terminar para siempre con la etapa neoliberal de los noventa.
Pero, claro, los tiempos políticos y los tiempos de la Historia son muy distintos a los tiempos de las personas; no se trata entonces de una sucesión de acciones individuales sino de la sumatoria de una sucesión de acciones colectivas que comprometa a una sociedad en cada momento. Se trata también del tiempo que implique transitar la transición, se trata de una transición activa hacia un cambio generacional y político hacia una futura conducción decidida a desterrar para siempre el modelo neoliberal.