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Una científica recibe el Nobel por un hallazgo por el cual soñó con Hitler

Alejandro C. Tarruella

La norteamericana Jennifer Doudna jamás imaginó que su hallazgo científico, que recibió el Nobel de Química 2020, iba a convertirse en una pesadilla. Ni que su vida iba a cruzarse con la de Adolf Hitler.

Escribe Alejandro C. Tarruella

Un sueño inquietante

Jennifer, bioquímica de la Universidad de California en Berkeley, era en septiembre de 2016 conocida en el mundo científico y corporativo, el de los cuervos de tecnología, por compartir la creación del llamado Crispr, mecanismo de edición genética con el que acumuló grandes sumas. Había creado varias start-ups, empresas pequeñas como pymes, que salen a buscar financiación al mercado en las redes de las corporaciones. Modificar al ser humano no ya desde la naturaleza, o de Dios para los creyentes, podía ser ahora negocio del neonazismo corporativo. La fábrica de monstruos del neoliberalismo era posible.

Ese mes, Jennifer llamó a su colega Kyle Watters a su oficina con una inquietud. Le contó entonces que había tenido un sueño. Había soñado que, en su laboratorio, un colega le pidió que la acompañara a conocer a un amigo suyo interesado en el Crispr/Cas9. Doudna se sorprendió cuando, al entrar a un salón, la esperaba Adolf Hitler.

El Fuhrer llevaba un bolígrafo, papel blanco y le pidió que le escribiera su fórmula. Su sueño reveló el estadio del mundo que atravesamos. Hitler estaba allí como habita las corporaciones de la globalización que proyectan sus ideas. Al revelarle su angustia, Jennifer quería saber si Watters se sumaría a un intento de detener el Crispr y la manipulación genética en seres humanos. Estaba atormentada y acechada por la culpa. Una angustia semejante sufrieron los científicos que diseñaron la bomba atómica de los EE.UU hacia 1940. Se la ensayó en agosto de 1945 sobre población civil en Hiroshima y Nagasaki. Esa acción, como las de Hitler, no se evitó.

Cuentan los temibles científicos, a veces más peligrosos que un ejército domado con estupefacientes, que el Crispr está en las bacterias, que un sistema antiguo que actúa como defensa ante los virus para lo cual, detecta el adn de quienes lo acechan y luego, mediante una proteína, los elimina. Jennifer, como si hubiese soñado con el doctor Menguele, llevó el Cispr a la edición genética. El neonazismo de laboratorio, que investiga sin ley ni piedad, hace el resto.

El camino de la locura

Jennifer Doudna intentó entonces desactivar el temible recurso ante el riesgo de ser manipulado, en sus usos, para crear soldados que no sientan dolor al realizar sus tropelías y violaciones. Ella escribió un libro, “A crack in creation” (“Una grieta en la creación”) y expuso su preocupación ante la posibilidad de que su descubrimiento generara los dramas de la energía atómica.

Y se estremeció al dudar de que pudieran “¿… otros científicos preocupados y yo salvar a CRISPR de sí mismo… antes de que ocurra un cataclismo?” En los primeros meses de 2016, la estructura de inteligencia norteamericana, había establecido que la edición genética era posiblemente un arma de destrucción masiva. Con la llegada del otoño boreal, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (Darpa) de ese país, llamó a detener los efectos del uso de esa tecnología.

Se invirtieron entonces, más de u$s 60 M en un programa, Safe Genes, que investigó la creación de las bioquímicas. Se sostenía que no existían normas de control y por lo visto, no hubo preocupación por crearlas. Doudna y Watters exigieron al año siguiente, su porción en el contrato con Darpa mientras que la Universidad de California, sostenía su interés en contener las amenazas del bioterrorismo. La tecnología corría en tanto, de un lado a otro sin que se previera detener el sueño de Hitler.

Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier

Otros científicos sostienen que ciertos virus, los fagos, crearon antídotos contra el Crispr y revelaron que sus genomas pueden detenerlo. Lo cierto, es con una ciencia desatada en el neonazismo corporativo, cada nuevo descubrimiento, aunque se lo haga bajo la simulación de un control, abre cada vez más las puertas de las tinieblas. Esa ciencia, cree ya, que ocupa el lugar de Dios, que mora en los laboratorios y vende sus productos en las farmacias.

Hace cinco años, Doudna dudó de su hallazgo y se preguntaba por la suerte de un estudiante que sufriera una herida al investigar. En 2017, en la Fundación Long Now, Wegrzyn se desencantó afirmando: “Estamos introduciendo estas tecnologías en el mundo, pero no las estamos acompañando de las medidas de seguridad que necesitan”.

La mala conciencia no implica crear los resguardos, solo explica que la contradicción está viva en la persona en camino al abismo. Las primeras moléculas anti-CRISPR habían sido descubiertas en 2013 por Joseph Bondy-Denomy, estudiante de la Universidad de Toronto. Bondy, hoy profesor en la Universidad de California de San Francisco, analiza la razón de su funcionamiento en uno de los 50 genes del virus.

Científicos de la Escuela de Medicina de Harvard en Boston, también alcanzaron esa meta. La ciencia tendrá en sus manos entonces, el ida y vuelta de las herramientas. La propia Doudna, encontró proteínas contra su hallazgo: nadie garantiza que sirvan para detener a la maldad. La Fundación Bill y Melinda Gates, apoya con fondos la creación de la herramienta CRISPR, cuya propagación harían los mosquitos y aseguran que así, podrían actuar contra la malaria. La garantía es para la manipulación y los negocios sin medida.

Al recibir el Nobel de Química, Jennifer no estará en condiciones de contar si en su sueño, Hitler se retiraba con la fórmula. Si el uso que temía se produce, descubrirá que en realidad se trató de una pesadilla y en ella, el Fuhrer se fue llevando en su papel la fórmula. Ella recibió el galardón junto a la francesa Emmanuelle Charpentier, que tendrá pronto un sueño inquietante con Bill Gates.

Acaso para finalizar la escalada onírica, en otra pesadilla, Hitler y los laboratorios occidentales firmaran un pacto secreto para el dominio absoluto de la vida y de la muerte.

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