Unos 30 kilómetros separan a las dos ciudades. Enorme es la distancia entre las políticas de sus Municipios, expuestas más que nunca por la emergencia que enfrentamos.
Por Claudio Siniscalco
A pesar de una cierta similitud en sus apellidos (Echarren y Etchevarren), los jefes comunales de Castelli y de Dolores no se parecen en nada, y la emergencia sanitaria y económica que pone contra las cuerdas a un país que ya venía muy golpeado, no hace más que transparentar esas diferencias de gestión.
Más allá de las declaraciones de circunstancia, la expansión del virus no nos afecta a todos por igual y tampoco son parecidas las conductas de los gobernantes.
Mientras que Camilo Etchevarren considera que la mejor forma de enfrentar la pandemia es no pagarles las horas extras a los empleados municipales (a algunos les debe desde el año pasado), su colega de Castelli, Francisco Echarren, aplicó una contribución extraordinaria a los productores rurales, destinada a un fondo de emergencia sanitaria.
Este es solo un ejemplo entre tantos. La orientación de ambos mandatarios no es nueva. Antes de la llegada del coronavirus venían aplicando políticas absolutamente opuestas en la administración de sus comunas. Lo que sucede ahora es que la necesidad extrema las pone al desnudo. Y parece que hasta los muy distraídos ya empezaron a darse cuenta.
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