Aquí Cosquín, capital nacional del folclore y de la tensión política
Cuando se habla de folclore y música folclórica surgen de inmediato, y casi al mismo tiempo, dos ideas antagónicas: por un lado, el folclore vinculado a lo tradicional y a las peores manifestaciones del espíritu nacionalista: los gauchos asociados al machismo y el maltrato animal, las grandes empresas discográficas y organizadores de festivales haciendo jugosos negociados en época de visitas turísticas y consumo de tradición a más no poder en los distintos puntos del país. Por otro lado, y por suerte, surge la idea de la música folclórica que en varios momentos históricos se volvió un medio de protesta y, en muchos casos, de denuncia ante situaciones políticas complicadas de nuestro país.
Por Alma Rodríguez
En el primer grupo abundan los Chaqueño Palavecino o Los Nocheros por mencionar solo un par de casos. En el segundo, existen innumerables figuras que se vincularon ideológicamente con el compromiso y la lucha: un Cafrune, una Negra Sosa, un Atahualpa Yupanqui, un chango Rodríguez, un Horacio Guaraní entre otros.
Es cierto que la convocatoria por parte de los distintos festivales durante la temporada de verano representa una oportunidad que moviliza al turismo, a los artistas y artesanos, así como también es cierto que genera grandes ganancias económicas a los distintos pueblos y ciudades del interior que viven fundamentalmente de esta actividad que florece durante los dos meses y medio de temporada alta.
Mucho se habló y opinó sobre el tema de los festivales durante estos días en que transcurre el Festival de Jesús María en el que, como se sabe, año a año, la doma se cobra vidas humanas y animales: no faltó oportunidad para escuchar a una lánguida y blanquísima Nicole Neumann hablando del gauchaje y defendiendo la vida de un caballo por sobre todas las cosas, incluso por sobre la del jinete quien, según ella, “eligió estar ahí”. ¡Pobre animalito de Dios!
Si de eventos festivaleros se trata, el Festival de Cosquín -que comienza en pocos días- no es cualquier Festival. En primer lugar porque constituye un evento emblemático desde el punto de vista artístico e histórico: hace sesenta años surgía este acontecimiento con el fin de volver a poner en valor la zona del Valle de Punilla luego de que fuera un reducto afectado por enfermos de tuberculosis. La historia cuenta que la idea partió de un grupo de vecinos que, en acción conjunta, cortaron la ruta 38 a modo de escenario improvisado por donde pasaron figuras locales.
El evento creció hasta abrazar a los más grandes músicos argentinos. Allí tuvo su bautismo de fuego la Negra por parte de un tal Jorge Cafrune; corría el año 1965 y una Mercedes jovencita se presentaba para cantar Canción del derrumbe indio: «Tuve un imperio del Sol, grande y feliz, el blanco me lo quitó.” Casi anticipando la historia actual de los pueblos latinoamericanos.
Pero Cosquín no es sólo música, baile y fiesta, también representa un escenario político en el que pueden medirse, por ejemplo, la temperatura en relación a ciertas temáticas o en relación a la presencia/ausencia de personajes de la escena política nacional. Profundizadas las diferencias ideológicas a lo largo de los últimos cuatro años, allí hubo lugar para abucheos y censuras en relación a temáticas referidas a Santiago Maldonado, el pedido por la liberación de Milagro Sala o asuntos como el agua, la megaminería o la construcción de la autovía de montaña.
Este año, al igual que todos los anteriores, fueron enviadas sendas invitaciones a participar del evento al Presidente de la Nación, Alberto Fernández, y al Gobernador de la provincia de Córdoba, Juan Schiaretti. Durante los últimos días se viene rumoreando muy fuertemente el inicio de las conversaciones para que Alberto Fernández asista a alguna de las lunas coscoínas.
En caso de que eso ocurriera, estaríamos en presencia de un hecho histórico, ya que sería la primera vez que un presidente de la Nación se hace presente (en los 60 años que lleva el Festival, nunca un jefe de Estado asistió a la plaza Próspero Molina, sólo lo hizo un vicepresidente, Carlos Humberto Perette, en el año 1964) y, sería además, todo un acontecimiento político por lo que representa Córdoba ideológicamente a nivel de composición de su electorado. En este sentido, la Docta parece ir en contra del resto de la lógica del país: con su impronta radical y su nicho políticamente macrista, sigue resistiéndose a la posible salida del hundimiento al que nos llevó el gobierno de Cambiemos.
El intendente de Cosquín admitió que es uno de sus grandes sueños. “Sería un honor para nuestro festival y para nuestro pueblo porque siempre afirmamos que Cosquín es punto de encuentro, intersección de culturas. En donde el duende que te enamora hace que vuelvas”. Quedan pocos días para saber, a ciencia cierta, si Alberto irá o no. Sería una jugada política importante, un movimiento que puede dejar “en jaque” a Schiaretti si fuera un juego de ajedrez y una demostración de acercamiento a sectores distantes pero necesarios a la hora de los acuerdos. Sabemos que Alberto llegó para eso: para enlazar, acercar y acordar. Sería lindo, también, verlo disfrutar en la primera fila de la música de Teresa Parodi, Víctor Heredia, Peteco Carabajal, Baglietto, Luis Salinas, Jairo o Fito Páez (quien también es la primera vez que se presenta).
Habrá que ver qué decide el duende y sobre todo habrá que esperar a saber qué es lo que le conviene a Alberto Fernández en esta coyuntura, a poco más de un mes de haber asumido como presidente a cargo de un frente diverso y que, por ahora, viene superando ampliamente las expectativas de muchos.