Gabriel Brener. Cámara Gesell
Once pibes, integrantes de un club de rugby, golpearon y asesinaron a un pibe en Gesell. Se saturan las redes y los medios lo convierten en cadena nacional. Cada quien busca identificar a alguien o algo para concentrar y descargar esa mezcla de ira, angustia e impotencia. Se ha dicho, se interpreta, se maldice. Agrego mi reflexión.
Por Gabriel Brener (*), especial para InfoBaires24
Habiendo pasado algunas horas y conmovidos por esa escena prefiero compartir la conversa con mi hijo, de la edad de esos pibes y ensayar algo de humanismo en tiempos que tiran para atrás. Duele, lastima, ver esto que ocurrió. Pero más hondamente nos enfrenta a la debilidad de quienes entre cuarenti y cincuenti habitamos el lugar de padres y madres de estos pibes, quienes somos sus docentes.
El domingo le contaba a mi hijo que mientras caminaba por mi barrio no podía dejar de pensar en lo ocurrido, en ese acto criminal de este grupo de pibes en Gesell
Y preferí correrme del linchamiento mediático trasvestido en espectáculo que finalmente demuestra su único interés: la venta y el morbo, o sea, la vida o la muerte como meras mercancías. También correrme de la adjetivación rugbier como sentencia para calificar el homicidio. Preferí correrme de lo que haga la justicia. Ojo!! creo es central (mi hijo, próximo abogado) me decía que lo sorprendió la celeridad con que actuaron. Deberán proceder y hacer justicia. Pero también me corro de eso, soy de los que la necesitan, pero no es solo por allí.
Seguía caminando, y entonces me arrebata una mezcla de pretensión pedagógica y de ilusión cinematográfica. Pensaba que alguien hacía un film, que iniciaba con la escena de la golpiza, tal como la muestran las cámaras, y tantos testigos que filmaban con sus celulares este asesinato (qué foto terrible y aún más desgarradora!). Y la trama de la película iba hacia atrás, y mostraba la vida de esos 11 pibes (en este caso en Zárate), sus crianzas familiares, sus modos de vincularse, de socializarse en sus escuelas, sus familias, en su club, algunas escenas que marcan, sellan o estructuran modos de estar, de decir, de ser y actuar.
No sé cómo es el desenlace, será problema de cineastas, prefiero el ejercicio pedagógico que supone hilar los modos en que esas historias de vida, esas breves (aún) formas de habitar una comunidad devienen en un acto de semejante crueldad. Entonces vuelvo sobre nosotros, los adultos, tutores y encargados frente a (no digo fracaso porque sería algo irreversible) la enorme dificultad que debemos asumir como generación de padres, madres, docentes … adultos que no logramos interpelar a nuestros jóvenes.
Qué límites deben desvanecerse para que entre once pibes destrocen a un pibe que se va sorteando como un cerdo que cae del aire indefenso
Qué estaría ocurriendo en la cabeza (y el corazón) de ese chico que le pateó la cabeza en el suelo … Me angustia hacerme la pregunta. Pero creo es una pregunta que tenemos que responder por más incómoda que sea. Una pregunta que debe hacerse en poco tiempo en las escuelas secundarias de Zárate (y en cualquier lado), en ese club de rugby y en cualquier otro, de fútbol o de handball.
Ojo con ese reduccionismo del rugby a la violencia en masa de los pibes, es peligrosa, y limitadísima, y estigmatiza. Tampoco negar sus prácticas de ostentación machista así como los rituales que enaltecen un nosotros defensivo y temerario de la diferencia que la reduce a deficiencia, a subalternidad. Y condensa almas dispuestas a golpear vida hasta inmovilizarla. No es el rugby, aunque sí algunos estén allí. No son los hombres, aunque si algunos, aun demasiados, preservan la violencia depredadora del patriarcado, con las mujeres como objeto, pero también con hombres, como ocurrió en Gesell.
También hay que decir que si eran 11 pibes portadores de rostro conurbano estarían pidiendo la cabeza de Frederic, por lo menos y bajar la imputabilidad al nivel inicial.
ESI (Educación Sexual Integral) en todas las escuelas, también en los clubes, para aprender a cuidarnos, para despatriarcalizar los modos dominantes de ser y estar. Para aprender a vivir con otros. ESI para que la diferencia no sea una amenaza, o la condena de un otro inferiorizado, sino una cualidad que enaltezca y fortalezca entre pares y cada quien sienta que tiene su lugar.
Mucho por hacer.
Angustia, Dolor.
Lamentablemente debemos dejar que la justicia opere del mejor modo.
Pero si no hay traducción y reparación pedagógica como sociedad, es un espiral en ascenso que resulta muy perturbador y deshumanizante.
(*) Gabriel Brener es educador
La pensé igual, imaginando la escena una y mil veces con que algune que estaba filmando frenaba a esos pibes y les hacía reflexionar lo que estaban haciendo, porque sigo creyendo que educamos también a quiénes sean capaz de hacerlo, pero no estaban presentes en ese lugar y horario.