La hora de los elefantes
Un elefante ocupa mucho espacio es un cuento de Elsa Bornemann y un clásico de la literatura infantil argentina. Tiene un doble valor: por un lado, cuenta con un enorme valor literario y poético dadas sus cualidades estéticas. Por otro, posee un gran valor histórico ya que fue uno de los libros infantiles prohibidos por la Junta militar durante la última dictadura.
Por Alma Rodríguez
El motivo de su prohibición tuvo que ver con que, según el decreto de ese momento, “se trata de un cuento destinado al público infantil con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo.” Brevemente, el cuento narra la historia de Víctor, un elefante que vive en un circo y que decide movilizar al resto de los animales con el fin de realizar una huelga para protestar por las condiciones de encierro a las que están sometidos por parte de los humanos.
El cuento comienza diciendo: “Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un elefante de circo, se decidió una vez a pensar “en elefante”, esto es, a tener una idea tan enorme como su cuerpo…ah…eso algunos no lo saben y por eso se los cuento.” Avanza la historia. El elefante propone al resto declarar huelga general y que, de esa manera, ninguno actuara en la función del día siguiente.
Así es como los animales, luego de reunirse y debatir acerca de esa idea descabellada, con mayor o menor resistencia, adhieren a la medida propuesta por Víctor. La tarde en que debía haber función, la gente comienza a aglomerarse delante de las boleterías cerradas y en las que se lucen carteles con el letrero: CIRCO TOMADO POR LOS TRABAJADORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES.
Finalmente los animales hacen hacer a los humanos lo mismo que se les obligaba hacer a ellos y, de esa manera, el dueño del circo accede al reclamo: volverlos al lugar del que habían sido sacados y en el que habían sido tan dichosos. Hasta acá la historia del elefante que un día decidió pensar y actuar como elefante.
Si bien es lineal la relación entre el accionar de los animales y la reacción popular en pos de lograr un objetivo a partir de una protesta o una medida de fuerza, hay una secuencia de hechos ocurridos durante esta semana que pueden leerse como el signo de un elefante que empieza a pensar como elefante. Los dos episodios a destacar tienen relación con dos importantes medios de comunicación, dos grandes carpas de circo con domadores de gran poder económico y mediático como son el Grupo Clarín y Telefe.
Vayamos por orden cronológico. Luego del repudio generalizado en las redes por la culpabilización de la víctima en una nota en la que se hablaba de “una chica de 14 años que no debió estar allí, sino con sus padres y su hermano festejando el año nuevo en otra carpa”, el diario Clarín tuvo que salir a “retractarse” por una nota que había publicado este martes en relación a la violación de una adolescente por parte de cinco varones de entre 21 y 23 años en el camping El durazno de Miramar.
Si bien sabemos que mucho, por no decir todo, le falta de perspectiva de género a este diario que viene formando a la clase mediocre y mediática argentina hace décadas (tampoco pidamos milagros), que haya habido un retiro de la nota y posterior aclaración da cuenta del poder que pueden llegar a tener muchas voces expresándose casi en simultáneo contra un mismo hecho. Es que Clarín parece ir por otro carril distinto al del resto de la sociedad que viene de atravesar un año en el que hubo un movimiento fundamental en relación a la visibilización de la lucha de las mujeres y en relación a comenzar a desterrar puntos de vista naturalizados y enquistados socialmente.
El segundo hecho que cabe destacar ocurrió durante estas últimas horas y se trata de la conciliación obligatoria lograda por los empleados de Telefe luego del despido de un grupo de trabajadores sin previo aviso. Apenas comenzaron a llegar los primeros telegramas, los trabajadores nucleados en el Sindicato Argentino de Televisión (SATSAID) convocaron a un paro total de actividades que consistió en el levantamiento de la programación del aire y movilización en la puerta del canal. Tras la conciliación obligatoria dictada en las últimas horas de la tarde, se reanudó la programación y los despidos fueron suspendidos.
Sumado a estos dos hechos, una multitud se concentró hoy por la tarde en varios de los puntos más importantes del país para reclamar por el aumento de tarifas. Porque, claro, no se trata sólo de lo que exige el domador y dueño del circo, sino de que, y como si fuera poco, ese domador, en su lugar que ocupa de presidente de una nación, decide tomarse un descanso, sin entender por qué se lo cuestiona y sin tener siquiera una remota idea de cómo es tener que pagar tres mil pesos de luz cobrando una jubilación mínima, por nombrar sólo un caso.
Un pasquín que se “retracta”, o algo así, pero que lo hace por primera vez en su historia por el repudio generalizado en las redes, un medio que debe dar marcha atrás por la presión de sus trabajadores, la gente manifestando en las calles por un aumento de tarifas que no llegará a poder pagar ni por asomo son acaso algunos ejemplos de lo que se puede lograr si el elefante logra empezar a pensar como elefante.
La historia del cuento debiera acaso servirnos para empezar a creer que, a partir del accionar popular, organizado y unificado, podemos volver al lugar del que fuimos sacados allá por el 2015. Estamos ante una oportunidad histórica de empezar a pensarnos como elefantes para, de una vez por todas, lograr abandonar la carpa del circo y volver a la década añorada.