Internacionales: La UE amaga con ponerse los pantalones largos
Si institucionaliza el anunciado canal de pagos para las transacciones con Irán, Europa puede salvar el acuerdo nuclear e independizar su política exterior de EE.UU.
por Eduardo J. Vior
Las grandes potencias no ven bien que los países medianos los presionen dando a conocer acuerdos que todavía no se han cerrado. Este error lo cometió el pasado lunes 1º de octubre la diplomacia iraní, cuando durante todo el día anunció que la Unión Europea (UE) pondría en marcha en el curso del mes el “canal de pagos” (SPV, por su sigla en inglés) con el que financiar las transacciones comerciales bilaterales y así salvar el Acuerdo Nuclear de 2015. Aunque el miércoles 26 la Encargada de las Relaciones Exteriores de la UE, Federica Mogherini, y el Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, habían informado en la ONU la creación del SPV, la Comisión Europea se está tomando su tiempo para implementarlo. Es que, de entrar en vigor, el mecanismo revolucionaría las relaciones europeo-norteamericanas, echaría una buena palada para el entierro del dólar y desataría represalias estadounidenses que los europeos quieren evitar.
El “canal de pagos” sería un mecanismo por el cual las empresas europeas e iraníes negociarían entre sí con aval estatal y sin usar el dólar. Con este instrumento pretenden eludir las sanciones económicas decretadas por el gobierno de Donald Trump, después de retirarse en mayo pasado del acuerdo 5+1 con Irán (JCPOA, por su sigla en inglés), y cuya segunda fase debe entrar en vigencia a partir del 4 de noviembre afectando las transacciones comerciales, financieras y cambiarias.
Cuando Zarif y Mogherini hicieron el anuncio, la segunda enfatizó que, “en términos prácticos, adoptar este mecanismo implica que los estados de la UE van a poner en funcionamiento una entidad legal, para facilitar transacciones financieras con Irán, de modo que las empresas europeas pueden desarrollar sus transacciones con ese país ajustándose a la normativa de la Unión. El acuerdo podría incorporar a otros socios comerciales en el mundo.” El mecanismo debería empezar a funcionar antes del fin de este mes.
Si Bruselas finalmente se anima a implementar esta iniciativa, se posicionaría como un importante actor en la geopolítica mundial y estaría desafiando seriamente la hegemonía estadounidense. A pesar de la retirada de EE.UU. del acuerdo nuclear en mayo pasado, Rusia, China y los tres miembros de la UE signatarios del tratado (Gran Bretaña, Francia y Alemania), además de la República Islámica, han continuado insistiendo en mantenerlo vigente. Aunque les tomó algunos meses, los tres países europeos parecen haber entendido (lo que rusos y chinos ya sabían) que, para poder seguir haciendo negocios con Irán –como desean-, tienen que evitar el uso de dólares. Ahora, finalmente, se declaran decididos a hacerlo en euros. La picardía es que este mecanismo legal de la UE es a todas luces ilegal para EE.UU., o sea que no serán grandes conglomerados (con eventuales lazos comerciales y financieros con Estados Unidos) quienes lo protagonicen, sino pequeñas empresas que, a su vez, tratarán con pequeñas empresas que, a su vez, negociarán con empresas iraníes.
La extinta Unión Soviética ya lo hizo en la década de 1980, para eludir las sanciones norteamericanas. Es posible, pero no es un instrumento duradero ni remplaza el necesario acuerdo de fondo entre Washington y Teherán que permita retomar el comercio multilateral con la nación persa.
El paso tiene, empero, proyección a futuro, ya que, simultáneamente, Rusia y China ya están haciendo negocios con Irán, respectivamente en rublos y yuan. Sólo India cedió a la presión norteamericana y dejó de comprar petróleo y gas iraní. La entrada de Europa al comercio con moneda propia la obligaría, entonces, a organizar con rusos y chinos nuevos mecanismos de clearing que aseguren con respaldo en el oro las transacciones y los pagos entre zonas económicas muy diversas. Si funcionara, el sistema sería una opción para la crónica falta de divisas del Gran Sur.
Como las perspectivas de cambio estratégico son inmensas, tanto mayor debe ser el cuidado que pongan los actores involucrados. Por eso es riesgosa la desmedida presión iraní sobre Europa, ya que la burocracia bruselense es timorata y puede arrepentirse del paso dado la semana pasada. Si los líderes europeos no retroceden antes, la entrada en vigencia del canal de pagos permitiría a Irán seguir dirigiendo a Europa el 40% de sus exportaciones hidrocarburíferas y a las mayores corporaciones energéticas de la UE continuar desarrollando la infraestructura iraní. Al mismo tiempo, abriría una puerta trasera para que los asustadizos indios vuelvan a comprar el combustible persa.
Por ahora, los representantes norteamericanos -el Consejero de Seguridad Nacional John Bolton a la cabeza de ellos- están ejerciendo la máxima presión sobre todos los estados que comercian con Irán, para que se adhieran a las sanciones, pero la Comisión Europea no puede ceder. No sólo su industria petrolera y energética la aprieta. En mayo de 2019 se celebrarán elecciones al Parlamento Europeo y, si los votantes perciben que la Comisión baja la cabeza ante Trump, los partidos antieuropeístas se alzarán con la mayoría.
Washington seguramente seguirá apretando a Irán hasta poder alcanzar un compromiso. Las empresas norteamericanas tampoco quieren quedarse fuera del negocio persa y no están dispuestas a tolerar que todos los demás les birlen la oportunidad. Sin embargo, aunque después de la elección legislativa norteamericana del 6 de noviembre se llegue a un acuerdo, el nuevo mecanismo de pagos ya debería estar en funcionamiento y sirviendo como advertencia a Estados Unidos de que el dólar no es más la única moneda de referencia y de que hasta sus más cercanos aliados pueden independizar sus relaciones económicas externas.
Para los países del Sur ampliado, en tanto, la controversia monetaria actual revela que el dólar no tiene por qué seguir siendo la única referencia, que EE.UU. sigue siendo la primera potencia, pero ya no la única, y que negociando dura y astutamente, hasta con ellos es posible llegar a acuerdos mutuamente ventajosos.