
El final de los ciclos descendentes en América Latina
La vida de las instituciones en América Latina recorre caminos similares. Desde los años setenta, tiempo en que comienzan a arreciar los golpes de Estado en el continente, ha sido calcado el carácter cíclico del proceso político.
Por Ignacio Campos
En principio y ante los conatos de resistencia armada por parte de las organizaciones radicalizadas en distintas formas y frente a disímiles reivindicaciones, los golpes de Estado se fueron sucediendo con una matriz común en términos del uso de la fuerza desmedida, atropello ideológico contra la ciudadanía y la adquisición de escandalosas deudas externas que tuvieron como consecuencias la implementación de planes de ajuste, hambre y desocupación así como el vaciamiento de las instituciones. Todo ello dentro del marco del llamado Plan Cóndor.
Luego arribó la ola de aperturas democráticas y se sucedieron los gobiernos electos de perfil social-demócrata como es el caso de Raúl Alfonsín en nuestro país, Sarney en Brasil o Sanguinetti en Uruguay, quienes sirvieron, entre otras cosas, a los efectos del reconocimiento institucional de las deudas asumidas por los distintos gobiernos militares.
Durante la década del noventa, adquirieron fundamental protagonismo los procesos de color liberal, con Menem como abanderado desde la Argentina, cuya tarea fundamental consistió en llevar adelante las privatizaciones, el achicamiento del Estado y más toma de deuda.
A principios del 2000, las economías de la región no soportaron más ajustes y se encontraron en procesos de quiebra financiera. Ante este estado de situación y arduos períodos de transición es que emergen los gobiernos de tono popular, una vez más como un calco en todo el continente. Es así que surgen líderes como Kirchner, Lula, Chávez, Evo Morales y Correa en Ecuador.
A principios del 2000, las economías de la región no soportaron más ajustes y se encontraron en procesos de quiebra financiera
Durante este período se recuperan las economías domésticas, se corrigen las cuentas de los Estados, pero, fundamentalmente, se consolida un bloque hegemónico desde lo político que permite por primera vez vislumbrar un futuro de crecimiento conjunto en toda la región.
El año 2015 comienza a ver cómo caen uno a uno los gobiernos populares latinoamericanos a través de distintas modalidades, entre las cuales podemos destacar los golpes de palacio o institucionales, pero, y una vez más, todas ellas con un destino común. La derecha continental arriba así para conducir los Estados de la región con rumbo similar a los transitados a finales del siglo pasado, esto es: deuda, privatizaciones, pauperización en las condiciones laborales y de la vida en general de los ciudadanos, quienes apoyaron con su voto un cambio que les terminaría explotando en la cara. Ya lo decía Arturo Jauretche haciendo alusión a la forma de votación de los ciudadanos que responden a los intereses del estrato social medio: “La clase media cuando está mal vota bien y cuando está bien vota mal.”
Al mismo tiempo, el accionar de la Justicia resulta ser el mismo: encarcelación a Lula en Brasil, presos políticos en Argentina o la prisión decretada contra el vice presidente del Ecuador y en todos los casos sin pruebas, sin llevar a cabo el debido proceso jurídico y sin ninguna garantía constitucional. En un caso y en otro el poder judicial parece tomarse las atribuciones para decidir sobre la vida política de los pueblos.
El año 2015 comienza a ver cómo caen uno a uno los gobiernos populares latinoamericanos a través de distintas modalidades
Hoy nos encontramos ante la oportunidad única de aspirar a un regreso de gobiernos populares, pero con la experiencia casi inédita de haber padecido administraciones oligárquico-liberales llegadas a través del voto libre y democrático. Es dable resaltar este punto, por cuanto imaginando un horizonte de gobiernos de centro izquierda o de carácter popular, resulta necesario pensar los cambios profundos que debieran sucederse si se pretende modificar los efectos de estas democracias formales (que son las que otorgan las mismas posibilidades a aquellos que sólo pretenden enriquecerse en el ejercicio del poder) o darles la oportunidad a aquellos gobiernos en cuyas gestiones los habitantes puedan acceder a un estado de vida cada vez más digna.
Para romper con dichos períodos y ciclos –por lo visto recurrentes- que impiden un crecimiento sostenido en el tiempo, debieran plantearse entonces esos cambios desde la raíz en todo el sistema que nos rige hasta estos días, tanto en el ámbito judicial, constitucional o económico. Al día de hoy, contamos para eso con el trabajo de concientización que hicieron los gobiernos populares de la región en un gran sector de la sociedad (entre los cuales se encuentra, y adquiere cada vez mayor protagonismo, una futura clase dirigente joven). Se trata de un cambio profundo en las reglas que rijan nuestros destinos e impidan que los pueblos sean presa fácil del saqueo salvaje en sus finanzas y, por sobre todo, en su dignidad. Sólo por este camino podremos transitar los próximos ciclos hacia un destino de realización y felicidad de nuestros pueblos.





