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El juguete rabioso

Por Lic. Alma Rodríguez. Docente de la UBA. Miembro del Colectivo LIJ. 

Walter Benjamin fue un  pensador, filósofo, teórico y crítico literario sin el cual no puede pensarse la historia del pensamiento contemporáneo, puesto que su figura es crucial. Nacido en Berlín, en 1892, fue, entre muchas otras cosas, un estrecho colaborador de la Escuela de Frankfurt. Desde la segunda posguerra, toda su obra constituye un referente ineludible para las ciencias sociales, humanas así como para los estudios culturales. Para aquel que desconoce la figura de Benjamin, es importante resaltar su manera de morir: perseguido y escapando de la ocupación nazi de gran parte de Europa, se suicida en 1940 en Portbou, pequeño puerto y paso fronterizo catalán ubicado al límite con Francia. Entre sus innumerables escritos, hay varios estudios sobre infancia y, en relación con ella, sobre juguetes. En Infancia en Berlín hacia 1900 se hallan reunidos una serie de textos póstumos en los que se demuestra que la infancia no es para Benjamín sólo “la edad de la inocencia” sino mucho más que eso: una huella sin la cual es imposible pensar el presente.

Tal vez sea ésta una de las claves para pensar y ¿entender? algunos de los hechos de la actualidad.  ¿Qué tiene que ver Walter Benjamin y los juguetes con las actuales políticas de Cambiemos? Nada si lo pensamos desde una perspectiva naif. Bastante si unimos los puntos y líneas que conforman la realidad. Y hay dos episodios recientes que avalan que aquella frase pronunciada por María Eugenia Vidal allá por 2015 dejó de ser un fallido para convertirse en un política de Estado:  en su afán de cambiar futuro por pasado, esta semana que pasó fue un exponente evidencial de ese deseo que parecía un fallido pero que está clarísimo que no para de ser el punto de partida de las políticas implementadas por el actual gobierno de Mauricio Macri que van desde una estafa electoral hasta la defensa de las fuerzas de la Gendarmería por parte de Patricia Bullrich y, peor que todo eso junto, la imposibilidad de explicar la desaparición forzada de una persona.

Empecemos por lo que podría ser más simbólico y naif. Cada año, con motivo del día del niño,  el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad de Buenos Aires distribuye juguetes a distintas organizaciones sociales para ser entregados ese día. Esta semana,  en medio del cuestionamiento a la Gendarmería como responsable de la desaparición forzada de Santiago Maldonado y tras las vergonzosas declaraciones de la ministra Bullrich en el Senado justificando tal accionar, delegados de la organización social Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) que trabaja en comedores en Capital, Gran Buenos Aires y otros lugares del país denunciaron haber recibido como regalo para entregar a los niños y niñas una réplica de camioncitos de Gendarmería.

Es sabido que, durante su crecimiento, el niño atraviesa una etapa en la que los objetos funcionan como símbolos instituyendo funciones simbólicas en relación al lenguaje y al juego, cruciales para la conformación de la personalidad. Así como la pelota, convertida en objeto alrededor de la cual se desatan pasiones y un sinfín de intereses o la muñeca, utilizada para la asignación de roles social e históricamente vinculados a lo que se considera el estigma de lo femenino en relación a la preparación de las funciones de esposa y madre, un camioncito con el logo de Gendarmería puede proponer a un niño la posibilidad de un juego que nos retrotrae a las épocas más oscuras de nuestra historia reciente.

 

Dice Benjamín en torno al juego, los juguetes y la manera en que éstos participan en la infancia: “Todo podría lograrse a la perfección si las cosas pudieran realizarse dos veces”; el niño procede de acuerdo con este verso de Goethe. Pero para él no han de ser dos veces, sino una y otra vez, cien, mil veces. Esto no sólo es la manera de reelaborar experiencias primitivamente terroríficas mediante el embotamiento, la provocación traviesa, la parodia, sino también la de gozar una y otra vez, y del modo más intenso, de triunfos y victorias. El adulto libera su corazón del temor y disfruta nuevamente de su dicha, cuando habla de ellos. El niño los recrea/vuelve a empezar. La esencia del jugar no es un “hacer de cuenta que…”, sino un “hacer una y otra vez”, la transformación de la vivencia más emocionante en un hábito.”

Pero, claro, todo cambia cuando esos camiones de Gendarmería ya no son un juguete y cuando los niños pasan a ser adultos y llegan, por ejemplo, a gobernar una Nación. Y acá los hechos pasan a cobrar una nueva dimensión de gravedad sublime.

 

Benjamin escribió sobre infancia y juguetes pero tuvo que huir del nazismo. Santiago Maldonado fue desaparecido en un episodio del que participó el Estado por medio de una de sus fuerzas de seguridad con camiones y armamento de verdad. Debería saber Patricia Bullrich, como representante del Estado y de sus fuerzas, que la Gendarmería no es un juguete y que la represión y la desaparición de personas no es juego.

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