Roberto Caballero: «Más heridos que satisfechos»
La contundencia de la protesta del 14J se puede medir tanto por la impresionante cantidad de gente que se volcó a las calles para protestar contra el tarifazo, como por la cobertura –de pobre a nula- de los medios oficialistas o el cauto silencio gubernamental tras una jornada que superó todas las previsiones en cuanto a alcance, número e implicancias en el mapa político futuro.
La desaprobación social a los aumentos de gas, luz y agua fue tan extendida y transversal que, esta vez, se escucharon cacerolazos, incluso, en barrios de Capital Federal y el Gran Buenos Aires que habían permanecido indiferentes a las protestas por el cepo al dólar durante el gobierno de Cristina Kirchner. En provincias como Córdoba, donde Cambiemos ganó hace apenas siete meses con más del 70% de los votos, el reclamo sorprendió por su masividad.
El dispar tratamiento noticioso también revela el fuerte impacto que produjo la expresión de malestar ciudadano en los medios que actúan habitualmente como justificadores seriales del ajuste: la foto que mostraba la multitud reunida en la Plaza de Mayo, increíblemente, solo tuvo alguna visibilidad por redes sociales.
En TN, que perdía por paliza en las mediciones del rating contra C5N, Nelson Castro se vio obligado a introducir el tema mediante una tribuna de vecinos indignados, donde podían adivinarse ex votantes de la coalición oficialista hoy defraudados. Después de mucho tiempo, la señal del Grupo Clarín dejó ver en su pantalla críticas –leves, rumiantes- a Mauricio Macri y a su ministro de Energía, Juan José Aranguren.
Clarín, al día siguiente, le dio una mención menor en tapa, cuyo título principal fue la masacre en Niza, aunque se encargó de aclarar que los protagonistas de la primera gran protesta nacional contra el gobierno macrista se dividían entre “militantes” y “vecinos”. La Nación le también le dedicó un breve título (habló de “repercusión variada”) en el margen inferior derecho de su portada, dominada por los sucesos de Francia, entre otras trece noticias.
El segundo semestre no trajo buenas nuevas para el gobierno. La aplanadora de medidas que vino tomando desde diciembre último parece hacer tropezado con una realidad mucho más compleja que la que describían sus asesores entre cuatro paredes. La administración macrista se metió sola en el fango de un tarifazo inviable y dinamitó buena parte de su capital político tratando de aplicar lo inaplicable y de explicar lo inexplicable; y será ahora la Corte Suprema, finalmente, la que deberá laudar ante la crisis, en una suerte de cogobierno puesto en práctica de apuro a tan sólo siete meses de la asunción presidencial.
La tozudez gubernamental en defensa de los aumentos puede obedecer a tres cosas: que la transferencia de miles de millones de dólares al bolsillo de las concesionarias haya sido parte de una promesa preelectoral que no piensa traicionar así se caiga el mundo, que actúe por principio ideológico o que ambas cuestiones vayan mezcladas producto de la mirada empresarialista e impolítica que domina al conjunto del gobierno.
Del globo y la alegría a la cacerola y la protesta ciudadana hay una distancia grande, como la que hay entre un candidato consagrado en las urnas y un presidente cuya gestión deja más heridos que satisfechos
El 14J evidenció un fuerte y prematuro cambio en el humor de la sociedad y un acelerado realineamiento político que viene a quebrar la alianza que había tejido el gobierno desde su asunción con grupos peronistas, que tiene algunas semejanzas a lo que le ocurrió al kirchnerismo con la 125. Las señales más obvias que surgen en el nuevo escenario son:
1) Ruptura del contrato electoral con el sector aluvional de sus votantes en el balotaje, con perspectiva de que su base de apoyo se reduzca al 26 por ciento de la primera vuelta en octubre pasado.
2) El armado en el Congreso de un bloque Massa-PJ que ya piensa en 2017 y en distanciarse de la postura colaboracionista que mantuvo hasta ahora concediendo apoyo a leyes clave.
3) La unificación de la CGT bajo un liderazgo mucho más exigente que el actual que promete elevar la conflictividad sindical de cara al año próximo.
4) La pérdida de efecto de las denuncias de corrupción K usadas como tapadera de despidos, suspensiones y tarifazos.
5) El quiebre del consenso para su política revanchista y represiva. Son cada vez más las voces nacionales e internacionales que se alzan contra las violaciones a los derechos humanos y al Estado de Derecho en el Jujuy de Gerardo Morales, donde no sólo Milagro Sala sigue injustamente detenida, sino que se amplió la cacería a su marido y otros colaboradores, y hubo una feroz e injustificable represión contra trabajadores del Ingenio Ledesma.
6) La ineficacia comunicacional del gobierno, que no logra hoy niveles de adhesión significativos a sus lógicas, símbolos y relatos, verificable en la desangelada celebración del Bicentenario y a la crisis argumentativa de la “pesada herencia” como caballito de batalla para justificar las consecuencias de sus propias decisiones de política económica.
7) La ausencia de Jefes de Estado durante los festejos, que marca un nivel de aislamiento político internacional que no se corresponde con la inmensa cantidad de gestos amigables hechos por el gobierno hacia afuera.
8) La pelea con Francisco, que no cesó, sino que sigue en estado larvado a espera de un nuevo pico, quizá durante el año electoral.
Como se ve advierte, el 14J fue la expresión de algo mucho más vasto y no sólo una protesta circunstancial por tarifas. Hay un reacomodamiento de sectores y apoyos derivado de un escenario donde va quedando cada vez más a la vista quiénes son los beneficiarios y quiénes los perjudicados por el ajuste.
Asistimos a un punto de quiebre. Este no es el país de hace siete meses. Y Macri tampoco es el mismo. Del globo y la alegría a la cacerola y la protesta ciudadana hay una distancia grande, como la que hay entre un candidato consagrado en las urnas y un presidente cuya gestión deja más heridos que satisfechos.
En tan corto tiempo, que parece mentira.