Daniela Bambill: «Todos roban»
Si uno se detiene en los titulares de los periódicos de todo el mundo encuentra al menos una nota sobre hechos de corrupción.
Como en una góndola de supermercado hay de todas marcas y precios. Funcionarios denunciados, denunciantes denunciados por esos funcionarios, un desfile por tribunales permanente acompañado de la rigurosa recorrida por los medios audiovisuales de los implicados y su correlato en las páginas de los diarios.
ONG’s dedicadas al “combate contra la corrupción” en todos los idiomas y culturas aparecen si uno se toma la molestia de escribir la mágica palabra en Google, oráculo cotidiano de cualquier mortal.
La política es sinónimo de mafia para los ciudadanos que se levantan con el sol y comienzan la faena de encarar la supervivencia en un mundo cada vez más hostil y ajeno a su cotidianeidad.
Ahora bien, los políticos no son una raza diferente, no son extraterrestres que caen en una nave y colonizan el planeta. ¿Cuál es el objetivo real entonces en la nueva “lucha entre justos y pecadores”?
¿Quién se beneficia frente al descrédito de cualquier ser humano que decida dedicarse a la “cosa pública? ¿Cuántos casos de corrupción se conocen de ciudadanos con funciones en Estados Unidos y sus aliados? ¿Es ese flagelo que perturba la vida de los ciudadanos honestos en cualquier hemisferio, exclusividad del subdesarrollo o su versión globalizada: países emergentes?
En Argentina atravesamos por estos tiempos una andanada de denuncias variopintas hechas por personajes de poca monta convertidos en estrellas mediáticas que circulan los mismos andariveles con un mismo discurso y un solo objetivo: la desacreditación de todo aquello ligado al gobierno de Néstor y Cristina Kirchner.
La historia tiene un final anunciado, aquí y en la China: La política es ese mal que nos consume a todos.
¿Quién gana y quien pierde en este juego?
Paradójicamente, a medida que avanzan en la embestida salen a la luz conexiones irrefutables de los denunciados con el Presidente Macri, alguno de sus ministros y/o familiares.
El grotesco circo montado se convierte en un boomerang sorpresivo y sísmico para el Gobierno Nacional, la reacción es la amenaza mafiosa y los discursos cargados de cinismo.
El ciudadano que siente que le sobra mes al final del salario, consume diariamente una cuota de veneno e indignación que lo vuelve más impotente y desvalido frente a una realidad de números y fortunas siderales que jamás en su vida podrá siquiera imaginar. El objetivo está cumplido: LA POLÍTICA ES ESE MAL QUE SOLO BENEFICIA A UNOS POCOS ILUMINADOS Y NO TIENE QUE VER CON SU REALIDAD.
De esta manera, el gobierno anterior es la encarnadura de la corrupción y el responsable de la inoperancia e indolencia que muestra el inútil gobierno actual. “Que se vayan todos”, rumea el ciudadano junto al mate amargo, preludio de un día amargo, de una vida amarga…
La historia es conocida por todos en este lugar del fin del mundo, adónde la navidad no es de verdad porque no nieva, adónde nunca habrá un policía que tome café en vasito de telgopor y salga raudamente a combatir el mal a las calles sintiendo que cumple su deber cívico.
La historia es conocida en este lugar del mundo adonde la bandera nacional no aparece en cada película, en cada serie, adonde los Derechos Humanos tienen pañuelos en la cabeza y no son el motivo de intervención soberana a fuerza de balas y sangre.
El fin del mundo…. Lejos pero cerca de todos los países que ven desfilar por las pantallas personajes que acusan y acusados que desmienten, dinero mal habido y prerrogativas que solo obtienen “los que se llenan de plata a costillas del pueblo”.
La historia tiene un final anunciado, aquí y en la China: La política es ese mal que nos consume a todos.
¿Quién gana y quien pierde en este juego? Una pregunta que intenta no ser retórica…