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Daniela Bambill: «La violencia como política de estado»

Daniela Bambill

«La unidad nos da la fuerza, la solaridad la cohesión.» Juan Perón

Los hechos de violencia simbólica se han naturalizado y consolidado en la sociedad, es el primer paso. El clima de revanchismo no se genera en un par de meses, los procesos son premeditados. Los actores mediáticos son múltiples, desde una figura consagrada hasta panelistas advenedizos y seleccionados como la “voz del pueblo” allanan el camino.

La embestida contra los gobiernos populares comienza por escindir a partir de denuncias de corrupción y descrédito de la acción política al pueblo de a pie de la dirigencia y militancia, de esta manera la comunión de “los nadie” con sus representantes se quiebra a partir de la idea de  “el nuevo millonario a costillas de mi hambre”

La violencia simbólica le da paso a la violencia concreta. Este sábado se produjeron dos hechos concretos, comprobables, de balaceras contra locales de militancia.

En Mar del Plata escudados en el “diferido” y sin víctimas que lamentar, en Villa Crespo los hechos fueron en “vivo y en directo” con dos mujeres heridas de bala.

La revancha como Política de Estado para garantizar la empatía frente a las políticas de endeudamiento, ajuste y entrega pareciera constituir la estrategia del Poder Ejecutivo Nacional. No es original la derecha vernácula, recurre sistemáticamente a herramientas otrora utilizadas con éxito.

El Papa Francisco ha manifestado su preocupación por la similitud con el clima imperante luego del golpe de estado que derrocó a Perón en 1955, diferencias mediante, la sociedad parece haberse consustanciado en el concepto de “normalidad” que impone un sector minúsculo contra los intereses mayoritarios como entonces.

La eterna antinomia de civilización y barbarie inmortalizada por Sarmiento regresa con virulencia inusitada en el relato que pretende instalar el gobierno.

Perón deja el gobierno en medio del desconcierto y los cuerpos tibios durante el bombardeo a la Plaza de Mayo y se convierte en mito a partir del Decreto 4161, tardó 18 años en regresar al país, miles de muertos, presos, luchas incansables pasaron en el medio y la destrucción sistemática de cualquier intento por recuperar la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social.

18 años tardó el  Lider en regresar al país y su regreso no constituyó la recuperación de ninguno de los derechos perdidos. El daño estaba hecho. Era permanente.

Sobrevino luego la página más miserable y sangrienta de la historia de la Nación y el objetivo de los grupos minoritarios, civiles cómplices de ella,  tuvo su climax en los ’90. Más de 30 años habían pasado desde el despojo al Pueblo signado por la violencia y la muerte.

No es diferente la sensación, son diferentes los tiempos y las presentaciones, no es diferente el comportamiento de las mayorías que parecen padecer del Síndrome de Estocolmo pendular que marca las horas del comportamiento popular.

No son cabecitas, no son subversivos, hoy son militantes ñoquis que les roban el trabajo a los argentinos y contribuyen al desastre económico generado por un Estado engrosado por la avaricia de la política.

La historia es conocida los argumentos se repiten como en un guión plagiado.

La violencia comienza su ciclo ascendente, el sistema necesita disciplinamiento social y no trepidan un instante en aplicar las recetas archivadas en las páginas negras de la historia.

El gobierno nacional está jugando con fuego, la torpeza y la impunidad con la que se manejan tendrá su correlato inminente.

La oposición sigue discutiendo de qué manera se posiciona como oposición. El peronismo está en medio de un debate que poco le importa al ciudadano medio y las dilaciones internas no permiten el accionar que debería sumir de manera urgente.

El 2001 está muy presente en la memoria colectiva y el que “se vayan todos” de entonces será letal para los que hoy constituyen el paraoficialismo de Massa y aliados impensados como el GEN y la CGT de Moyano.

Los retardatarios y los vanguardistas quedarán en las primeras líneas del desprecio popular, Perón hubo uno solo y la conducción en la ausencia solo se contempla en la proscripción.

Mucho antes en el tiempo, Leandro Alem sentenció: “Un dirigente no hace lo que puede sino lo que debe hacer”

Hacerse cargo definitivamente y apostar a la Patria es la única alternativa posible para aquel que se precie de dirigente, desde el rol que deba asumir.

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