Roberto Caballero: ¿Surgirá un “Podemos” en el FpV?
Hace unos años acuñé la frase “kirchnerismo silvestre” para describir a los seguidores de CFK que no se encuadraban en las organizaciones clásicas del kirchnerismo militante. Se los podía ver en todas las manifestaciones (que antes eran de festejo, no como las de ahora), sueltos, contentos, con sus propios carteles, escuchando como en misa a la presidenta y lo que podía advertirse a primera vista es que eran más de los que venían organizados.
El sentido de estas líneas no es contraponer la militancia silvestre con la encuadrada como si fueran vectores paralelos e intocables que no dialogan entre sí. Los militantes orgánicos cumplen su papel abnegadamente, responden a una lógica de acumulación que no es espontánea, se movilizan todos los días, coordinan actividades siempre, se forman de manera sistémica, son una expresión altamente politizada que va más allá de la simpatía y resigna atajos individuales y movimientos por la libre, con una alta dosis de entrega personal a un proyecto político transformador con liderazgo indiscutible.
Todo ese gentío cuantioso y efervescente se declara “kirchnerista” a secas.
Pero los silvestres, o los “empoderados”, como los llamó CFK, no pueden ser vistos como un subproducto de la repolitización que generó el kirchnerismo. Porque son, incluso, más que simpatizantes. Son una mezcla variada, muy rica y nada homogénea donde convergen viejos militantes desencantados de las organizaciones típicas (muchas veces por cuestiones etarias, claramente el kirchnerismo orgánico es juvenil en su mayoría y le cuesta abrir surco a la generación intermedia y de adultos mayores), militantes de medio tiempo que siguen a CFK como referencia única de su universo político sin que esa adhesión los contagie de seguir a otros dirigentes del espacio que están lejos de su retórica y su capacidad, familias enteras agradecidas por las políticas públicas que los acariciaron en los últimos doce años cuyo compromiso es asistir a la plaza como devolución, gladiadores solitarios de sociedades de fomento, clubes de barrio, bibliotecas, centros alfabetizadores y mucho, pero mucho de eso que en el pasado se llamaban “organizaciones libres del pueblo” que juntan vecinos de a decenas o centenas y se juntan para tomar la calle.
Todo ese gentío cuantioso y efervescente se declara “kirchnerista” a secas. Aplauden a La Cámpora, a Nuevo Encuentro, al Evita cuando pasan con sus carteles, aunque no se involucran en sus columnas. Las ven pasar. Salvando las distancias, estas organizaciones tienen el reconocimiento de las “formaciones especiales” de otra época, donde militaban aquellos que tenían un nivel de compromiso mayor en la lucha por la vuelta de Perón. Pero el movimiento empoderado o silvestre se siente más grande, más abarcativo, no en un lugar de excepción o vanguardia, sino como un oceáno de distintos que veneran un idéntico y excluyente liderazgo, el de CFK.
Los silvestres, los empoderados, el Podemos local, advirtió en el movimiento liderado por CFK el principio de algo nuevo: una democracia que otorga derechos a los ciudadanos, la gente de a pie.
Claramente hablamos de un sujeto nacido en el marco del sacudón generado por la irrupción del kirchnerismo en medio del viejo orden político de las cosas. Son, para el sistema político en general, una versión sui generis del PODEMOS español. A diferencia de lo que sucedió allá, donde después del 15M en Madrid se corporizó una marea de indignados contra la casta neoliberal gobernante, y que hoy está en condiciones de romper los pactos del bipartidismo ibérico, a los hijos de la revuelta de la Argentina del 2001 les tocó ser oficialistas con Néstor y CFK e indignados contra las corporaciones (el poder real) que le hicieron la vida imposible durante sus gobiernos democráticos, soberanos e inclusivos.
Las plazas militantes que se vienen repitiendo a lo largo y ancho del país son manifestaciones donde estas personas adquieren visibilidad y un protagonismo político realmente potente.
El kircherismo tiene sus singularidades. Estuvo en el gobierno, manejó el Estado, pero nunca dejó de expresar el llano democrático trabado en lucha contras las elites empresarias, financieras, políticas y hasta sindicales renuentes a ceder algo de sus privilegios sectoriales para contribuir al bien común. Todo el orden conservador vio y ve en el kirchnerismo una gran amenaza. Del mismo modo, los silvestres, los empoderados, el Podemos local, advirtió en el movimiento liderado por CFK el principio de algo nuevo: una democracia que otorga derechos a los ciudadanos, la gente de a pie.
Las plazas militantes que se vienen repitiendo a lo largo y ancho del país son manifestaciones donde estas personas adquieren visibilidad y un protagonismo político realmente potente, bajo el paraguas del FPV creado por Néstor Kirchner. Por algo se los invisibiliza o se los tilda de “fanáticos” o “ultrakirchneristas”. Hay agrupamientos como el MOK (Mano de Obra K) en Córdoba que mueven miles de personas. Se repiten en todas las provincias.
Son grupos tenaces. Consecuentes. La pregunta es por qué no se suman a las organizaciones militantes ya existentes.
Para ayudar a buscar una respuesta posible quizá convenga citar un caso poco conocido. O muy conocido en Córdoba y nada en el resto del país. Para las elecciones a intendente de la capital, el año pasado, se presentaron dos listas kirchneristas.
El candidato oficial del FPV fue Daniel Giacomino, que venía del juecismo y contó con el aval expreso de las organizaciones militantes, pese a haber hecho una gestión deficiente cuando le tocó gobernar. La otra lista la encabezó un periodista, Tomás Mendez, que firmó resonantes casos de denuncia y es muy aborrecido por el delasotismo.
Detrás de él fueron todos los votos kirchneristas que no querían votar a Giacomino porque sabían que iba a perder, argumentando además que había sido puesto por un dedazo inconsulto. Más allá de las particularidades del kirchnerismo cordobés y de los cordobeses en general, muy apegados a lo suyo siempre, lo llamativo fue el resultado de la elección. Giacomino y el FPV oficial sacaron el 2,4% de los votos y Méndez, con el apoyo de los “empoderados”, salió segundo con el 23,05%.
La anécdota deja mucha tela para cortar. Excede a esta columna analizarla por completo. Cabría preguntarse si las organizaciones tienen una política específica para esa multitud que las rodea ahora que el Estado no ordena ni responde a sus expectativas, sino que por el contrario la agrede, silencia y persigue.
Los sueltos son mucho más que los encuadrados. Eso, en sí mismo, no es ni malo ni bueno. Es una foto. ¿Es probable que en el mediano plazo, si las organizaciones militantes no responden a la demanda de estos grupos multitudinarios, los silvestres avancen hacia la construcción de algún nivel mayor de organicidad y representación que la actual? Esto sí es una incógnita. Apasionante para los que se sienten atraídos por la política.
CFK pidió que se empoderen y que se organicen para defender los derechos conquistados en los últimos 12 años.
¿Será el llamado a construir un “Podemos” dentro del propio FPV?
Lo sabremos en los próximos meses.