CEO’s de Argentina S.A
Escribe Ignacio Campos, director de InfoBaires24
CEO o no ser
Los CEOs que trajo Macri al rancho no creen en lágrimas, ni tienen otra lealtad que no sea con el mercado. Inducido por un discurso que pretendía cierto tono naif, infantil y de leyenda, el presidente se creyó la presunta amigocracia de quienes llegaron o fueron puestos a su lado. Armó un gabinete con gerentes de empresas avarientos de usuras que tienen a la población como botín a reventar. Ya salieron con la escopetas y ellos -se sabe- tiran a matar: no descuentan una lágrima frente a los deudos.
Melconian, como turco en la neblina, salió a manotear para buscar la plata en los colchones de los otros. “A nosotros, lo único que nos interesa es el comercio”, dijo, asumiéndose como mercachifle de telas o baratijas. Supo desguazar al Estado en el 2000 y conoce que hoy hay más resto para enriquecer a las corporaciones para llevar su tajada en comisiones suculentas.
El otro caso es el de Juan José “Tatcher” Aranguren, que logró, sin ley, meter a tajos la más violenta alza de tarifas de energía de cuántas se conozcan en el país. Esbirro británico, quiere acostar al país posiblemente en venganza por el suceso Malvinas de 1982, cuando, con toda seguridad, abonó la acción de Inglaterra.
Los secundan otros CEOs que, en banda, ocupan cargos decisivos en el gobierno del hijo de Franco que luce su sonrisa devaluada, como la expresión desolada de la Vidal en Buenos Aires, con unos ojos cavernosos que sustituyen a la sonrisa Heidi de la campaña. Todos ellos parecen, en esta hipótesis, tener un objetivo común, más allá de las necesidades del presidente y su gabinete: entrar a saco en la economía de la sociedad, tratar de despojar con la mayor urgencia de bienes a los ciudadanos y habitantes en general, y luego, como en penal de General Alvear, producir la huida al momento de que “el horno no esté para bollos”.
Despertar en la tormenta
La idea de golpear desde el “primer round” sobre el desprevenido actor social, parecía un concepto de eficiencia al iniciarse el tiempo de Mauricio Macri. Ahora comienza a plasmarse otra idea: los CEOs representan a sus empresas, sus corporaciones y a sus países, no a la Argentina, y menos a Macri. Comparten con él su idea de golpear sobre el bolsillo de los trabajadores y otros sectores sociales, sin mosquearse por las consecuencias en tiempos y campos diferentes. Cometen un error Macri y sus amigos y seguidores, si piensan que tienem nuevos funcionarios. No, tiene gente cercana que responde a empresas y corporaciones, que representan en el gobierno a esas empresas y corporaciones. No al gobierno, y menos a la sociedad argentina.
Por eso, en la hipótesis que ya señalan algunos miembros del gobierno en tiempo privado, el temor que experimentan algunos surge de percibir que el colectivo “Ceísta”, llega, golpea, cobra y parte. No tiene compromiso con la suerte del Estado. El Estado no es preocupación de Farmacity o Shell, o en proyección, del Estado británico. Si a Macri, en un punto dado de su gestión, lo amarra la tormenta, la mayor parte de esos podrían haber partido estratégicamente a “mirar el partido por tevé”.
“Y que te cure Lola” porque ni para ir en colectivo va a alcanzar una vez que las “corpo” llenen sus arcas con lo previsto de ese golpe de saqueo usurario que dejaría, además, exhaustas las arcas del Estado.
El colectivo “Ceísta” llega, golpea, cobra y parte. No tiene compromiso con la suerte del Estado.
Para un CEO no hay nada mejor que la corpo
Aún creyendo que el paso por el gobierno es un modo de engrosar a beneficio propio, póngase por ejemplo que Nicolás Caputo –amigo personal y beneficiario de los dineros de Mauricio- “ganó” la primera licitación importante de este período, lo cierto es que el presidente debe querer –tal vez ingenuo-, ganar lo suficiente y permanecer. Los CEOs se miran el ombligo, nada más. De manera que la suerte del gobierno, en esta hipótesis, no es asunto que los conmueva.
El ejemplo fue De la Rúa. Se engrosaron las fortunas de los bancos, hoy en tiempo de ganancias superlativas, se repartieron coimas en el Senado y donde sea, las empresas ganaban contra la pobreza del pueblo, y cuando cayó De la Rúa, estrepitosamente, ninguno de ellos estaba allí para recogerlo en el piso.
En la medida que se aproxima el segundo mes de gobierno de Mauricio Macri, se observa el desgaste frente a una actitud de mayor preocupación de la opinión pública ante el pronunciado giro a laderecha noventista (neoliberalismo y mercado corporativo) en la gestión de Estado. En menos de 30 días comienzan las clases y previamente, Macri debe negociar el inicio de las paritarias. Los CEOs solo se interesan por ir desde la energía a las tarifas en transportes (¿no querrán los CEOs privatizar la SUBE luego de reventar las tarifas de colectivos, ómnibus, subtes y trenes?), ya metieron otro 10% en la medicina comercial, y falta el gas y el agua.
Ahora, Aranguren va a importar gas de Chile (donde operan empresas británicas) y alguien embolsará comisiones. Por eso, quieren actuar con la contundencia de un golpe en la mandíbula pero temen porque el pueblo cae, pero regresa. Quizás sin pretenderlo de modo directo -hagamos una concesión a la realidad sin lágrimas de los CEOs- puedan dar un próximo golpe en la mandíbula al propio aliado de esta etapa, porque en sus objetivos no hay lugar para la indulgencia. A De la Rúa le ocurrió algo semejante y al caer (a veces en casa lo volteaba Chivas, luego de un round que duraba un litro) un día, no volvió a levantarse y se las tomó a Villa Rosa, sin escalas.