La grasa, los ñoquis, la violencia, el peronismo y Bourdieau
Una ensalada explosiva en la metáfora gastronómica gubernamental. Profesora Daniela Bambill, especial para InfoBaires24
«Poder y saber se articulan por cierto en el discurso. Y por esa misma razón, es precio concebir el discurso como una serie de fragmentos discontinuos cuya función táctica no es uniforme ni estable. Más precisamente, no hay que imaginar un universo del discurso dividido entre el discurso aceptado y el discurso excluido o entre el discurso dominante y el discurso dominado, sino como una multiplicidad de elementos discursivos que pueden actuar en estrategias diferentes.» Michel Foucault
Durante los últimos 60 años han estado presente en el inconsciente colectivo a través del mensaje unidireccional de los medios masivos de comunicación dominantes y la historia oficial, es decir la historia escolarizada y adecuada a los proyectos político educativos que han primado en el país, una suerte de mitos y concepciones que tomaron estado de habitus lingüísticos sobrevalorados dentro del mercado lingüístico (en términos bourdieanos) convertidos en verdades absolutas según la necesidad de “corrección política” de las clases dominantes.
La relación del peronismo con las clases populares y su consecuente ofensa para la “cultura culta” y los ciudadanos pertenecientes a la tradicionalista clase bien de las grandes urbes del país, han sido motivo de un sinnúmero de estudios y disquisiciones intelectuales que Kush habría encuadrado dentro de la teoría de la “seducción por la barbarie”.
El peronismo es mucho más que una expresión política, es una expresión cultural exclusiva de la Argentina, no es motivo de esta reflexión ahondar en la historia del Movimiento de masas más importante de la historia de la Nación, sino converger en las razones que son plausibles de ser utilizadas para explicar la sinrazón del odio visceral que despliega el actual gobierno a escaso mes de asunción ya no contra su contrincante político sino contra las clases populares.
Hemos escuchado la conferencia de prensa del ministro de economía en la que anunció el plan económico a desarrollar que está basado en el manual de estilo de la derecha internacional, subsumiendo al pueblo de la Nación en la postergación de cualquier meta de desarrollo en beneficio de las grandes corporaciones, los sectores económicos y financieros que fueron mecenas de la campaña electoral del gobierno y sobre todo de las exigencias del establishment financiero internacional.
Esa conferencia que estuvo plagada de momentos discursivamente violentos ha sido aceptada por una gran porción de la población que naturaliza conceptos adquiridos a fuerza de ese habitus imperante en el mercado lingüístico como verdad absoluta
Ahora bien, esa conferencia que estuvo plagada de momentos discursivamente violentos ha sido aceptada por una gran porción de la población que naturaliza conceptos adquiridos a fuerza de ese habitus imperante en el mercado lingüístico como verdad absoluta, entonces un ciudadano que trabaja como agente del Estado Nacional se estigmatiza como un trabajador que no cumple su tarea, o sencillamente alguien que no trabaja y percibe un salario por el sencillo hecho de pertenecer al peronismo, no a cualquier fuerza política, sino al peronismo. En esta misma línea, el militante peronista pasa a ser una suerte de pesada carga para el financiamiento del Estado y su sola condición lo convierte en un ciudadano descartable en beneficio de la mayoría de la sociedad pulcra, despolitizada y “bientrabajadora”.
El Gobierno de Macri ha establecido como praxis despidos masivos y estigmatización de la militancia política en una suerte de caza de brujas que parece no tener fin.
Esta realidad parece insostenible sin la anuencia de la sociedad, para lograr el beneplácito social es imperioso un camino previo. Este “trabajo sucio” lo han realizado años de imput antiperonista, si se permite la metáfora, que se ha consumido como discurso dominante.
Parecería a juzgar por la violencia ejercida por Prat Gay en su conferencia de prensa, que estaría naturalizado por parte de la sociedad que un funcionario de alto rango por los medios masivos insulte con construcciones semánticas tales como “la basura que nos dejaron y estamos dispuestos a limpiar” o “no queremos que al Estado le sobre la grasa de la militancia”.
Ahora bien, estas aberraciones lingüísticas no podrían ser aceptadas si previamente no se hubiera abierto el camino de aceptación y naturalización de la violencia en el perverso juego semiótico al que se prestaron dirigentes políticos, periodistas, y personajes mediáticos de poca monta repitiendo conceptos tales como “ñoquis” “narcos” “corrupción” “inflación” “inseguridad” “la vieja política” y un sinfín de ejemplos que sería redundante transcribir para inocular en el inconsciente colectivo el rechazo a la política como herramienta de transformación social, era necesario convertir a la política en términos simbólicos en la “enemiga del ciudadano de bien”.
La violencia simbólica y la soberbia no implican el orgullo de lo que se es, si no el menosprecio de lo que jamás se llegará a ser
“El análisis de la aceptación dóxica del mundo –dice Bourdieu-, que resulta del acuerdo inmediato de las estructuras objetivas con las estructuras cognoscitivas, es el verdadero fundamento de una teoría realista de la dominación y de la política. De todas las formas de “persuasión clandestina”, la más implacable es la ejercida simplemente por el orden de las cosas.”
Pero lo que este gobierno no tiene en cuenta que esta sumisión dóxica en términos bourdieanos solo se aprecia en un sector de la sociedad, en un sector infimamente minoritario de manera permanente y un sector un poco más amplio que varía su grado de sumisión en función de variables insospechadas, demostrándolo en cada acto electoral y un sector infinitamente mayor ha adquirido un mayor interés por los acontecimientos políticos entendiendo que sí forman parte de su vida cotidiana.
El Gobierno de Macri aplica recetas que dieron resultado en una sociedad diezmada por la dictadura cívico militar, golpeada por gobiernos entreguistas y reiteradas frustraciones que generaban en el acervo personal de cada ciudadano la resignación determinista de haber nacido en Argentina, preparados para lo que venga y desarrollando un instinto de supervivencia a las crisis de características grotescas que atravesó el país.
Esas recetas formuladas por personajes como Prat Gay que fue responsable como la mayor parte del gobierno de la última crisis que sumergió a la Argentina en un infierno que parecía no tener final a principios de siglo, no serían acordes para enfrentar a un pueblo que ha comprobado empíricamente durante 12 años que el sino trágico de la Argentina-trampa en la que solo ganan unos pocos formó parte del gran mito construido por los poderosos.
La violencia simbólica y la sumisión dóxica acotada a un sector minoritario tendrá un correlato devastador para el gobierno de los CEOs, la soberbia no implica el orgullo de lo que se es, si no el menosprecio de lo que jamás se llegará a ser.
El peronismo es mucho más que una expresión política y más temprano que tarde los herederos de los grasitas de Evita, convertidos en exceso de colesterol estatal por un ministro que representa los intereses foráneos, taparán las arterias del cipayage colonizado para devolver al pueblo la felicidad y recuperar la grandeza de la Patria.