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7 de enero de 1986, moría en México, el escritor Juan Rulfo

Reina Roffe traza en un libro un cuadro singular sobre Juan Rulfo, su vida y su obra

Alejandro C. Tarruella

El escritor y el malentendido. Reina Roffe: “Juan Rulfo. Las mañas del zorro”, editorial “Mil Botellas”. La Plata, 2023.

Juan Rulfo es uno de los escritores únicos y perdurables por su escritura, su pensamiento, la trama misma de sus relatos en la América vibrante. La rara amalgama de su historia es atravesada por la singularidad de un creador que establece, según el trabajo abnegado y minucioso de la notable escritora argentina Reina Roffe, que los tiempos literarios tienen sus propias reglas, sus momentos, su misma reconstrucción encarada como un universo creativo. Hay en ella una suerte de malentendido amparado en la precisión de un juego donde el inconsciente del escritor tiene un rol decisivo y logra, entre sus propios fantasmas, la síntesis que a su vez, otros harán suya para urdir la propia trama de lo que creen haber leído, sentido y alcanzado.

La historia del México profundo de las primeras décadas del siglo XX, es en parte el territorio de la obra de Juan Rulfo, etapa de desencuentros y revoluciones, la de los cristeros entre ellas –un movimiento reaccionario nacido en la misma iglesia–, que condujeron al país a las controversias y a los callejones sin salida que iban a incidir en la misma vida familiar del escritor. Ese además, fue el campo de su escritura y sus fabulaciones permanentes, sus contradicciones y la misma elaboración de un lenguaje que por tener un piso en su propia tierra, se iba a convertir en universal, una voz en la voz de cada persona que alcanzara la dimensión de sus sentimientos en el arte.

Rulfo se iría convirtiendo en el artista de la palabra y la escritura, en las vicisitudes de una vida plena de complejidades tanto familiares como políticas, y sobre ese mapa iría a reformular los sucedidos en la medida de la elaboración de un mundo singular, apasionado, donde vivos y muertos –una medida propia de la cultura de México– podrían entremezclarse para dar pretendidas respuestas a esos acontecimientos, respuestas que a su vez podrían tener versiones diferentes según la propia fantasmagoría de su existencia. “Nunca he podido describir lo que veo, ni lo que cuentan, ni lo que oigo, nunca he utilizado las cosas reales para escribir”, recogerá Reina para fraguar su propia visión y revisión de Rulfo. Y recordará que para muchos, Rulfo es un escritor de imposible biografía o acaso, de una biografía abierta y creativa según se imponga.

Las mañas del zorro

Habría que adjudicar este estado de cosas a lo que el lector puede atrapar luego de leer, casi apasionadamente, el libro “Juan Rulfo. Las mañas del zorro”, de Reina Roffe, que hace conocer por estos días la editorial “Mil Botellas”, de la ciudad de La Plata. Ese esfuerzo, permite llegar a una suerte de legado literario no para comprender una obra sino para participar de una propuesta para ahondar en un mundo al que se puede acceder al modo con que cada uno, o un colectivo que lo aborde en grupo, logre asirse a la palabra y a la historia de un quehacer descomunal como lo es, establecer la historia de un pueblo para hacer de ella una relectura integral.

Reina deja en claro que con Rulfo toda palabra, todo fragmento de un relato, su consumación, están en duda porque el propio escritor traza una suerte de malentendido que parece ser por fin, una suerte de estratagema para decir acaso que la historia es un devenir entre ciertas verosimilitudes que surgen de una trama, pero también de una necesidad extrema, tan indolente como su misma exigencia de alcanzar simuladas certezas para dar el próximo paso. Así, la escritora establece las dudas sobre lugares y fechas de nacimiento del escritor. “Cordial y caballeroso, cuando quería; introvertido y tímido la mayor parte del tiempo, y con ese toque señero del hombre atormentado, Rulfo supo seducir al tímido y triste que hay en cada uno de nosotros. Desde ese lugar, instrumentó – a veces sin querer y otras queriendo– grandes enigmas en torno a su persona que, obviamente, suscitaron intriga y originaron un abundante material anecdótico que planea sobre los puntos conflictivos del escritor…”, establece Reina y recuerda que alguna vez, Rulfo dejó deslizar: “Por lo sombrío que soy, creo que nací a la medianoche” ahondando el mito que iba a gestarse sobre sus pasos en la tierra mexicana. Así surgieron en “El llano en llamas”, los cuentos y en “Pedro Páramo”, la novela con la que se afirmaría como escritor mexicano en todo el planeta. Sus amistades, sus cercanías, el trato afín con muchos escritores, muy bien trazado en el libro, amplían el horizonte de un reconocimiento sostenido en medio de las características distintivas de Rulfo.

Su obra podríamos establecer, se produce en los claroscuros de la existencia de un pueblo, en su humanidad y su contorno como si se pretendiera, posiblemente en vano, establecer alguna certeza que como el mismo ritmo de la brisa, se esfumaría casi de inmediato, dando lugar por ejemplo, a una permanente reescritura de los hechos que son dispersos y volátiles a la voluntad humana. Existe allí una decisión común de señalar cuáles son los episodios y qué significan para un colectivo, y es allí donde posiblemente Rulfo haya jugado toda vez que lograba un saber común de los mismos para poder hacer pie en ellos, al menos un tiempo. Hans–Georg Gadamer señaló que “Comprender lo que alguien dice es, como ya hemos visto, ponerse de acuerdo en la cosa, no ponerse en el lugar del otro y reproducir sus vivencias”. Y Reina observa en tanto que “toda travesía es intento de captar la esencia de un lugar a través de su visión de conjunto; hacerse con su realidad, pero también con el carácter ilusorio que la atraviesa; pasar por el tamiz de la subjetividad, la historia, el pasaje, las gentes; convertir en relato la experiencia de lo que nos ha sido comunicado”.

Los oficios del escritor

Así como su vida fue un claroscuro de sucesos en los que siempre estuvo presente su capacidad de lector voraz que iba de los clásicos, la tradición hispánica y latinoamericana, a la literatura nórdica o zonas que podían sorprender en lo profundo, Rulfo atravesó oficios diversos antes de contar con un trabajo que lo asentara y es posible que ese trayecto, se uniera a sus heridas del camino que hacían en lo esencial a una niñez y a una adolescencia atormentadas que él transformaría en palabra expansiva, abierta, transformadora en el horizonte de la literatura. Eso aparece muy marcado en la investigación y el tratamiento que realiza Reina Roffe con una profundidad conmovedora. Por eso, “Juan Rulfo. Las mañas del zorro”, va a ser una obra clave para ahondar en la vida y la obra del escritor.

Si “El llano en llamas” lo convirtió en uno de los mayores cuentistas de México, “Pedro Páramo” lo haría definitivamente universal desde la aldea de sus búsquedas, desde Comala donde los muertos atravesarían un regreso imaginario hasta consagrar lo que para el escritor sería un pasadizo atribulado y absorbente que pondría en cuestión a su propia vida. Su mundo personal estaría atravesado por esa historia conmovedora que estremecería a lectores de todo el mundo. Así Reina ahonda en sus pasos y recoge desde la obra hasta los amores escondidos como una revelación, que otra novela, imaginaria por cierto, de lugar a otra generación de espacios donde Rulfo renazca como parte de un regreso entre tantos en los que se hace protagonista de lo mejor de la novelística que se ha producido entre nosotros.

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