«Roma no paga a los traidores»
Urquiza traicionó a Rosas después de señalarlo con el beso de Judas. El General Lonardi a Perón. Y Cristina, más que a Daniel Scioli, a las esperanzas de la mayoría del pueblo argentino.
Por Alberto Lettieri, historiador, especial para InfoBaires24
¿Cómo explicar la traición? ¿Cómo aceptar que la Argentina sigue siendo el país del NoMeAcuerdo? ¿Cómo entender que el Proyecto Nacional encuentre siempre su límite en la defección interna, de quienes se presentaron como convencidos partidarios, para luego lanzar la estocada artera?
Los ejemplos están a la vista. Urquiza traicionó a Rosas después de señalarlo con el beso de Judas. El General Lonardi a Perón. Y Cristina, más que a Daniel Scioli, a las esperanzas de la mayoría del pueblo argentino.
Antes de avanzar en mis argumentos, deseo felicitarnos a tod@s l@s argentin@s, por la maravillosa demostración de cultura democrática del 22 de noviembre. A los que votaron por Mauricio Macri, a los que votaron por Daniel Scioli y a los que votaron en contra de Cristina Fernández de Kirchner.
Mauricio Macri es el nuevo presidente, en buena ley y con las armas que contempla el juego democrático. Algun@s incapaces de formular una mínima autocrítica adjudicarán la victoria a una exitosa campaña mediática. Otr@s descalificarán al pueblo argentino por sus supuestos desagradecimiento e ignorancia. Tod@s, en el fondo, saben que esos argumentos son absurdos: los media en general tuvieron siempre la misma actitud desde hace al menos 10 años. El pueblo no es una entidad a la que deba elogiarse cuando vota de nuestro lado, y denostarlo cuando lo hace en sentido inverso.
El pueblo no es una entidad a la que deba elogiarse cuando vota de nuestro lado, y denostarlo cuando lo hace en sentido inverso.
Más reflexión y más autocrítica, y menos sacarse las culpas de encima acusando al jardinero. No es de buenas personas. Quizá nunca lo hayan sido, y eso es lo que más espanta a los compañer@s del Proyecto Nacional en las últimas semanas: la sensación de haber estado durmiendo con el enemigo; de haberle confiado la conducción del espacio a quienes sólo buscaban medrar económicamente y ejercer un poder absoluto, cuasi monárquico, excluyendo a tod@s aquell@s que no formaban parte de la Corte. Y, lo que es aún peor, con un objetivo entre ceja y ceja, a partir del 27 de octubre de 2010: destruir al peronismo.
Los argumentos los he expuesto en otros editoriales anteriores: las ausencias oficiales en las celebraciones del 17 de octubre, la estatua de Perón que debió ser construída por Mauricio Macri, la no referencia al fundador del peronismo en el discurso oficial, salvo en contadas ocasiones en que resultaba instrumental.
Hay mucho más, por cierto: el papel protagónico asignado a una porción de intelectuales arribistas, pomposamente denominados como “Carta Abierta”, reconocidos por su odio acérrimo a las mayorías populares, al pensamiento nacional, y a todo aquello que no tuviese un tufillo parisino. O la rápida relocalización del nuevo Ministerio de Cultura en el barrio de Recoleta, tras la breve residencia de la fenecida Secretaría de Cultura de la Nación en la Villa 21-24.
Y es que, a partir de aquel nefasto 27 de octubre de 2010, rodeados de oscuras circunstancias que resultará necesario aclarar, todo empezó a cambiar. Paulatinamente, el peronismo fue expulsado pacientemente del “modelo”, Néstor fue convertido en un padre fundador al que se le adjudicaban ideas y proyectos que no tuvo, y el kirchnerismo –o, más propiamente, el Cristinismo- pretendió asimilarse con una nueva versión del Proyecto Nacional y Popular: monárquica, cortesana, mesiánica.
Una especie de versión postmoderna del pensamiento de la Ilustración europea del Siglo SXVIII, cuyo lema –recordemos- era “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Para ello, debía considerarse que ese pueblo experimentaba una situación de permanente minoridad, de infantilización, y no debía ser tenido en cuenta más que cuando expresaba su aclamación y agradecimiento hacia aquellos que trataban de narcotizarlo con relatos legendarios.
Así, no sorprendió que un Jefe de Gabinete decidiera proclamar a los cuatro vientos que el índice de pobreza de la Argentina era inferior al de Alemania. Lo que sorprendió fue el momento: en medio de una vergonzosa definición de las PASO del FPV para la gobernación de la provincia, con una sociedad hastiada de la soberbia de la reina y de sus cortesanos, el círculo áulico le bajó el pulgar a dos compañeros de larga militancia peronista, como Julián Domínguez y Fernando Espinoza, para posibilitar un tórrido acuerdo que incluía al bufón, a la agrupación encargada de la Subcomisión de Fiestas Infantiles, y a un notorio escalador, caracterizado por su tradicional militancia dentro del gorilaje internacionalista.
A partir de aquel nefasto 27 de octubre de 2010, el peronismo fue expulsado pacientemente del “modelo” y Néstor fue convertido en un padre fundador al que se le adjudicaban ideas y proyectos que no tuvo
La sociedad quedó hastiada hasta lo más íntimo, incluyendo a propios y extraños. L@s que viven en la Provincia de Buenos Aires tienen hij@s y valoran su vida. Y quieren seguir teniéndolos.
Así, como la gota termina por horadar la piedra, la infalible capacidad de seducción autoatribuída de otrora se fue reduciendo a los límites estrechos de los denominados “patios militantes” de la Casa Rosada.
La historia, dijo un célebre filósofo alemán, se repite, una vez como comedia y otra como tragedia. Néstor vino a proponernos un sueño, de la mano de Daniel Scioli. Cristina vino a proponernos una pesadilla, de las manos de la Cámpora, Nuevo Encuentro, Carta Abierta, y demás favoritos del entorno.
Más aún, vino a imponernos un sucesor, y tuvo éxito: el nuevo presidente de tod@s l@s argentin@s: el Ingeniero Mauricio Macri. Sólo así se explica el consenso unánime entre los medios de señalar a la actual Presidenta como principal responsable de la derrota electoral y también como una de las principales vencedoras, en su nuevo rol de flamante jefa de la oposición, a partir del 10 de diciembre.
Ni siquiera se detuvo a esperar que la candidatura de Daniel Scioli tuviera su acta de defunción. Tanto el último de los patios militantes, cuanto ayer en plena vigencia de la veda electoral, aprovechó la presencia de las cámaras al momento de depositar su voto para comunicar a la sociedad toda la asunción de sus nuevas funciones. Política curiosa la nuestra: el anciano juez Fayt presentó su renuncia con fecha 11 de diciembre, el mismo día en que Cristina decidió asumir su nuevo cargo.
Néstor vino a proponernos un sueño, de la mano de Daniel Scioli. Cristina vino a proponernos una pesadilla, de las manos de la Cámpora, Nuevo Encuentro, Carta Abierta, y demás favoritos del entorno.
¿En qué manos estuvimos? –preguntaban conmocionad@s anoche much@s compañer@s en las calles aledañas el bunker de Daniel Scioli. La Cámpora y Nuevo Encuentro festejando la derrota, que no era otra cosa que el triunfo de Cristina: imponer a un sucesor vencedor por apenas un puñado de votos, haber hecho estallar en mil pedazos al movimiento peronista, destruir las finanzas y el crédito público y asegurarles a sus cortesanos un destino dorado como parlamentarios de un Parlasur que comenzará a reunirse en las postrimerías de sus mandatos, o como miembros de plantas estatales multiplicadas hasta el hartazgo, a partir del simple requisito del reconocerse públicamente como “soldado de la jefa”.
Los jóvenes de otras agrupaciones, menos apegadas a la bolsa y más consecuentes con la dimensión abstracta del relato oficial, no alcanzaban a salir de su espanto. Se negaban a aceptar el fin de un ciclo de la vida argentina, aguijoneados por expectativas apocalípticas y de cierre de oportunidades.
¿Quiénes fueron nuestros aliados?-interrogaban entre sollozos. ¿Al final Sergio Massa, descalificado como supuesto traidor a partir de su decisión de no avalar el sueño de una “Cristina eterna”, al oponerse a la reforma constitucional que lo hubiera posibilitado, fue un compañero esclarecido al que no supimos comprender? ¿Florencio Randazzo fue un traidor o un héroe, con su decisión de oponerse al manoseo habitual del Cristinismo, y dar un portazo luego de ser desplazado de su candidatura intempestivamente, por la voluntad real, mientras su jefe de campaña, Carlos Zannini, pasaba a convertirse en compañero de fórmula de Daniel Scioli?
Cristina vino a imponernos un sucesor, y tuvo éxito: el nuevo presidente de tod@s l@s argentin@s: el Ingeniero Mauricio Macri.
¿Daniel Scioli equivocó su estrategia en su relación con el Cristinismo? De ser así, ¿tomó la decisión desacertada ahora, o en 2013, cuando liquidó a último momento el acuerdo que lo unía a Sergio Massa y a Francisco de Narváez, privilegiando una lealtad no correspondida por encima de estrictos intereses personales y políticos?
Las preguntas son interminables y, por cierto, imposibles incluso de plantear en un breve artículo. Con presiones, agresiones y momentáneos coqueteos, Cristina fue aislando a Daniel de todos aquellos que, sin formar parte de su círculo más estrecho, pretendía acompañarlo en su patriada.
Omar Perotti y Juan Manuel Urtubey fueron los últimos. A tiempo apenas para preservarse y jugar, tal vez con Sergio Massa y Florencio Randazzo, un rol clave en la indispensable renovación del movimiento peronista que se impone.
En cambio, y paradójicamente quizás, los destratos de Cristina, la soledad pasmosa en que la dirigencia fue dejando a Daniel Scioli, por decisiones propias y por cálculo ajeno, fue sellando el vínculo entre el gobernador bonaerense y el pueblo argentino. La imagen de esos zapatos embarrados en pleno acto presidencial, rodeado de trajes importados y vestidos y calzados principescos, conmovió la fibra más íntima del pueblo argentino. De TODO el pueblo argentino.
Para algunos, era uno de nosotros, un Quijote pampeano acometiendo en solitario contra los molinos de viento. Para otros, simplemente la prueba de que jamás podría quitarse de encima la funesta sombra de Cristina Elizabeth Fernández. Y así votaron: un@s a favor de recuperar la esencia del peronismo; otr@s, convencid@s de que sólo la candidatura de Mauricio Macri podría acabar con una etapa caracterizada por la soberbia. Unos terceros, finalmente, siempre se sintieron partícipes del espacio de Cambiemos, y le adjudicaron al candidato popular el mismo trato que le dispensó Cristina y sus acólitos: el desprecio.
Cristina y Mauricio son bastante similares. Para ambos la cultura es Recoleta y no la Villa 21-24, aunque saben que las elecciones se ganan con los votos de Recoleta pero, sobre todo, con los de la 21-24.
Y esto es así, naturalmente, porque sociológica y culturalmente Cristina y Mauricio son bastante similares. “Mauricio baila como yo” –celebró más de una vez la Presidenta saliente. Para ambos la cultura es Recoleta y no la Villa 21-24, aunque saben que las elecciones se ganan con los votos de Recoleta pero, sobre todo, con los de la 21-24.
El Pro se ha revelado, durante 8 años de gestión, como heredero dilecto del menemismo, y muchos de sus protagonistas son coincidentes. Cristina también. Los trabajadores pagan impuesto a las ganancias, y los bancos y accionistas se encuentran protegidos de la mirada del fisco.
Cristina sostuvo el crecimiento del Pro inmovilizando al PJ porteño, subordinándolo a su proyecto nacional, expulsando al peronismo de las candidaturas, apoyando desde las bancadas de la Legislatura a través de la bancada del FPV todos los incrementos en el ABL, endeudamientos inéditos en dólares, subsidiando los consumos y servicios de los votantes del Macrismo.
Como cierre de este proceso de supuesta revancha de los perdedores de los años ’70 de la mano de alguien que nunca fue luchadora ni peronista, llegó la manipulación de la sucesión. “Te odian, Daniel, te odian” –fue la advertencia honesta de Perotti antes de dar el portazo. “Hay que negociar con los buitres sin ponerse de rodillas” –declaró Urtubey, antes de ser descalificado y tomar una decisión similar. “Es necesario recuperar la república” –había sostenido Sergio Massa en 2013, al justificar la necesidad de una alianza peronista contra la desperonización impulsada por el Cristinismo.
Daniel Scioli, sin embargo, siguió adelante, convencido de los riesgos para la continuidad del proceso de inclusión de los sectores populares que significaría un quiebre abrupto con Cristina Elizabetg Fernández. Y casi lo logra. Pero en política nadie recuerda al perdedor, y apenas un 1,7 % de los votos faltaron para demostrar que su estrategia era la correcta.
Por el lado del peronismo, los nombres de Urtubey, Massa, Perotti, Randazzo, y también del propio Daniel Scioli si supera el mal trago de esta experiencia electoral, serán los responsables de impulsar la indispensable renovación.
Del otro lado, la comandante de la derrota y una de las principales vencedoras de las elecciones de ayer recibirá, frotándose las manos, al nuevo presidente. SU PRESIDENTE. El que eligió para retornar dentro de 2 años como Senadora o Diputada, y dentro de 4 como presidenta, rodeada por la aclamación popular. Razonamiento propio de un relato legendario, pero escasamente compatible con la experiencia histórica.
“Roma no paga a los traidores”, expresó Escipio 150 años antes del nacimiento de Cristo, cuando se presentaron frente a él quienes habían entregado al jefe de los rebeldes lusitanos, Viriato. Urquiza traicionó a Urquiza para caer en manos de Mitre, y terminar asesinado por la espalda por mano federal. Lonardi traicionó a Perón, pero rápidamente fue desplazado por Aramburu-Rojas, para pronto morir a consecuencia de un cárcel terminal.
¿Y Cristina? Personalmente, les aconsejo a l@s compañer@s acabar con las burlas y ninguneos hacia Mauricio Macri. Ocho años de gobierno en la CABA demuestran que no es De la Rúa. Con sólo aplicar una política moderada, con acuerdos precisos y respaldo de los media y del poder financiero internacional, lo suyo no será una transición hasta 2019, tal como lo pronostica el proyecto de “Cristina eterna”.
Por el lado del peronismo, los nombres de Urtubey, Massa, Perotti, Randazzo, y también del propio Daniel Scioli si supera el mal trago de esta experiencia electoral, junto con una nueva dirigencia surgida en el marco de esta candidatura sostenida con el sudor y el bolsillo de la militancia, serán los responsables de impulsar la indispensable renovación.
¿Y Cristina? ¿Se aplicará para ella la admonición de Escipio, “Roma no paga a los traidores”’ ¿O demostrará, una vez más, que su capacidad de cálculo político sigue intacta?
No fue magia, compañer@s. Las cartas están expuestas.