El país de Nomeacuerdo
(Por Lic. Alma Rodríguez, docente de la UBA, miembro del Colectivo LIJ)
En el país de Nomeacuerdo pensábamos que nunca más íbamos a tener que reclamar por un desaparecido; en el país del Nomeacuerdo creíamos que era irrisorio que hubiera presos políticos; en el país de Nomeacuerdo estábamos convencidos de que ya estaba saldada la discusión acerca de los derechos humanaos. En el país de Nomeacuerdo se publicaron dos novelas destinadas a adolescentes que rescatan el tema de la memoria, los desaparecidos durante la dictadura y los derechos humanos. Se trata de Los que volvieron de Márgara Averbach (editorial Sudamericana, colección novela joven) y Matilde de Carola Martínez Arroyo (editorial Norma, colección Zona libre). Estas dos novelas escritas por mujeres y que narran historias vinculadas a dichas problemáticas fueron incluidas en el catálogo White Ravens 2017 elaborado por la Internacional Youth Library de Alemania. Las autores reconocidas este año serán presentadas en la Feria del libro de Frankfurt, una de las ferias y uno de los eventos culturales dedicados al libro más prestigiosos del mundo.
Este hecho permite no sólo destacar la importancia y relevancia de estas obras en cuanto a su enorme calidad literaria, sino que además hace posible repensar la importancia de su reconocimiento y su difusión en el exterior en esta coyuntura nacional tan particular en la que, por un lado, surge la recurrente pregunta acerca de dónde está Santiago Maldonado y por otro, se intenta desdibujar e insistir con la estigmatización a partir del vínculo de los jóvenes con la práctica política.
En su libro titulado Hacia una literatura sin adjetivos, la reconocida escritora y ensayista María Teresa Andruetto sostiene dos ideas que vale la pena rescatar para entender algo de lo que está ocurriendo en estos días en el país del Nomeacuerdo en relación a las temáticas vinculadas con la literatura, la memoria y los adolescentes.
Por un lado, cuál es la función de la literatura y la ficción dentro de una sociedad y sobre esto dice: “Los lectores vamos a la ficción para intentar comprendernos, para conocer algo más acerca de nuestras contradicciones, miserias y grandezas, es decir, acerca de lo más profundamente humano.” Es por esto que “el relato de ficción sigue existiendo como producto de la cultura, porque viene a decirnos acerca de nosotros de un modo que aún no pueden decir las ciencias ni las estadísticas.” En otras palabras, la literatura es ese discurso que viene para hablar de nosotros y hablar de lo que nos pasa desde otro lugar que no es el periodismo ni la ciencia ni la historia por ejemplo.
La otra premisa de la cual parte Andruetto tiene que ver con darle un lugar a cierto tipo de literatura dedicada a los niños, niñas y adolescentes. Y a partir de allí plantea: “Se le atribuye a la literatura infantil la inocencia, la capacidad de adecuarse, de adaptarse, de divertir, de jugar, de enseñar y, sobre todo, la condición central de no incomodar ni desacomodar, y así es como están muy poco presentes otros aspectos y tratamientos, y cuando lo están aparecen con demasiada frecuencia teñidos de deber ser y obediencia temática o de sospechosa adaptabilidad curricular. ¿Los autores de textos y de ilustraciones son conscientes de esta situación? ¿O contribuyen con inocencia peregrina al funcionamiento de la rueda?”
Tanto la novela de Márgara Averbach como la de Carola Martínez Arroyo constituyen un ejemplo de incomodidad y desacomodo a la vez que no contribuyen en absoluto con la inocencia peregrina al funcionamiento de la rueda. Y ese es su gran mérito. En principio porque ambas abordan la relación entre literatura y memoria y, como un hecho consecuente, plantean la posibilidad de un lector niño, niña/adolescente que puede erigirse como lector atemporal y no como lector pequeño por ser niño.
Matilde es una novela que trata sobre una niña cuya infancia transcurre durante la última dictadura chilena y que pregunta permanentemente por la identidad de su padre desparecido. Es una niña que vive en Santiago de Chile, rodeada de mujeres, tiene ocho años y va a la escuela fiscal número 65; una niña que luego se convierte en una joven de 19 años que habla con acento mexicano producto del exilio. En Matilde está presente el relato de todas esas cosas que conforman la experiencia compartida y que, como hija de desaparecido, la unen a otros hijos de desaparecidos de este lado de la cordillera, que transitan por lugares ineludibles: la necesidad de guardar un secreto, la imposibilidad de visitar casas de pares, la necesidad de protegerse en otros adultos por cualquier cosa que pudiera llegar a pasar. Es así que esta niña debe construir su identidad y su memoria a partir no sólo de diversos actos de rebelión sino de una doble vida formada por lo que es, por lo que debe ocultar frente a lo que está obligada a ser, lo que se dice y lo que no se dice. Y sabe cómo utilizar la palabra como forma de resistencia frente al horror.
Dice Carola Martínez Arroyo en diálogo con Infobaires24: “Es tremendamente emocionante. Una tremenda distición formar parte de una selección de solo 200 títulos en diferentes lenguas. Un catálogo con un enorme prestigio y que pone a los títulos seleccionados en vidriera. Eso como autora es un privilegio que me da mucha emoción. Que se haga además en la Feria de Frankfurt, la más importante en temas de ventas de derechos habla, creo, de una necesidad de circulación de los libros para niños y jóvenes.
Sobre el hecho de que las dos novelas que seleccionó el catálogo de Argentina toquen el tema de los desapararecidos habla por un lado de la producción y de la permanencia del tema. Y por otro habla de los libros que la Internationale Jugendbibliothek está leyendo y seleccionando. De lo que los especialistas están mirando. Los desaparecidos por el Estado son un tema en nuestro presente además, no estamos hablando de las dictaduras militares. En Chile y Argentina José Vergara. José Huenuman, Julio López, Santiago Maldonado son nuestros presente, en ese sentido no estamos hablando del tema de la memoria.”
Los que volvieron cuenta una historia inspirada a partir de un hecho real: en el año 2003 un grupo de alumnos de una escuela secundaria de un pueblo de Santa fe, y a partir de un trabajo práctico que les encarga una profesora, lleva a cabo una investigación sobre dos cuerpos NN enterrados en el cementerio del pueblo. El informe llega a organismos de derechos humanos y a partir del trabajo de Antropología Forense el grupo de alumnos logra restablecer la identidad de una joven pareja de militantes. Se trata de la historia de Yves Domergue y Cristina Cialceta –él, francés y ella, mexicana- ambos desaparecidos y asesinados por las fuerzas de represión durante la última dictadura militar.
Consultada Márgara Averbach acerca de la importancia de este premio, cuenta en una charla con Infobaires24:
“En cuanto a los White Raven, reciben libros de más de
50 países en muchos idiomas y eligen unos 200 por año, que es poco.
Puede haber muchos años sin libros de un país… Yo no me lo esperaba y
me hizo mucho bien porque es una novela que quiero y que siento como
lograda. Significa un reconocimiento internacional.”
Pero, más allá del reconocimiento personal de su obra, Márgara nos dice acerca de cuál es su lectura en relación al hecho de que dos libros referidos a la memoria sean elegidos en el exterior en este momento tan particular de nuestro país en el que resurge la figura del desaparecido y en el que se ha retrocedido en materia de derechos humanos y agrega:
“En cuanto a que los dos libros argentinos elegidos se refieren a la
dictadura, lo que puedo decir es que me alegro enormemente porque creo
que en este momento se está volviendo atrás en cuanto a políticas de
derechos humanos, se está discutiendo mucho lo que antes parecía
saldado: que la dictadura fue un momento indefendible en el que se
rompieron todas las reglas sociales…, se está defendiendo a los genocidas y
hasta se deja que hablen y se defiendan o digan que están de acuerdo con
los actos de la Gendarmería en las reservaciones mapuches. Creo que es
una alegría que este tipo de libro se premie afuera…, ayuda a recordar de
dónde venimos y adónde habíamos dicho que Nunca más íbamos a volver…”
No es la primera vez que Averbach se interesa por la temática de los desaparecidos. Ya lo hubo hecho hace un tiempo en El año de la vaca, novela que narra la historia de una joven que recupera su identidad durante el quinto año de su secundaria.
En el caso específico de la literatura, apelar a la narración de la Historia es una decisión más que una opción: frente a la posibilidad planteada, la incorporación o no de la Historia implica la conformación de dos tipos de literatura muy diferentes así como diferentes representaciones de infancia/ adolescencia y de lector: una en la que los niños, niñas y adolescentes permanecen al margen de la Historia y otra en las que los niños, niñas y adolescentes no son subestimados por los adultos y, en definitiva, no permanecen al margen de una lectura desde el compromiso
Dicen las voces de los desaparecidos en Los que volvieron: “Alguien quebró con un martillo las palabras grabadas en el cementerio gris: “NN”, “NN”, decían las tumbas. Ahora dicen lo que fuimos. Sobre el cementerio partido y alisado de nuevo, los chicos escribieron las fechas y los nombres con marcadores nuevos”. Porque, claro, en el país de Nomeacuerdo muchos de esas chicas y esos chicos que hoy luchan por sus derechos desde sus escuelas, desde sus aulas, desde las calles son también quienes permitirán que continúe inquebrantable la búsqueda de la verdad, la justicia, la memoria y la identidad. Y son quienes, con sus lápices, sigan escribiendo la historia.