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Roberto Caballero: «No oyen, ni sienten, ni saben»

 

Roberto Caballero Pasó en el programa de Gustavo Silvestre, en C5N. Había dos legisladores macristas en el piso. Del otro lado, algunos kirchneristas, entre ellos, Edgardo Depetri. Se discutían todos los temas. Cuando los macristas ya no sabían qué responder, comenzaron a hablar de la “pesada herencia recibida” para justificar acciones o inacciones del oficialismo. Depetri, hábil, los dejó decir. Pero cuando pudo intervenir sacó a relucir un documento que había sido publicado por el periodista Werner Pertot en Página 12, hace dos semanas.

Se trata del prospecto que el gobierno de Cambiemos presentó en Estados Unidos para atraer a inversores extranjeros. Es un documento oficial titulado “Argentina: tierra de oportunidades”, donde se pueden leer, entre otras cosas, las siguientes definiciones:

* “Argentina tiene una economía robusta”.

*  “Es la tercera más grande de la región después de Brasil y México”.

* “El mayor PBI per cápita en la región después de Chile”.

* “Con menos del 75 por ciento del empleo en el sector servicios”.

* “Menos del 6 por ciento de desocupación”.

* “98 por ciento de alfabetismo y 110 mil graduados de educación universitaria por año”.

* “Primero en los índices de desarrollo humano y educación y con el coeficiente Gini más bajo de la región”.

* “Con un sólido esquena institucional, con más de treinta años de gobiernos democráticos estables, con cinco cambios de signo político desde 1983”.

* “Con leyes y marcos regulatorios inspirados en los mercados desarrollados”.

* “Tiene también una infraestructura bien desarrollada, que incluye 43 puertos, 54 aeropuertos y más de 35 mil kilómetros de rutas y vías de trenes”.

* “Una baja relación deuda/PBI, del 13 por ciento”.

Como se puede advertir, una descripción más bien lejana de la “pesada herencia” que el macrismo utiliza para justificar tarifazos y persecusiones. Con logros que el oficialismo no se puede atribuir en cinco meses de gobierno, eso también está claro.

Depetri sacó el documento y se lo puso a leer. La reacción de los macristas en el piso fue, primero, de desconcierto. Después, pasaron directamente a la negación. Que era mentira, dijeron a coro. Como el documento es oficial y está en manos de todos los inversores del mundo, la escena fue un papelón. Desconocieron lo evidente. Se burlaron de la audiencia. Como si eso no tuviera costo alguno.

Pero lo ocurrido no deja de ser un síntoma. El gobierno se encierra en sus certezas de manual mientras la realidad va por otro lado. Así como niegan ese prospecto que los hace quedar, de mínima, como falaces, afirman sin que se les mueva un músculo de la cara que no se está destruyendo sino creando empleo, que en el “tercer semestre” del año las cosas van a mejorar, que la inflación está bajando, que no se trata de tarifazos de agua, luz, gas, nafta y transporte sino de “sinceramiento” de precios, que ya están llegando inversiones a raudales, en definitiva, que la revolución de la alegría es un éxito mientras lo único que verdaderamente crece en el país, además del costo de vida, es la tristeza y la incertidumbre generalizadas.

Gobiernan para un país imaginario que existe solo en las sobremesas de Durán Barba, donde los años tienen tres semestres, la gente es feliz cuando pierde el trabajo y el dolor colectivo es la medida del acierto

Es tal el ensimismamiento del oficialismo, que ahora atribuyen el malhumor ciudadano a una falla en la comunicación. Aranguren dice que aumenta la nafta y que el que no la pueda pagar deberá dejar de hacerlo, así, muy suelto de cuerpo, y el error estaría en la comunicación. No en las políticas neoliberales: en la comunicación.

Y ahí sale corriendo hacia Palermo Marcos Peña, el jefe de Gabinete, para explicar ante la tribuna adicta de Intratables que le duele lo que pasa, como a todo el mundo, pero que esto malo que está pasando es lo mejor que nos puede pasar. Insólito.

Algunos explican este aislamiento de la realidad en base al cinismo. Puede ser que haya algo de eso. Lo que se ve es un profundo encierro. Los funcionarios viven en una cápsula. Ni siquiera registran lo que pasa. O si lo registran, lo interpretan en clave negadora hasta lo desopilante.

El relato M es un máscara. Detrás de la saga de bolsos y bóvedas y allanamientos de Baéz, no hay nada. Salvo un grupo de gerentes descubriendo cómo es el Estado desde adentro. Sorprendidos ellos mismos porque no tienen mucha idea de lo que hay que hacer, ni cómo.

Cuando hablan de pesada herencia encubren, en realidad, su propia morosidad para la comprensión de aspectos básicos de la gestión de gobierno de un país tan complejo como el nuestro, donde además de empresas hay sindicatos y gente.

Porque es una obviedad que no se baja la inflación aumentando los precios, ni se cuida el empleo con la apertura indiscriminada de las importaciones, ni se ayuda a las pymes con tasas del 40 por ciento, ni se combate la pobreza hundiendo a cada vez más argentinos en ella.

Cinco meses es toda una vida cuando la administración queda en manos de inexpertos hiperideologizados capaces de mostrar como un acierto que Aerolíneas no volará más a Cuba, al mismo tiempo que atracaba en La Habana el primer crucero estadounidense en 60 años.

Tenemos un gobierno que no oye, no siente, ni sabe qué es lo que está ocurriendo en la calle, en los barrios, en las universidades, en los talleres y en las provincias.

Gobiernan para un país imaginario que existe solo en las sobremesas de Durán Barba, donde los años tienen tres semestres, la gente es feliz cuando pierde el trabajo y el dolor colectivo es la medida del acierto.

Así estamos.

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