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El reino del revés

Por Alma Rodríguez

Como un chiste de pésimo gusto, luego de la decisión de la jueza Graciela Cione  y los dichos de Macri en su defensa, Daniel Oyarzún, conocido mediáticamente como “el carnicero”, recuperó su libertad. «Fue un momento de impulso. Lo quería parar nada más, seguirlo, para recuperar lo que es mío.”, afirmó el acusado beneficiado por la excarcelación como si eso bastara para quedar eximido de un asesinato.

El hecho ocurrido esta semana generó la exaltación de la más clara ideología conservadora centrada en el gorilaje clarinista y TNista que, a viva voz, por todos los medios posibles pedían la pena de muerte y la justicia por mano propia. Pudo leerse en fb publicaciones del tipo “Yo apoyo al carnicero. Compartí si vos también” y todas las cadenas semánticas posibles alineadas al ajustamiento de la víctima y la exaltación del victimario como si el patrón ideológico fuera “La patria soy yo, yo y nadie más que yo”. Y claro, el mismo carnicero lo dijo al afirmar que lo hizo para recuperar lo suyo, unos pesos de su caja, terminar con una  vida ajena a cambio de unos pesos, una moneda de cambio a cambio de la vida de una persona. Los mismos que bogan en contra del aborto por defender la vida salieron en defensa del carnicero que salió a matar por unos billetes. ¿Cómo se resuelve esa enorme contradicción?

Al tiempo que alguien que ya mató, que YA es un asesino, recuperaba su libertad con toda la legitimación instititucional posible y como si fuera poco con el presidente de la Nacíón a la cabeza, en otro lugar de Ciudad gótica (un poco en broma y un poco no, considerando a lo gótico como una metáfora de un lugar donde prima lo oscuro), Milagro Sala sigue presa.

Ella que NO mató a nadie, ella que cuenta con el apoyo de organizaciones internacionales en defensa de los derechos humanos y con el apoyo de agrupaciones y sectores de todo el ámbito nacional, sigue privada de su libertad. ¿Cómo se resuelve esa enorme contradicción?

Ambos casos resultan emblemáticos para entender de qué lado estamos parados: la patria soy yo o la patria es el otro. Porque este gobierno, que llegó al poder de la mano de las corporaciones para poner en marcha un plan de ajuste en contra de las grandes mayorías populares, necesita de un carnicero afuera y una presa política adentro. Porque, entre muchas otras cosas, no se bancan que una dirigente social haya organizado, empoderado y concientizado a un montón de gente y que, junto al proyecto de Néstor y Cristina haya acompañado la transformación del “yo”, estigma de la patria individualista y del sálvese quien pueda ( y de la Campaña al desierto, ya que estamos sumando a la cuenta),  en el “nosotros”, en el otro como idea de patria. Es clarísimo que este gobierno para quien Milagro resulta un “malestar” necesita de un carnicero que represente el “bienestar”, clara defensa de lo que para ellos es el emblema de la propiedad privada y de la meritocracia gracias, y solamente gracias, al esfuerzo individual.

 

 

 

 

 

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