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¿Quo vadis, Argentina?

Según una antigua tradición cristiana, cuando en el año 64 dc el Emperador Nerón inició una persecución contra los cristianos, Pedro, unos de los discípulos de Jesucristo, decidió escapar para poner a salvo su vida. Cuando marchaba por la Via Apia, se le cruzó el propio Jesucristo, cargando su cruz. Sorprendido, Pedro le preguntó: “¿Quo vadis, Domine? (¿A dónde vas, Señor?)”, a lo que Jesucristo le respondió: “Romam vado iterum crucifigi (Voy hacia Roma para ser crucificado nuevamente)”. Ante la respuesta, Pedro se sintió avergonzado, y retornó a Roma para continuar con su sacerdocio, lo cual le costaría ser crucificado cabeza para abajo y martirizado. Salvando las distancias, la misma pregunta podríamos formularnos en este momento, en el marco de los tironeos de la transición política y ciertos anuncios e indicadores intranquilizadores.

Escribe Alberto Lettieri, historiador, especial para InfoBaires24

En los próximos días, después de más de 12 años de gobierno, el proyecto nacional deberá dar un paso al costado de la escena nacional. Las alforjas no quedan vacías. La refundación del Estado, el crecimiento exponencial de la economía, las políticas de inclusión social, la redistribución de la riqueza, la recuperación de áreas y empresas estratégicas asociadas con la soberanía nacional, el relanzamiento de la Argentina en el concierto internacional, el impulso de la integración latinoamericana, el desendeudamiento…Demasiados logros para sintetizar en tan breve espacio.

Entre el “que se vayan todos” del 2001 y el regreso de muchos de ellos dentro de 48 hs, mucha agua habrá corrido por debajo del puente. Néstor Kirchner nos aseguró que no estaba dispuesto a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno. Hoy, Mauricio Macri podría afirmar lo mismo. Sólo que tales convicciones se ubican en las antípodas unas de otras, y ya las primeras señales anuncian un horizonte intranquilizador.

El anunciado “fin de ciclo” está golpeando las puertas, y ya comienza a divisar su nuevo rostro. El presidente electo por voluntad de la mayoría popular, Mauricio Macri, no necesitó aguardar a esa fecha para comenzar a concretar aquellas advertencias que realizadas en la etapa preelectoral, y que los medios hegemónicos pretendieron descalificar denunciando una supuesta “campaña del miedo”.

El Presidente electo por voluntad y elección de la mayoría desmemoriada, anticipó la devaluación, y cumplió. El fin de las retenciones, y cumplió. La necesidad de inclinarse ante los fondos buitres, y también está cumpliendo.

Ahí están los primeros anuncios. El ministro Alfonso Prat Gay pidendo autorización ante sus patronos del gran país del norte para implementar su política de ajuste. Otros ministros celebrando a la Fusiladora, las desapariciones y la entrega del patrimonio nacional. El marido de María Eugenia Vidal, y nuevo intendente de Morón, Ramiro Tagliaferro, negándose a participar de un homenaje a desaparecidos y familiares de desaparecidos, a tono con el repudiable editorial de La Nación del día después de la segunda vuelta electoral.

No es eso todo, pese a que aún la fecha fijada para el cambio de ciclo no ha llegado, es posible advertir una conducta dictómica de los vencedores, aunque para nada sorprendente. El Presidente electo por voluntad y elección de la mayoría desmemoriada, anticipó la devaluación, y cumplió. El fin de las retenciones, y cumplió. La necesidad de inclinarse ante los fondos buitres, y también está cumpliendo.

Por el contrario, el ministro Prat Gay afirmó que el fin del denominado “cepo” deberá esperar, sin precisar plazo alguno y, lo que es peor, en lugar de cumplir con su promesas de incrementar el mínimo no imponible para el cálculo del impuesto a las ganancias, Macri acaba de anunciar que incluso el medio aguinaldo será devorado por la avidez recaudatoria del Estado Liberal. El 10 de diciembre aún no ha llegado y, sin embargo, la inflación ya ha hecho estragos en la canasta básica de las familias, atacando selectivamente a los consumos básicos de los sectores populares. ¿Sorpresa? El que avisa no traiciona…

Harto ya de las discusiones en torno a la transmisión del mando presidencial, el nuevo presidente adoptó el trato habitual de cualquier empresario, al momento de anunciarle a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner que el que pondría las condiciones, entre “gritos y maltratos a una mujer sola”, tal como denuncia el activo Twitter de la dama afectada.

En estas mismas páginas denuncié lo que a mi juicio, y a juicio de muchos, fue un inadecuado comportamiento de CFK durante la campaña electoral, que terminó por condenar a la derrota la candidatura de Daniel Scioli. Varios deploraron mis afirmaciones, o las juzgaron inoportunas. Muchos más sostuvieron que eso era parte de una estrategia para propiciar su pronto retorno.

Otros, en cambio, dijeron que se trataba de simple miopía política. A esta altura, y en virtud de los fabulosos desafíos que deberá afrontar el campo popular en los próximos años, ese debate comienza a convertirse en bizantino. Y no por benevolencia concesiva frente a la vocación de protagonismo exacerbado de algunos, o al egoísmo y faccionalismo demostrado durante, al menos, los últimos dos años de gestión. Es la cuestión de fondo la que impone postergar ese debate, ya que lo que parece estar en juego es la Patria. Asi es, la Patria, un concepto romántico que conmueve a los corazones sensibles, y que genera la burla de los operadores del mercado.

El recambio presidencial generó distintas expectativas y posicionamientos dentro de las fuerzas políticas. Algunos sostuvimos que correspondía aceptar la voluntad popular, llevar a cabo una transición ordenada, y luego actuar en consecuencia, no a través de prejuicios o preconceptos –que no eran infundados, de todos modos-. Después de todo, el pueblo se había expresado. De manera bastante ambigua, es cierto. Pero, pese a ello, sobraban ejemplos como el del propio Néstor Kirchner, sobre cómo el ejercicio del gobierno permite a veces suplantar una legitimidad de origen defectuosa.

Quizá Mauricio Macri tenga la sabiduría suficiente para organizar una especie de gobierno de coalición incluyendo a radicales, peronistas, socialistas, renovadores y sindicatos, para de este modo avanzar en el proceso de construcción de la soberanía y potenciar la calidad del sistema republicano. Brevemente, el cambio de estilo político anhelado por buena parte de los votantes que sin ser del Pro le dieron la victoria electoral.

Las primeras decisiones, aún antes del cambio de gobierno, parecen desmentir esta hipótesis. Más aún, varios ya comienzan a advertir que se han colocado en situación bastante incómoda, más allá de los beneficios inmediatos que puedan obtener de haber formado parte explícitamente de Cambiemos. ¿Cómo hará, por ejemplo, Hugo Moyano, paladín en la lucha contra el neoliberalismo en los años 90, para justificar su apoyo al gobierno de Mauricio Macri, si insiste en cumplir exclusivamente sus promesas preelectorales al capital?

¿Cómo hará, por ejemplo, Hugo Moyano, paladín en la lucha contra el neoliberalismo en los años 90, para justificar su apoyo al gobierno de Mauricio Macri, si insiste en cumplir exclusivamente sus promesas preelectorales al capital?

¿Cómo harán los dirigentes de otras fuerzas políticas que torpedearon la candidatura de Daniel Scioli, como Massa, De la Sota o Rodríguez Saá, para retener a su base social, a medida que las condiciones vayan volviéndose cada vez más desfavorables para los sectores populares? La ola de aumentos de precios y tarifas que arrasó a Córdoba luego del ballotage están haciendo reconsiderar a demasiados sobre la lucidez de la opción electoral adoptada.

¿Cómo harán los dirigentes de la UCR, prácticamente expulsados fuera de los confines de los ministerios de Nación, Ciudad y Provincia, para justificar su incorporación a Cambiemos sin obtener nada significativo a cambio, en caso de que el conflicto social se incremente? ¿La renuncia de Ernesto Sánz –promotor de Cambiemos- al Ministerio de Justicia, y su reemplazo como presidente de la UCR por el intendente santafesino José Corral, opositor en su momento de la alianza con el PRO, son simples casualidades, o la expresión de un creciente malestar al interior de la coalición vencedora? ¿Cómo debe interpretarse el Golpe de Estado que la UCR, socialistas y FPV le dieron a la designación de Juan Cruz Ávila a la Secretaría de Políticas Universitarias?

Lejos de querer ser pájaro de mal agüero, las medidas anunciadas a boca de jarro por Mauricio Macri y su gabinete parecen anticipar, en lo inmediato, un escenario conflictivo. En efecto, ¿qué índice inflacionario podrán soportar los bolsillos de los sectores más carenciados? ¿Podrá sostenerse el nivel de actividad económica con las medidas que se dispone a implementar el nuevo gobierno? ¿Cómo serán nuestras fiestas de Fin de Año, con inflación galopante, sin bonos y con impuesto a las ganancias incluso sobre el aguinaldo? ¿Se animará la nueva gestión a revisar las generosas designaciones en planta en las reparticiones públicas durante los últimos meses de la actual gestión y, en caso de ser así, cuál será su impacto político y sindical?

Esto no es un dato menor. Recordemos que, a diferencia de otros momentos de la historia nacional, la sociedad que recibe Mauricio Macri no está anestesiada, y el nivel de tolerancia no parece ser muy elevado. Una política negociadora, cauta, sin grandes cambios y con algunas correcciones de estilo garantizaría seguramente la gobernabilidad indispensable para avanzar hacia la construcción de un nuevo clima político, más democrático y contemplativo.

En síntesis, dilatar la toma de decisiones en el tiempo, hacerlo de manera consensuada y relativizando el costo social. ¿Podrán implementar una propuesta de este tipo los fervorosos lectores de las groserías cotidianas de Nik? ¿Podrán volverse democráticos los que, a pocos meses de la primera victoria presidencial de CFK, conspiraban abiertamente y denostaban a la elegida del pueblo con conceptos tales como “yegua” o “kretina”? ¿Podrá impulsar una gestión democrática un gobierno de empresarios, cuando es sabido que la democracia no tiene lugar dentro de las empresas, y cuando algunos de sus referentes mediáticos insisten en legalizar el trabajo infantil en las áreas rurales?

Así las cosas, más allá de nuestros sinceros deseos de convivencia democrática, de concertación de ideas y de políticas, de negociación y de diálogo, el escenario político parece apuntar a una radicalización de la confrontación. Frente a las políticas estatales de mercado que se entrevén en las primeras decisiones del próximo gobierno, ¿habrá espacio para un nuevo proceso de renovación peronista, en una clave democrática y participativa, con una apropiada actualización doctrinaria y redefinición de liderazgos? ¿Habrá llegado la hora de Urtubey, de Randazzo y, tal vez, de Massa?

¿O, por el contrario, una eventual radicalización del conflicto sólo apuntaría a potenciar el liderazgo de CFK? Ya lo hemos dicho más de una vez: CFK construyó a Mauricio Macri como un adversario a su medida, en el marco del proceso de fortalecimiento de su propio liderazgo hegemónico. Como contrapartida, CFK era la condición necesaria para el crecimiento exponencial del PRO. Una vez definidos los enemigos, el resto de los actores y fuerzas políticas y sociales sólo podrían alinearse a uno u otro lado de la “grieta” propiciada.

Paradójicamente, y hasta quizá en contra de su propia voluntad, CFK y Macri son las dos caras de una misma dinámica política, fogoneada desde los medios oligopólicos y también de los alineados en la vereda opuesta.

Salvo un cambio drástico en la dinámica política, CFK y Mauricio Macri se seguirán precisando mutuamente. De un lado, para exhibir el generoso inventario de logros alcanzados durante los últimos 12 años como el capital político incontestable para confrontar con las “fuerzas del mercado y la antipatria”. Del otro, para tratar de relativizar el impacto de las políticas de mercado, profundizando la demonización de la figura de Cristina, apelando al recuerdo de los tiempos de las cadenas nacionales cotidianas y el culto a la líder y a sus huestes juveniles. Paradójicamente, y hasta quizá en contra de su propia voluntad, CFK y Macri son las dos caras de una misma dinámica política, fogoneada desde los medios oligopólicos y también de los alineados en la vereda opuesta.

En este contexto, la habilidad de Macri radicaría en independizarse de la figura de CFK, alentar el cambio de las reglas del juego político, apostar sinceramente a la concertación y al acuerdo social. De ese modo ganaría en gobernabilidad, y propiciaría la declinación de su más fabulosa enemiga. Pero esa inspiración no parece ajustarse a su propio estilo. En caso contrario, la fidelidad a los mandatos del mercado terminará seguramente por ponerlo en una situación desesperante, ya que el deterioro de las condiciones sociales permitiría incrementar hasta la deificación la figura de CFK, y hasta tal vez propiciar, una hoy impensada reconciliación entre la presidenta saliente y Hugo Moyano, producto más del espanto que del amor.

Tal como nos tiene acostumbrados nuestra historia nacional, una vez más el escenario resulta apasionante para el análisis. No lo es tanto para millones de argentinos para los cuales una mínima variación en la tasa de inflación o un cambio en las políticas de empleo implicará consecuencias funestas, que se dibujan en el horizonte como una película repetida y gastada que se niega a abandonar definitivamente la cartelera.

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