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Paro, represión y monólogo frente al espejo

Ignacio Campos Jueves 6 de abril, día del tan reclamado paro nacional. Este paro, tan pedido por la clase trabajadora y los pequeños y medianos empresarios, fue contundente y deja muchos mensajes que serán, seguramente, ignorados por la administración macrista.

Paralelamente, Macri asiste a la cumbre llamada “Mini Davos”  sin la sonrisa socarrona que lo caracteriza, pero con la misma ceguera “aparente” (digo aparente  puesto que, a esta altura de su reinado, nadie puede colegir que no esté viendo lo que ocurre en el país en el cual reina) para dejar un supuesto mensaje esperanzador a los argentinos y a los inversores del mundo.

Por otra parte, un miembro del triunviro que hoy conduce la CGT reconoce que no quisieron este paro y que fue forzado por las bases, puesto que si no era convocada dicha medida se los llevarían puestos.

Macri y su gabinete en pleno pintan un escenario con una alfombra de pétalos de rosas y fondo de globos amarillos, pero con una platea absolutamente desierta.

Ni los trabajadores ni los empresarios pueden creer en las pobres arengas del ejecutivo cuando, producto de la inflación desenfrenada, la apertura indiscriminada de las importaciones y el gradual pero firme avasallamiento de los derechos conquistados, dan cuenta de que dicho escenario, en realidad, no representa otra cosa que una tragedia nacional.

El presidente habla para adentro, a su clase, a sus amigos de aquí y de allá, habla de logros y crecimiento, pero cuando los que sufren ese crecimiento ajeno osan plantear reparos pasan a ser “desestabilizadores”.

El paro de este 6 de abril es una consecuencia necesaria ante tanto atropello;  es decirle a Macri y a Vidal que no está nada bueno lo que están consiguiendo juntos, que no es precisamente juntos que se está creciendo, que sólo ellos ven cómo crecen de manera exorbitante sus cuentas aquí y en el extranjero, que cuando el pueblo se cansa hace tronar el escarmiento, que aquí lo único que ha crecido ha sido la desocupación, la deuda externa, la fuga de capitales, la venta de autos de alta gama, que la avanzada sobre los derechos de los trabajadores no puede pasar, que no estamos de acuerdo con trabajos en condiciones más “flexibles”, que no es verdad que el empleo privado ha crecido, que ha descendido notablemente el consumo de leche y de alimentos.

Como preámbulo de este paro, se sucedieron cinco marchas multitudinarias y una pobre “contramarcha”:  millones de trabajadores se manifestaron de manera contundente contra las políticas de ajuste salvaje de Cambiemos mientras que, pese a ser gobierno, ellos contaron con una marcha adicta que sólo dejó como mensaje el odio de clase, permanentemente azuzado por el “periodismo independiente”  desde los medios de comunicación, quienes, de una forma u otra, se están enriqueciendo durante este proceso político de derecha neoliberal.

Si la respuesta es la represión y no el diálogo,  entonces no es esperable una mejora en la vida de la clase trabajadora sino que, por el contrario, las medidas en uno y otro sentido tenderán a profundizarse y, finalmente, el tan declamado diálogo esgrimido por Macri y sus cruzados del neoliberalismo  tendrá su devenir en más lucha popular, dejando en claro que más que diálogo lo que aquí encontramos es un monólogo frente al espejo.

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