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Más de una década de conquistas que duelen en el norte

Una vez más, el diario Wall Street Journal nos deleita con una nota titulada “La salida de Cristina Kirchner reaviva la esperanza en Argentina” (en inglés: Kirchner’s Exit Revives Argentine Hope). A continuación, un reflexivo análisis sobre la misma.

“Pese a las tormentas económicas por delante, existe la posibilidad de que la represión se desvanezca”, escribe Mary O’Grady  en The Wall Street Journal. Palabras de alguien que ciertamente no conoce ni de cerca la realidad argentina y que nunca ha sabido vivir en una tierra sin represión, sin espionaje a mansalva a todos y cada uno de sus ciudadanos, ni impuestos desgarradores. Es muy sencillo analizar con tanta laxitud, desde lejos y con poca información. Lo grave son los miles de lectores alrededor del mundo que creen una tras otra las infamias que esta mujer pregona sobre nosotros en un medio de tanta repercusión global. El artículo no sólo está escrito con un profundo rechazo hacia las políticas de inclusión social (que tanto harían falta en el país de donde proviene la misma) y de desarrollo que se llevaron a cabo en los últimos doce años en Argentina (y que son altamente contrarias a los intereses de los dueños de la palabra de O’Grady) sino que denota, además, un oculto pero presente sesgo de xenofobia.

“Cuando los argentinos se dirijan a las urnas el 25 de octubre para elegir al nuevo presidente, será la primera vez en más de 12 años que el apellido Kirchner no aparezca en la boleta electoral. Ese hecho está generando un cauto optimismo aquí”.  Se destacó el “aquí”, porque es más que evidente que es allá, en Estados Unidos, donde se reaviva la esperanza y el optimismo por el finalización del mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Y sí, es verdad, el apellido Kirchner esta vez no estará en la boleta electoral. Una verdadera lástima para quienes tenemos memoria y sabemos apreciar y agradecerle a los Kirchner haber hecho su labor política y llevado adelante todas las políticas de inclusión y desarrollo que nos permitieron estar hoy donde estamos.

“Argentina alguna vez aspiró a tener un gobierno representativo, limitado y constreñido por la separación de poderes. Bajo los Kirchner, el país se convirtió en algo más cercano a una autocracia.” Se destacó el “limitado” porque con esta singular palabra el significado que adquiere este discurso, horrísono pero conocido por todos, toma su forma definitiva. Una vez más, se está hablando por los intereses del quien brega el nombre del diario, pero no está demás insistir con la idea de lo peligroso que es manejar la palabra a nivel global y cargarla de una materialidad de dudosa veracidad.

En la nota se ve claramente la impronta anti-popular que empapa a la periodista, pero sobre todo, el profundo temor que padecen los sectores dominantes cuando ven que un pueblo se organiza y se moviliza, poniendo el peligro los privilegios que durante tantos años han detentado.

“Es sabido que el sucesor de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner heredará un déficit fiscal insostenible, un peso colapsado y la reputación del país como un deudor moroso. Aun así, la visión de Kirchner saliendo de la Casa Rosada en diciembre está produciendo una sensación de alivio que supera cualquier potencial catástrofe. La peste bíblica, las plagas, los incendios, la sequía, las inundaciones e incluso los precios por las nubes son aterradores, pero no más que la continuación del insidioso kirchnerismo”. En efecto, lo que el diario plantea como un análisis de coyuntura política y económica no es más que la repetición de la construcción que encarnan los matutinos argentinos a diario: la idea de un país que se cae a pedazos, que “gasta” demasiado en políticas sociales, que asfixia a los empresarios y ahuyenta inversores. Ante este panorama, la “sociedad” debería exigir a gritos un nuevo mandatario que ponga las cosas en su lugar y “ordene” las cuentas. Aunque, como la historia argentina ha demostrado, muchos candidatos priorizan que los números “cierren bien” y para eso recurren al inexorable ajuste que impacta sobre los salarios, las jubilaciones, la salud y la educación pública. Pero este punto se hará mucho más explícito sobre el final de la nota.

“Néstor asumió el poder en 2003(…) Durante la siguiente década, él y su esposa forjaron el apoyo popular al fomentar el divisionismo, sembrar la envidia y el odio, defender la venganza y nutrir la dependencia. Cultivaron una cultura del miedo usando tribunales politizados y turbas en las calles.” En este fragmento, se ve claramente la impronta anti-popular que empapa a la periodista, pero sobre todo, el profundo temor que padecen los sectores dominantes cuando ven que un pueblo se organiza y se moviliza, poniendo el peligro los privilegios que durante tantos años han detentado.

“Con su poder consolidado, los Kirchner disfrutaron de un sentido de merecimiento e ignoraron las leyes.” Quizás O’ Grady debería repasar nuevamente la Constitución argentina, y allí verá que si hay algo que ha caracterizado a la era kirchnerista es la ampliación de derechos y una nueva legislación acorde a su conquista, como el nuevo Código Civil y Comercial, la ley de identidad de género, el matrimonio igualitario y demás medidas que apuntan a disminuír la brecha entre la sociedad y el Estado. Asimismo, la división de poderes se mantiene intacta. El constante ataque de un sector del Poder Judicial a la Presidenta de la Nación y su familia es una muestra clara de la “independencia” que mantiene del Poder Ejecutivo. Aunque, claro está, la periodista no se plantea cuál es la independencia de la Justicia con respecto a los sectores económicos concentrados.

El candidato del poder fáctico es uno solo y tiene nombre y apellido: Mauricio Macri. Su blindaje mediático le ha permitido extender su partido capitalino y aspirar a disputar la presidencia con Daniel Scioli.

“Si Scioli prevalece, la represión al estilo kirchnerista podría perder intensidad. Hay una buena razón por la que no sucederá esto: su candidato a vicepresidente, Carlos Zannini, es un izquierdista cercano a Fernández de Kirchner, y su hijo, Máximo Kirchner, es candidato a diputado nacional” Queda claro que los blancos más fáciles para las corporaciones mediáticas son, precisamente, los dirigentes políticos que se niegan a negociar con ellos. Carlos Zannini y Máximo Kirchner, efectivamente, son las dos figuras garantes de la continuidad del proyecto kirchnerista.

“(Macri) ha prometido levantar de inmediato los controles de capital como un paso hacia la reconstrucción de la confianza internacional. También se prevé que elimine las restricciones sobre las exportaciones y reduzca o se deshaga de los impuestos a la exportación. Todas estas serían medidas en la dirección correcta, pero es poco probable que prevengan una dolorosa crisis cambiaria. La devaluación ahora parece inevitable” El candidato del poder fáctico es uno solo y tiene nombre y apellido: Mauricio Macri. Su blindaje mediático le ha permitido extender su partido capitalino y aspirar a disputar la presidencia con Daniel Scioli. Está claro que los halagos expresados en este párrafo son la muestra de que es el hombre elegido para representar esos intereses. Sin embargo, como se puede apreciar, el apoyo no es gratuito. La condición para que siga contando con su respaldo es, nada más y nada menos que aplicar una devaluación.

“La prueba para el próximo presidente será cómo hacer malabarismos con el ajuste económico mientras restaura la credibilidad institucional y recupera una cultura de tolerancia. Algunos argentinos creen que se puede lograr, razón por la cual, mientras cierran las escotillas antes de la tormenta, se aferran a la esperanza de un futuro mejor” El ajuste económico se presenta como una medida inexorable e inevitable para recuperar el país que dejaron los Kirchner. Sin embargo, esa receta ya es conocida para los argentinos. Hace quince años, el gobierno de turno aplaudía a un economista con título extranjero y le cedía el sillón presidencial. Desde allí, el hombre consultaba con el Fondo Monetario Internacional cuáles eran los pasos a seguir. Y, como buen alumno, cumplía con todas sus órdenes. Las consecuencias son tristemente recordadas: el corralito, el hambre y la represión azotaron al pueblo argentino. Sin embargo, desde el 2003, o más precisamente, desde el mítico “No al ALCA”, la línea con los Estados Unidos se cortó de una vez y para siempre. Con estas palabras, O’Grady insiste en que volvamos a llamarlos.

A modo de conclusión, se puede decir que esta nota no representa más que una expresión de deseo de parte de las corporaciones económicas y mediáticas que se esconden bajo la figura de la periodista que redactó el artículo. Esperan con ansias la ida de Cristina Fernández de Kirchner, creyendo que los últimos doce años se borraran de un plumazo y los añorados años neoliberales volveran a la Argentina para continuar el proceso que se detuvo en 2003. Sin embargo, hacen una lectura muy sesgada de nuestro presente, pero también de nuestro pasado.

Consideran que el proceso inicia, se desarrolla, y en consecuencia, termina con el apellido Kirchner, pero ignoran que detrás de la figura presidencial hay un pueblo que ha recuperado sus derechos, su identidad, su dignidad. Hay un país que se ha reconstruído desde los cimientos, que ha avanzado, lento pero sin pausa, hacia la soberanía política y la independencia económica. Son millones los argentinos que se han empoderado y que no están dispuestos a volver atrás. Subestiman la memoria de quienes tanto han padecido y por eso, no comprenden como, después de tantos años, la gente sigue eligiendo este camino.

Cristina Fernández de Kirchner está tranquila. Sabe que se va pero no se inquieta. Su elección fue clara desde el principio: eligió el amor del pueblo frente a la caricia de los poderosos. Y eso tuvo un costo: mentiras, injurias, agresiones e insultos. Sin embago, la recompensa es mucho mayor. El 11 de diciembre entregará el bastón presidencial para pasar a ocupar un lugar trascendental en la historia argentina.

 

 

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