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El malestar en la Macri-cultura

Mariana Karaszewski No, no hay un error en el título de este artículo. El neologismo “Macri-cultura” pretende nombrar de alguna manera los matices que fue adquiriendo la cultura o la sociedad desde que Mauricio Macri asumió como presidente de la Nación. Con perdón de Freud, y tomando prestado el nombre de su conocido artículo, lo que resalta es el malestar.

Aunque desde el gobierno sigan queriendo vender el discurso de la alegría y el optimismo, cada vez son más los argentinos que comienzan a percibir que no todo es color de rosas. Ya tiene que estar por llegar a su fin el verso de “la pesada herencia”, porque los hechos demuestran a diario que aquello que quieren hacer pasar por ‘viejo’ es bien actual y es ni más ni menos que obra de los actuales gobernantes.

Aunque nos sobren las ganas de decirlo, aclaremos que, en principio, no todo es culpa de Mauricio. Desde el psicoanálisis, se plantea la existencia de un malestar inherente a toda cultura humana. Ya Freud se preguntaba por qué era tan difícil para los seres humanos alcanzar la dicha y elaboró tres conjeturas, que él denomina como las tres principales fuentes de displacer, heridas insalvables. Estas son: la fragilidad del cuerpo humano, la fuerza salvaje de la naturaleza y la insuficiencia de las normas para regular los vínculos entre los hombres, en sentido amplio.

Planteado esto, no habría nunca un estado de plenitud total. Pero sí es posible realizar acciones para lograr el máximo de bienestar posible. Y su contracara: aquellas que llevan al displacer, a la tristeza, a la depresión, al mal humor, a la agresión o a la violencia. En resumen, lo que se propone la ‘Macricultura’.

Hay vastos ejemplos para enumerar pero vamos a tomar algunos hechos recientes producto de las acciones que está llevando a cabo este gobierno, el cual supuestamente se propone lograr nuestro bienestar.

Esta semana tuvieron lugar dos episodios llamativos: en una autopista a la altura de la localidad santafesina de Roldán, volcó un camión con vacas y los vecinos las faenaron en la ruta. Luego, se retiraron a través de los campos con grandes trozos de carne cargados al hombro y ante la mirada de un gendarme.

Por otro lado, fue de público conocimiento un video que mostraba la desesperación de los comerciantes por comprar botellas de aceite en un supermercado mayorista, luego de los anuncios sobre un fuerte aumento y el posible faltante de este producto en las góndolas.

Sumado a estos dos lamentables sucesos, observamos a diario la realización de marchas en contra de las medidas adoptadas por Mauricio, las movilizaciones para frenar el tarifazo, los hechos de inseguridad, la amenaza de un paro nacional inminente, etc. Y ni hablar de los cruentos actos de represión que vienen llevando a cabo desde el Pro, que tratan de tapar cualquier tipo de protesta social.

Nada más parecido a una sociedad que va incrementando su nivel de agresividad, ¿no? Desde la óptica psicoanalítica nombrar la agresividad implica hablar de ‘lo pulsional’. Agresión consiste en una especie de fusión entre pulsión de vida y de muerte. En palabras del padre del psicoanálisis, «la pulsión de muerte del organismo vivo se defiende de la
imbricación de lo pulsional de diversas maneras, utilizando la musculatura, agrediendo, transformándola en pulsión de destrucción o agresión…» (Freud, S.).

En El malestar en la cultura Freud explica la tendencia natural a la maldad, la agresión y la crueldad que proviene del odio primordial y que tiene incidencias sociales desastrosas ya que el ser humano satisface sus deseos eludiendo interdicciones. Puede humillar, martirizar, matar, y hasta apropiarse de los bienes de otros; sin embargo, como tiene que renunciar a satisfacer plenamente esta agresividad para poder vivir en sociedad, encuentra una salida en los conflictos tribales o nacionales.

Aclaremos que agresividad no es violencia: esta última supone una presencia simbólica específica que permite una agresividad con una cierta finalidad. Hay una licencia del super-yo para ejercer una acción que es un hecho perverso en sí. Hay violencia cuando se transgrede la ley.

Queda como interrogante entonces… ¿Quién es agresivo en la sociedad que vivimos, los habitantes o los políticos?¿Quién está ejerciendo la violencia?. ¿O será que a la agresión se responde con violencia? Para pensar… ¡y reaccionar a tiempo!

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