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Los “bárbaros” de Julio gozan de buena salud

Escribe Alejandro C. Tarruella, especial para InfoBaires24

 

   Carlos Zannini ha comenzado a ser agraviado con intención de desvalorizarlo con la mira puesta en las elecciones de octubre. Bastó que fuera nominado como precandidato a vicepresidente de la Nación para que comenzaran las operaciones. Uno de los hombres de las corporaciones que salieron a desacreditarlo, fue el ex funcionario, Julio Bárbaro.

 

   Bárbaro ha tenido una mutación pronunciada luego de que perdió su lugar como funcionario oficial. Ahora, en televisión o en la radio, se expresa en un lenguaje filo-violento donde se muestra desde la negación del otro. En particular, si se trata de quienes fueron sus compañeros hasta que perdió los cargos oficiales que al parecer, sustentaban su razón de ser.

   En política, suele ocurrir, el peor enemigo es el que está más cerca. Esto parece suceder de modo parcial en la vida de Bárbaro. Ahora, al desacreditar a Zannini, un hombre por cierto recatado, sin exposición pública, que trabaja sin estridencias, lo hace con argumentos extremos y nihilistas. Parece que la vida en el kirchnerismo, si él está afuera de los honores, es algo insufrible que debe ser exterminado porque resulta poco menos que un efecto de las siete plagas de Egipto o algo por el estilo.

Demócrata cristiano en sus orígenes, reconvertido en peronista en los setenta por vía de la organización Guardia de Hierro, grupo de formación de cuadros, alcanzó el honor de ser diputado nacional por el Frejuli. Sufrió la dictadura, incluso detenciones y momentos difíciles, para emerger luego en el menemismo. Como cuadro inteligente, habituado a usar un lenguaje cercano a lo publicitario con frases que actúan como golpes de efecto (con alguna cercanía a ciertos giros impactantes de Bernardo Neustadt). «la sociedad necesita un jefe de la oposición, y ese es Macri», se relame en uno de sus slogans actuales. Para afirmarse, desmerece al otro, una práctica que tuvo efectos dolorosos en la dictadura, propia de la prosapia de servicios de inteligencia. Dice ahora en ese tono: «Resulta que la gente vota al peronismo y lo explica el chinito (Carlos) Zannini, que dicen que piensa y es un chinito, un rasputín de cuarta».

   Hay que hacer una salvedad con sus apoyos. En diciembre de 2014, Bárbaro alentó la presentación de la precandidatura a presidente de José Manuel de la Sota, en el teatro Astros por la Democracia Cristiana. Allí De la Sota presentó su libro “Quiero y puedo” que prologó Bárbaro. Días después, afirmaba a la prensa “La próxima elección se va a definir entre Massa o Macri. Cualquiera de ellos dos”. Por lo visto, sus opiniones están presididas por lo binario y sostenidas por el deseo. En abril de 2015, expresó de los otros lo que parece ser su dolor íntimo al hablar del gobierno: “La democracia les molesta porque no se quieren ir de los carguitos. Se han enamorado del poder”.

   Bárbaro tuvo honores con Menem. Fue secretario de cultura al surgir el neoliberalismo en Argentina es decir, no le hace asco a los cargos como si dijera, parafraseando a Evita: “renuncio a la lucha pero no a los honores”. Ha dicho en estas horas que Zannini es “la muerte de la política” (otro slogan) y también que su vicepresidencia es “El triunfo de lo oscuro sobre las ideas y de la obsecuencia sobre la política”, otra frase para impactar. Lo binario y lo concluyente, lo caracteriza.

Bárbaro tuvo honores con Menem. Fue secretario de cultura al surgir el neoliberalismo en Argentina es decir, no le hace asco a los cargos

   No hay elaboración de ideas en su parlamento. Se monta sobre un estado de ánimo agresivo, intolerante, y larga por capítulos sus diatribas. ¿Cuál es el límite de quiebre entre su ilusión junto al proyecto de Néstor Kirchner y su regresión de converso? La pérdida de un cargo político y con él, de una presunta trascendencia existencial de palacio. Un asunto muy viejo.

   Zannini en cambio, es un hombre de trayectoria casi natural a los años su formación y posterior ingreso al peronismo. Militó en la universidad en agrupaciones lindantes con el maoísmo y sufrió la cárcel en su juventud por sus ideas. Algo común a muchas mujeres y varones del peronismo que se forjaron en la adversidad. Común a Cristina y a Néstor, que luego de vivir aquel infierno (uno de ellos teniendo en cuenta que el último comenzó a terminar el 25 de Mayo de 2003) y dentro de él, trabajaron con ardor y sostuvieron la esperanza para iniciar el camino que permitió transformar el país. Por lo tanto, sus ataques desmedidos y desmañados, su lenguaje a lo Galtieri, sus gestos de voz cascada y sus arrebatos de impotencia, son parte de una bufa triste, sin destino.

   No es destino apañarse en los intereses de las corporaciones o ser vocero de su sentimiento trágico. Trágico porque no lograr salir del deseo imposible de restaurar el neoliberalismo y el ejercicio del poder, sin las intermediaciones y las instancias que traman una democracia y el Estado de Derecho. Para él, preocupado como los esclavistas por “lo oscuro”, todo es binario. Si viene fulano se termina zutano, este señor es tal por cual y se acabó. Así parece acercarse al dulce sentir que hace padecer el odio y no a una construcción política.

   No es posible pensar que Bárbaro construye política al expresar: “Cuando le ponen a Zannini al lado de Scioli, uno dice: ‘Viene la KGB’”; o también
“Estamos en manos de un par de sectas: La Cámpora y Carta Abierta”. En cambio se puede imaginar que quien se expresa de ese modo, pretende impresionar a alguien. Ganar el desaliento de unos pocos y gozar, en el efímero paso de una cámara y un micrófono delante suyo, no parece una razón suficiente para semejante esfuerzo. Lo triste es que Bárbaro o Pino Solanas Pacheco, se reúnen a la hora de sentir, por pura cuestión personal, el dolor de ya no ser. No porque las cosas fuesen así, sino porque para ellos ser es alistarse a palacio para regodearse en la paz presunta de los débiles honores.

   El itinerario político corre en otra cancha. Scioli – Zannini es una fórmula que expresa al proyecto de las mayorías nacionales del peronismo, el kirchnerismo, y aliados de que van del centro a la izquierda, que conforman la expresión que seguramente, en octubre, revalidará el tiempo político iniciado en 2003. Todo exabrupto tiene siempre su sombra y cuando alguien la mira, se encuentra que el valor de su posible contundencia, se diluye como si se llevara entre grises a la misma voz de los creen que negando al otro, se afirman. No. Una sombra se afirma también en el otro y a veces, se lo lleva en su nebulosa. Y presenta ciertas zonas agrisadas, lo que asusta a algunos como los oscuros y también los chinitos.

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