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Kicillof explicó la operación de dólar a futuro

El ex ministro de Economía declaró como testigo en una causa contra funcionarios por el pago del dólar a futuro. A continuación, la declaración completa de Kicillof.

Tengo el agrado de dirigirme a Ud. en mi carácter de testigo en la causa caratulada “STURZENEGGER, Federico y Bonadío Claudio s/defraudación por administración fraudulenta”. Cumplo en estas páginas con la solicitud de “pronunciarme” sobre lo manifestado por los testigos Licenciados Alfonso de Prat Gay, Aldo Rubén Pignanelli y Juan Carlos De Pablo.
En primer lugar, quiero marcar las coincidencias con sus dichos. Todos los testigos consultados sostienen -con razón- que la participación del Banco Central de la República Argentina en el mercado de dólar futuro que se está investigando configura una operatoria no sólo perfectamente legal sino que, además, es una práctica habitual de los bancos centrales de todo el planeta.
Tal como sostiene De Pablo, cuando un banco central actúa en dicho mercado lo hace con el propósito de “descomprimir la demanda presente de dólares”. Esto quiere decir que, ante la “presión” sobre el tipo de cambio, el banco central puede impedir que se produzca una devaluación actuando sobre el mercado “spot” (tipo de cambio actual) y sobre los valores pactados en el mercado “a futuro”. En el caso analizado durante el año 2015, en palabras del testigo Pignanelli, el BCRA “necesitaba operar masivamente para frenar esta corrida del dólar”.
Coincido también con los testigos cuando sostienen que el valor al que operan los bancos centrales en dicho mercado se aproxima habitualmente al valor del tipo de cambio actual (spot) más la tasa de interés en pesos[1]. Evidentemente, cuánto mayor sea la “presión” sobre el tipo de cambio que el banco central debe “descomprimir”, mayor será el volumen de las intervenciones que el banco central realice para evitar una devaluación[2].
En ese sentido, el BCRA, al decidir su intervención en el mercado del dólar, tanto actual como futuro, efectuó operaciones perfectamente ajustadas al marco legal y con un propósito claro: “descomprimir” el mercado de la divisa, es decir, evitar una devaluación o, en palabras del testigo Pignanelli, “frenar una corrida del dólar”. Operó en el mercado de futuros al precio habitual, dado por el tipo de cambio oficial más la tasa de interés. Entiendo que los tres testigos suscribirían esta afirmación.
Es importante aquí recordar que estas operaciones de administración cambiaria del BCRA se realizaban en total concordancia con el mandato legal que la Carta Orgánica le impone al BCRA. Según el Artículo 3: “El banco tiene por finalidad promover, en la medida de sus facultades y en el marco de las políticas establecidas por el gobierno nacional, la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social”. [3] Es decir, evitar una devaluación tiene justamente por objeto asegurar la estabilidad monetaria y financiera además de promover, como prosigue el mismo artículo, “el empleo y el desarrollo económico con equidad social”. En fin, evitar una devaluación fue una decisión de política del BCRA y las operaciones de dólar futuro uno de los instrumentos de los que se valió para lograrlo.
Sr. Fiscal. Como usted comprenderá, no es la primera vez en la historia de nuestra República que se producen este tipo de presiones cambiarias que cuando se intensifican son habitualmente denominadas “corridas”. Es más, el repaso de nuestra historia económica permite observar una regularidad empírica: en momentos cercanos a los procesos electorales suelen presentarse fuertes presiones sobre el tipo de cambio o incluso grandes “corridas” debidas a la incertidumbre que rodea normalmente a un cambio de gobierno. En realidad, no es la única situación de incertidumbre que mueve a un incremento de la presión cambiaria. Se observa el mismo fenómeno cuando devalúan otros países relevantes, cuándo cambian los precios internacionales, la tasa de interés de los países centrales, etc. La historia (tanto argentina como internacional) muestra también que, en algunas ocasiones, los bancos centrales han “resistido” exitosamente la “corrida”, evitando la devaluación. En otras oportunidades, han permitido que la devaluación se produzca o incluso realizado devaluaciones “controladas” por voluntad de la autoridad cambiaria. Y, por último, en otros casos, el Banco Central ha intentado evitar la “corrida cambiaria” pero ésta fue tan intensa que la devaluación se produjo de todas formas. Obviamente, si la devaluación finalmente tiene lugar, algunos agentes económicos salen ganando mientras otros pierden. Indudablemente, entre los que obtienen beneficios adicionales se encuentran aquellos que “apostaron” por la devaluación, dolarizando sus carteras (ya sea comprando dólares, activos o bienes cuyo precio está determinado por la cotización del dólar, entre ellos contratos de “dólar futuro”). De hecho, esa “apuesta” es una de las fuerzas que alimenta la corrida.
Pero cabe también recordar que en la República Argentina la experiencia ha enseñado que las fuertes devaluaciones traen gravísimas consecuencias para amplios sectores de la sociedad, aquellos que no pueden “cubrirse” de sus efectos. Es sabido que las devaluaciones en Argentina son a la vez inflacionarias y recesivas. Por eso es habitual observar en nuestra historia episodios en los que el gobierno busca evitar que la devaluación se precipite. Esto es cierto también, aunque con distintas características e intensidades, para buena parte de los países del mundo.
Ténganse en cuenta además que, obviamente, sea cual fuese el resultado de una corrida particular, la performance de un Banco Central no puede ni debe evaluarse por el impacto que tenga en su patrimonio. En un trabajo presentado en abril de 2016 por el Banco Central Europeo, se establece que “las ganancias (o pérdidas) de una Banco Central, a diferencia de una empresa privada o comercial, no es un indicador de correcto desempeño político o eficiencia operacional”. [4] Ni siquiera un patrimonio neto negativo constituye un indicador fundamental en el caso de la banca central ya que, como indica el mismo trabajo, “los bancos centrales están protegidos contra la insolvencia debido a su habilidad para crear dinero y pueden, por lo tanto, operar con patrimonio neto negativo”. En particular, lejos de registrar pérdidas, en el año 2015 el BCRA obtuvo una ganancia de $147 mil millones.[5]
Solo por citar algunos casos internacionales muy conocidos en los que el patrimonio de la autoridad monetaria fue afectado negativamente por una corrida contra la moneda. En 1992, a partir del denominado “miércoles negro”, [6] la Libra Esterlina sufrió un fuerte ataque especulativo de parte de los mercados. El Banco de Inglaterra actuó de forma decidida para sostener la cotización de la divisa e intervino con más de 27.000 millones de libras en el mercado de cambios y amenazó con subir la tasa de interés cerca de 500 puntos básicos en un solo día a fin de abortar la corrida. La sostenida presión del mercado, llevó finalmente a la devaluación de la moneda[7]. Más recientemente, durante 2015, el Banco de Suiza registró una pérdida récord de 52.000 millones de dólares[8] por sus operaciones vinculadas al mercado de cambios, luego de liberalizar el franco suizo a finales de enero de ese mismo año, en el marco de fuerte presiones de parte de los especuladores financieros.[9] Lo mismo ocurrió en Rusia durante 2014. El Banco Central de Rusia opuso resistencia a una feroz corrida ocasionada por la caída de los precios de las commodities y la inestabilidad financiera, pero finalmente debió devaluar. En 2014 debió vender 76.130 millones de dólares, tres veces más que en 2013 para sostener el valor de su moneda.
De aquí se derivan varias conclusiones. Primero, que aunque se hayan empleado cuantiosos recursos para evitar una corrida, en ningún país de los mencionados se consideró a esta actitud un delito ni se llevó adelante juicio alguno contra las autoridades del Banco Central. Sería absurdo. En segundo lugar, en muchas otras oportunidades el banco central logró evitar efectivamente la corrida y por tanto las pérdidas directas asociadas a sus intervenciones.
Cuál es la actitud que deciden adoptar las autoridades del banco central ante la presión cambiaria, claro está, es puramente una cuestión de la política económica y, como tal, un atributo de las autoridades. No es un tema justiciable.
Volvamos a Argentina. Según dos de los testigos referidos, a fines de 2015 la economía argentina se encontraba en una situación de “atraso” cambiario. Comentaré y matizaré esta afirmación más adelante. Quiero señalar, no obstante, que aquí empiezan las diferencias entre ellos. La fiscalía les pregunta a todos los testigos si tenían conocimiento de que con el cambio de autoridades se verificaría una devaluación monetaria. Pignanelli contesta afirmativamente. Sabía. De Pablo, contesta: “conocimiento no, presunción sí”. Por su parte, (y en abierta contradicción con los otros dos testigos) Prat Gay contesta que “la devaluación ya se había verificado con anterioridad […]. Repito, la devaluación ya había sucedido. Repito, mal puede evitarse algo que ya ocurrió”. Esta esotérica y discordante afirmación requiere una reflexión que también realizaré luego. En síntesis, para un testigo el tipo de cambio ya se había devaluado; para otro, con certeza se iba a devaluar; mientras que el último declara que en su caso no había certeza sino que solo existía una presunción en tal sentido.
Lo cierto es que en este punto se encuentra el nudo de la cuestión. Para los testigos De Pablo y Pignanelli, había un manifiesto “atraso” cambiario, y de esta hipótesis, dedujeron que la devaluación se iba a producir “inevitablemente”. Por lo tanto, y siempre según su punto de vista, todo accionar del Banco Central encaminado a evitar que dicha devaluación ocurriera -como es el caso de la operatoria con “dólar futuro”- era intrínsecamente ruinosa[10]. No fue ilegal, porque los bancos centrales -es una de sus funciones- normalmente actúan para regular el tipo de cambio, pero sí, según ellos, fue innecesariamente ruinosa. La dificultad que tiene acompañar el punto de vista de los testigos, es que sus premisas se inscriben en una de las más antiguas y acaloradas polémicas de la teoría y la práctica en materia de política económica, que prolijamente pasan por alto. Veamos.
Sin recurrir a complejas teorías, recordemos que desde las épocas del patrón oro en el siglo XIX y hasta bien entrado del siglo XX, o cuando después de la posguerra imperaban los regímenes de tipos de cambio fijos, se llamó “atraso cambiario” a una situación en que la moneda mundial, hoy el dólar, se encontraba “demasiado barata”. Cuando esto ocurría, los bienes importados se abarataban y los bienes nacionales se encarecían para el resto del mundo haciendo a la economía “menos competitiva”. En ese caso, se suponía que las importaciones crecerían y las exportaciones se reducirían. La manifestación de ese “atraso cambiario” debería ser el déficit comercial recurrente y la caída sostenida de las reservas. De ser así, el sistema ajustaría por sí solo, siempre y cuando ante la escasez de divisas se produjera automáticamente una devaluación.
Sin embargo, desde el inicio mismo de esta discusión, quedó en claro que la cosa no era tan sencilla. En particular, porque existen diferentes sectores dentro de una economía que son más o menos competitivos según sus características. Pero porque además existen numerosas herramientas para generar competitividad más allá de una devaluación y, entre otros motivos, porque en el mundo actual los precios internacionales no reflejan exclusivamente las competitividades “genuinas” de cada producción. Pero un motivo que impide discernir de modo inequívoco el estado de “atraso” del tipo de cambio es que los voluminosos y cambiantes flujos financieros impiden que el tipo de cambio indique exclusivamente las condiciones de competitividad de la economía real[11]. De esta manera, claramente, pueden producirse corridas cambiarias más allá de la situación de atraso o no de la moneda en términos reales. El análisis se complejiza más todavía ni bien se acepta que ciertos sectores tienen un interés económico muy determinado en que el tipo de cambio se debilite (vgr. que ocurra una devaluación), de modo que muchas veces actúan para que se efectivamente se produzca a través de sus intervenciones deliberadas en el mercado, vale decir, retaceando la oferta de dólares o bien incrementando su demanda. Entre estas actividades se incluyen también las intervenciones ante la opinión pública para instalar la idea de que existe un atraso cambiario con el propósito de empujar a amplios sectores a demandar dólares creando así (artificialmente) una corrida cambiaria. Existe vasta literatura sobre los efectos de las “profecías autocumplidas”. No corresponde detenerse en este punto, pero sí señalar que este tipo de acciones ha sido profusamente estudiado por la teoría económica[12].
Es por eso que los países administran su tipo de cambio considerando múltiples factores y en razón de sus propios objetivos de política, situación claramente contemplada por al Artículo 3 de la Carta Orgánica del BCRA. De ahí también que, recurrentemente, se sostenga que determinada economía sufre “atraso cambiario”, existiendo siempre opiniones muy dispares sobre la cuestión, según la óptica que se adopte. Con esto quiero decir que el hecho de que algunos “opinen” que hay atraso cambiario o que determinados sectores busquen provocar una devaluación para beneficiarse con ella no constituye una razón suficiente para que el gobierno de turno se vea obligado a devaluar la moneda, dadas las enormes consecuencias que esto conlleva. Esto debería ser algo obvio, y sin embargo constituye uno de los grandes embrollos de las causas sobre “dólar futuro”.
Un último comentario sobre las “manifestaciones” del presunto atraso cambiario. Teóricamente el “dólar barato” debería provocar una caída de las exportaciones y un aumento de las importaciones y así afectar el monto de las reservas. Ya mostramos que no siempre estos síntomas pueden tomarse como expresiones inequívocas del atraso cambiario. Existen numerosos factores que inciden en el volumen y el valor del comercio exterior por lo que su saldo resulta un indicador impreciso. Más aún, las reservas pueden crecer o reducirse por cuestiones meramente financieras y no reales. En el caso de Argentina durante 2015, como ocurrió en muchas otras etapas de nuestra historia económica y de la de otros países, estaban vigentes ciertas normativas que regulaban el acceso a las divisas. Como necesariamente ocurre, cuando la autoridad monetaria introduce restricciones a la compra y venta de divisas, aparecen otros mercados, usualmente conocidos como “paralelos”, con distintas cotizaciones cambiarias, involucrando instrumentos financieros más o menos sofisticadas. Ahora bien, de ahí a sostener que alguna de las cotizaciones que se presentan en los mercados cambiarios segmentados es la “principal” o la “genuina” y “verdadera” y la que en realidad “mide” con precisión el nivel de “atraso cambiario”, existe una distancia muy difícil de recorrer. Todas esas distintas cotizaciones se encuentran influidas por factores también diversos. Ninguna de ellas puede postularse con alguna certeza como el nivel “natural” del tipo de cambio, como tampoco puede captarse fácilmente el “nivel de atraso” cambiario cuando el régimen monetario no cuenta con ninguna restricción. Menos todavía puede aseverarse que el nivel de cualquiera de esos tipos cambiarios paralelos, ya sea legales (“turismo”), ilegales (“blue”), indirectos (“bolsa o contado con liqui”) mide con exactitud el nivel del presunto atraso cambiario. Es por eso que siempre existen múltiples y variadas opiniones sobre el nivel de tipo de cambio “adecuado”. Es una discusión compleja y “teórica”, influida además por la visión que cada uno tenga del programa económico adecuado que cabe aplicar en cada momento.
Es por eso que fácilmente puede concluirse que el razonamiento trivial en que reposa buena parte de la discusión sobre la intervención del BCRA en dólar futuro es completamente falaz, cuando no directamente insustancial. La cadena causal sería la siguiente: como las cotizaciones del dólar en los mercados “paralelos” era mayor a la cotización del dólar oficial al contado (o spot), existía un innegable “atraso” cambiario; por tanto, inexorablemente se iba a producir una devaluación de la moneda. Los defensores de esta estrafalaria tesis sostienen que de aquí se sigue que cualquier medida que tomara el BCRA para evitar dicha devaluación era equivocada o incluso ilegal. Más allá de la discusión sobre el atraso cambiario y su magnitud, definitivamente no hay forma de sostener que el gobierno debía sí o sí devaluar, ni a qué nivel debía hacerlo, ni cuándo sería conveniente tomar esa medida. Más todavía, no parece muy juicioso reclamar a una administración que realice una fuerte devaluación de la moneda, con todas sus consecuencias en materia de inestabilidad económica, a meses de un cambio de gobierno. Como se ve, es imposible realizar estas afirmaciones con certeza pura y simplemente porque se trata de decisiones de política económica, como atestigua toda la historia cambiaria de la Argentina y de cualquier país del globo.
Repaso dos ejemplos que remiten a esta misma problemática, ahora tomados de la historia económica del país. Primero, el “programa de convertibilidad” dispuesto el 1 de abril de 1991. Estimo que no resulta necesario citar la abundante bibliografía que sostiene, casi con unanimidad, que uno de los rasgos centrales de ese arreglo económico era el “atraso cambiario” implícito en la regla de “1 peso = 1 dólar”. Ante esa circunstancia, desde el inicio mismo del “plan”, numerosos analistas sostuvieron que “inevitablemente” se produciría, más temprano que tarde, una devaluación de la moneda. Al igual que los testigos de la causa que estamos discutiendo. Podría facilitar aquí innumerables testimonios y documentos que así lo acreditan. No hace falta para nuestros fines. Lo que sí importa señalar en que la tan anunciada y, para muchos, inevitable devaluación tuvo lugar recién el 3 de febrero del año 2002, es decir, 11 años después. ¿Cómo se sostuvo en aquel extenso período el “dólar barato”? Se trató fundamentalmente de una combinación entre la política de tasas de interés internas elevadas y una masiva afluencia de dólares a la economía nacional, lograda a través de las privatizaciones pero, fundamentalmente, mediante el masivo endeudamiento externo, que creció de manera notable en aquella etapa. En rigor, a lo largo de aquellos once años se produjeron varias “corridas cambiarias” (destaca la que estuvo vinculada al llamado “efecto tequila”, entre otras) y se verificó una fuerte “presión” continua sobre el dólar. Sin embargo, la devaluación no se produjo, pura y simplemente porque no existía voluntad política de que ocurriera. Quien aquí escribe no puede estar más lejos de defender las políticas de la década de 1990, que resultaron desastrosas para la economía nacional. Sin embargo, la referencia a la década de la convertibilidad permite dejar en claro que no es de ningún modo suficiente con que “el mercado” o “los especialistas” sostengan que el tipo de cambio se encuentra atrasado para que la devaluación efectivamente se produzca. Hace falta voluntad política y decisiones muy precisas de política económica.
Pero no hay que ir tan lejos para comprender el punto. Repasemos la historia reciente. Pocos días después de asumir el gobierno del Presidente Mauricio Macri realizó una fuerte devaluación que llevó el tipo de cambio de $9,8 por dólar el 16 de diciembre de 2015 a $13,34 al día siguiente, para luego alcanzar los $15,37 el 10 de marzo del año siguiente.
El 4 de enero de 2017 el dólar tocó un máximo de $16,08, para comenzar luego una trayectoria descendente que, en la actualidad, a 15 meses de la asunción de Macri, lo ubica en $15,17. Es decir, si se toma todo el período, la devaluación alcanzó el 55%. Pero eso no fue lo único que ocurrió en materia económica. Durante el mismo lapso de tiempo, los precios internos, según el IPC de la CABA, creció 57%, de noviembre de 2015 a marzo de 2017. Los precios crecieron más que el tipo de cambio. Es por eso que pueden citarse innumerables fuentes que sostienen que hoy, en Argentina, se verifica un notorio “atraso cambiario”.[13]
Si se adopta el criterio de los testigos de esta causa, debería sostenerse que el dólar se encuentra hoy atrasado, es decir, que su valor es “ficticio” y que, por lo mismo, necesariamente sobrevendrá una devaluación. ¿Cómo se explica esta situación? También hay un acuerdo en este punto. La responsabilidad exclusiva de que este “atraso” debe atribuirse a la política económica del gobierno de Macri. Esta política consiste, sintéticamente -y al igual que en la década de 1990- en sostener “artificialmente” elevadas tasas de interés domésticas (con un elevado y cierto impacto patrimonial para el BCRA) y al mismo tiempo asegurar una intensa afluencia de dólares a través del endeudamiento externo (fundamentalmente, del sector público). Es decir, si se aplica el mismo razonamiento que los testigos usan para 2015, podría decirse que el tipo de cambio está atrasado de forma artificial y costosa (pues hay que tomar deuda y pagar elevadísimos intereses) y que sin duda se producirá una devaluación cuando baje la tasa o se interrumpa el endeudamiento. Dado que la existencia de financiamiento externo no se puede mantener en el tiempo, la devaluación es “inevitable”. Y, sin embargo, el Gobierno emite deuda en dólares y el BCRA emite títulos como las Letras del Banco Central (LEBAC). En este sentido, dado que la política cambiaria actual depende de colocar de forma tarde o temprano “insostenible” deuda en los mercados internacionales, ¿no están las actuales autoridades comprometiendo de forma abusiva el patrimonio del sector público -el Tesoro y el BCRA- para demorar una devaluación “inevitable” incrementando de forma exponencial los costos de tal medida? Desde el punto de vista del patrimonio es costoso endeudarse como lo es pagar elevadas tasas de interés. ¿Es entonces un delito la política económica de Macri? Claramente no es una cuestión judicial, sino de política económica.
Volviendo al eje de la presente declaración, podemos decir que durante 2015 el BCRA mantuvo un determinado valor del dólar que, según algunos observadores, entre los que se encuentran dos de los testigos, se encontraba visiblemente “atrasado”. Hasta aquí la cuestión es clara. Sin embargo, si proseguimos con los hechos, se observa que el gobierno de Macri decidió provocar una fuerte devaluación. Ahora bien, indudablemente, el gobierno de Macri podría haber decidido realizar una devaluación mayor o menor, más abrupta o más gradual. Para eso dispone de los múltiples instrumentos de la política monetaria, cambiaria y financiera. Antes de que la devaluación ocurriera, los escenarios eran varios y distintos, como así también eran distintas las consecuencias de cada uno de ellos no sólo en punto a los contratos de dólar futuro, sino de todas las variables económicas del país.
Solo por citar un ejemplo, Elypsis, una reconocida consultora del mercado local, y de vínculos evidentes con la actual gestión de Mauricio Macri, estimaba en su informe mensual de agosto de 2015 (es decir, en el mismo momento que el BCRA operaba en los mercados a fin de evitar una devaluación) que un shock devaluatorio fuerte solo tenía una probabilidad de ocurrencia del 20%, mientras que con un 80% de probabilidad esperaban un tipo de cambio promedio para 2016 entre 11,9 y 12,75 $/USD (sigue un diagrama tomado de aquel informe). Ahí se analiza el abanico de alternativas de la política cambiaria con las que contaba el gobierno que iba a asumir luego de las elecciones.
Hoy sabemos que las elecciones las ganó Macri en el ballotage. Sabemos también que decidió devaluar abruptamente en los primeros meses de su gobierno. Recurrimos a un escenario “contrafáctico”, sólo para dejar en claro nuestro punto de vista. Los contratos de dólar futuro que había negociado el BCRA en 2015 se extendían hasta el mes de junio del año 2016. Si el gobierno de Macri hubiera decidido devaluar más lentamente o hacerlo más adelante, las “pérdidas” por los contratos de dólar futuro hubieran sido mucho más pequeñas, nulas o, incluso, hasta se hubiera registrado una ganancia para el BCRA. En efecto, si no se producía la pronunciada devaluación durante el primer semestre de 2016, el BCRA hubiese ganado cerca de $10.000 millones con las operaciones que había concertado de dólar futuro.
Más allá del presunto “atraso” cambiario que mencionan los testigos, el valor del dólar y el ritmo de una posible devaluación después de producirse el cambio de gobierno eran precisamente temas de discusión en el contexto de la campaña electoral. En concreto, los candidatos y sus posibles funcionarios sostuvieron en repetidas oportunidades que la devaluación no iba a producirse. Reproduzco sólo unas pocas declaraciones públicas realizadas en medios masivos de comunicación. En su visita al programa Animales Sueltos, el periodista Alejandro Fantino pregunta “¿Tu dólar va a estar a $10?” a lo que el candidato por el FPV, Daniel Scioli contesta “Va a estar a $10. Va a haber dólares disponibles” (América TV, Animales Sueltos, 12/11/2015). [14] En la edición del 17/11/2015 del diario Perfil puede leerse: “Mauricio Macri, dijo hoy «no» creer que la «devaluación sea la solución» y afirmó que «en diciembre» quiere tener un «dólar único». «No creo que la devaluación sea la solución», subrayó y afirmó que «la solución es bajar la inflación, se devalúa la moneda producto del proceso inflacionario que tiene este gobierno» (Perfil, 17/11/2015[15]). Macri también sostuvo en televisión: “no pasa por ahí la Argentina, no vamos a devaluar, es mentira de él (de Scioli)” (América TV, Intrusos en el espectáculo, 17/11/2015[16]). También, cuando el periodista Casella le preguntó “no me quedó claro, ¿no es verdad que no se va a poder comprar el aceite o que el dólar se va 15 pesos?”, Macri respondió “No es verdad que el dólar se va a ir a 15 pesos. No es verdad, no es verdad” (Canal 9, Bendita TV, 18/11/2015[17]). Hubo más declaraciones de idéntico contenido. El primer Ministro de Hacienda de Macri, De Prat Gay dijo que el dólar en el futuro se iba a ubicar “más cerca de 9,5 si hacemos las cosas bien, más cerca de 16 si al que le toca hace las cosas mal” (TN, A dos voces, 28/10/2015[18]). Por su parte, el actual Ministro del Interior, Obras Públicas y Viviendas,
Frigerio sostuvo: “No vamos a devaluar porque ya se devaluó demasiado” (Cronista Comercial, 01/12/2015[19]).
Sin embargo, como se dijo, el gobierno de Macri tomó la decisión voluntaria de política económica de producir rápidamente una fuerte devaluación de la moneda. Paradójicamente, luego de este salto en el tipo de cambio, el gobierno parece haber cambiado la orientación de su política, porque pese a acumular una fuerte inflación interna y a pesar también de la situación mundial sostuvo una cotización cercana a los $15 por dólar. En este sentido, es llamativo que no parece haber sido el rechazo al “atraso cambiario” lo que condujo al gobierno de Macri a realizar la devaluación de los primeros meses de su gobierno.
Siguen ahora algunas reflexiones con relación a la presente causa en la que se evalúa no la gestión de las autoridades del gobierno saliente sino del actual.
Evidentemente, la política económica del gobierno de Macri, por lo que se ha visto hasta hoy, pese a haber realizado tempranamente una devaluación abrupta, no tiene como objetivo evitar el “atraso cambiario”. Por el contrario, no hay quien no haya notado que, más bien, a través de la política de tasas de interés elevadas y endeudamiento externo masivo se sostiene la política inversa de sistemática apreciación del peso. Es por eso que resulta pertinente preguntarse por qué y con tal premura las autoridades forzaron una devaluación cercana al 50%, precisamente en los primeros meses de su gobierno. Porque era esa la única manera de que los dueños de los contratos de dólar futuro obtuvieran cuantiosas ganancias con su “apuesta”.
De hecho, el gobierno entrante, pese a que el entonces presidente del BCRA, Alejandro Vanoli, contaba con un mandato institucional, aprobado por el poder legislativo, que se extendía hasta el año 2019, buscó por todos los medios provocar su renuncia. Recordemos, entre muchas otras, las declaraciones del propio Mauricio Macri: “Vanoli debe renunciar” (Telam, 16/11/2015).[20] Y la presión fue efectiva. El 9/12/15 el entonces Presidente del BCRA presentó su renuncia. Esta era un paso necesario en la maniobra de abrupta y temprana devaluación que tenía planeada el grupo que acompañaba al actual Presidente Macri.
Luego se conocieron los demás hechos que obran en la causa. Altos funcionarios del área económica del gobierno de Macri participaron personalmente de las negociaciones para fijar el valor al que se cobrarían los contratos de dólar futuro. Luego, en sus puestos de gobierno, participaron también de la implementación de las medidas que llevaron a la fortísima devaluación de la moneda. En cuanto a la presente causa, para cobrar esos contratos luego de haber producido la devaluación se llevaron adelante otros trámites.
El presidente del Banco Central consultó al juez Claudio Bonadío si existía alguna medida restrictiva sobre los contratos de dólar futuro que impidieran el pago. Bonadío respondió que no, cuando según su entender dichos contratos estaban inscriptos en una maniobra que perjudicaba al Estado. Luego, Federico Sturzenegger decidió pagar contratos de dólar futuro, lo que implica que seguramente consideró que los contratos eran legales y que, por lo tanto, las denuncias sobre su ilegalidad eran inconsistentes y equivocadas.
Se supo más adelante que varios de esos funcionarios del actual gobierno eran propietarios de dichos contratos o bien formaban parte de sociedades que eran propietarias de contratos de dólar futuro.
Es decir, que lo que está en cuestión es si todas las decisiones y maniobras del gobierno de Macri desarrolladas por funcionarios que obtenían claros beneficios en los contratos de dólar futuro si se producía la devaluación estuvieron o no asociadas con ese propósito.
En conclusión, señor Fiscal, la devaluación no era “inevitable” sino que formó parte de las medidas económicas del gobierno de Macri. A contramano de lo que habían pronosticado los miembros del gobierno, uno de los efectos centrales de esa devaluación fue la formidable aceleración de los precios que se registró durante los meses siguientes[21]. Esta tasa de inflación sin dudas acicateada por la devaluación, superó durante 2016, con creces, los aumentos de los salarios formales, informales, jubilaciones y demás ingresos de los sectores populares. Fue así que se registró una fuerte reducción de los ingresos en términos reales. De ahí se siguió, naturalmente, un marcado debilitamiento de la demanda dirigida al mercado interno, lo que a su vez explica en gran medida la recesión que se desencadenó a continuación, con una caída del producto que según el INDEC fue de -2,3%, cuando el gobierno había pronosticado un crecimiento del 1%.[22] Como ya se dijo, la devaluación de 2016 no sacó a la Argentina del presunto “atraso cambiario” porque mientras la devaluación se transmitía a los precios, el gobierno adoptó una batería de medidas para evitar nuevas devaluaciones, generando, según muchos analistas, un nuevo “atraso” del tipo de cambio.
Es por eso que la presente causa cobra relevancia, porque es posible que el motivo por el cual se realizó de forma precipitada una devaluación de tamaña dimensión esté relacionado con los beneficios económicos que en la práctica obtuvieron muchos de los funcionarios que participaron de la toma de esta decisión y que, además, pusieron en práctica las medidas pertinentes.
No corresponde judicializar las decisiones de política económica sobre, por ejemplo, si es conveniente devaluar o no la moneda, por más presiones u opiniones que ronden sobre un presunto “atraso cambiario”. Lo que debe investigarse en cambio y sin lugar a dudas es la responsabilidad de los funcionarios que con la devaluación que ellos mismos implementaron se enriquecieron personalmente. Más cuando, tras forzar esa devaluación, tomaron medidas encaminadas a que el tipo de cambio se atrase nuevamente. Otro tanto debe hacerse con todos aquellos que facilitaron o permitieron la maniobra.
[1] Técnicamente el precio de futuros se calcula utilizando el precio spot más la tasa de interés doméstica. La fórmula es precio de futuro = precio spot x (1 + tasa interés local) / (1+ tasa Interés internacional). Los valores prácticamente siempre estuvieron en línea con la mencionada fórmula.
[2] Conviene en este punto realizar un comentario sobre una absurda discusión acerca de si tales operaciones son violatorias del inciso a) del artículo 18º de la Carta Orgánica del BCRA. En dicho artículo se autoriza al BCRA a “comprar y vender a precios de mercado, en operaciones de contado y a término, títulos públicos, divisas y otros activos financieros con fines de regulación monetaria, cambiaria, financiera”. Los mismos testigos sostienen que cuando el Banco Central interviene lo hace para “regular”, es decir, para elevar o reducir el precio de un activo, en este caso, los contratos de dólar futuro. De no ser así, ¿con qué finalidad actuaría en dicho mercado? La referencia en la normativa al “precio de mercado” se realiza exclusivamente para que el BCRA no compre o venda estos títulos en operaciones privadas, ocultas o poco transparentes a precios fijados a espalda del mercado. Nada de esto aplica en las operaciones de dólar futuro ya que el BCRA operó siempre en mercado regulados y de forma transparente mediante el sistema de “pantalla ciega”.
[4] ECB Occasional Paper 169, April 2016.
[5] http://www.agn.gov.ar/auditorias-en-video/banco-central. Compárese además esta ganancia con el costo que solo durante este año tendrá la política de sostener una tasa de interés elevada, también con el propósito de evitar una corrida al dólar, a través de la emisión de LEBAC del BCRA. Se estima que sólo en pago de intereses el BCRA va a insumir este año aproximadamente $185 mil millones.
[9] http://uk.businessinsider.com/switzerlands-central-bank-lost-51-billion-and-the-franc-crashed-04-2015-7 [10] Vale aquí mencionar que el hecho de que una devaluación sea considerada “inevitable” según algunas opiniones, no transforma, ni mucho menos, en ilegal a la intervención del BCRA en el mercado de futuros, ya que en ninguna parte de su carta orgánica se establece que la intervención deba ser condicional a lo que “el mercado” opine sobre la “sostenibilidad” del esquema cambiario. Por supuesto, una provisión de ese tipo carecería de todo sentido, dado que cualquier posición sobre la sostenibilidad del tipo de cambio es altamente especulativa y eminentemente política. De esta forma, carece de sentido lógico afirmar que dado que la “devaluación era inevitable” deba aceptarse que se operaba por fuera de los “precios de mercado”. En las actuaciones que aquí estamos analizando queda en claro que ni siquiera los testigos citados están de acuerdo sobre cuál era el tipo de cambio ni sobre qué iba a pasar con certeza en el futuro.
[11] Cabe aquí notar que la existencia misma de los Banco Centrales está precisamente vinculada a que las autoridades tomaron nota del carácter desestabilizador de los capitales financieros. En este sentido, se estableció la necesidad de contar con un actor institucional de peso, con el objetivo central de contrarrestar estas “fuerzas del mercado” -en particular las especulativas- y promover la estabilidad monetaria y cambiaria. En Argentina, el BCRA se fundó en 1935, justamente, luego de años de episodios de marcada inestabilidad financiera.
[12] Para el caso de las crisis cambiarias producías no por los “fundamentals” de la economía sino por profecías autocumplidas existe una inmensa familia de artículos científicos, entre ellos, por ejemplo, Obstfeld, Maurice (1986), «Rational and Self-Fulfilling Balance-of-Payments Crises”, American Economic Review 76, 72-81 y Paul Krugman (1979), «A model of balance-of-payments crises», Journal of Money, Credit, and Banking 11, 311-325..
[13] Entre las notas periodísticas menciono sólo unas pocas entre las más recientes. M. Bonelli, “El atraso del dólar complica la reactivación de la industria”, Clarín, 3/3/17; “Hay incomodidad en el BCRA por el dólar barato”, El economista, 10/2/17; Liliana Franco, “Reconoce Gobierno: tipo de cambio seguirá retrasado”, Ámbito Financiero, 14/02/17; Javier Blanco, “El dólar volvió a apreciarse en casi todo el mundo pero no deja de caer en la Argentina”, La Nación, 2/3/17.
[20] También: “Prat Gay insiste en que Vanoli se tiene que ir del Central”, MDZ Online, 25/11/15, entre muchas otras.
[21] Que este efecto iba a producirse no era ningún secreto, excepto para el testigo de esta causa Prat Gay que siendo Ministro de Hacienda afirmó en repetidas oportunidades que los precios no iban a crecer porque, contra toda evidencia, según su opinión la devaluación ya se había producido en 2015. Llegó incluso a sostener erróneamente que durante el año 2016 la inflación iba a encontrarse en el rango del 20 o 25%. Según las estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires fue prácticamente el doble: 41%. Ver, entre otras, “Prat Gay estimó para 2016 una inflación del 20 o 25%», TELAM, 4/1/16. El propio FMI indicó el error del entonces ministro, al indicar en su revisión del Art. IV que los precios en Argentina se ajustaban a la cotización oficial (“the adjustments in the official exchange rate tended to give rise to large spikes in inflation. Correspondingly, the official exchange rate tends to carry most of the information content”, http://www.imf.org/external/pubs/cat/longres.aspx?sk=44387.0).
[22] “Prat Gay prevé un crecimiento del PBI de entre 0,5% y 1% para 2016”, Ámbito Financiero, 14/1/16.
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