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Golpe a Dilma, acoso a Cristina: los dueños del poder marcan el límite

Desde la cima del poder institucional de sus respectivos países, Dilma Rousseff y Cristina Fernández redistribuyeron ingresos en favor de los trabajadores. Los representantes del poder fáctico les fijaron un límite. Esas políticas inclusivas exceden lo que el sistema puede tolerar.

Escribe Claudio Siniscalco, especial para InfoBaires24

La principal acusación por la que el Congreso brasileño está por iniciarle un juicio político a Dilma Rousseff, que podría terminar con su destitución, es la de haber violado normas fiscales, “maquillando” el déficit presupuestario.
El pedido de “impeachment” llegó al Parlamento en octubre de 2015, con la firma de tres juristas. Uno de ellos, Hélio Bicudo, de 93 años, fue fundador del Partido de los Trabajadores (PT), precisamente el que llevó al poder al obrero metalúrgico y luego sindicalista Luiz Inácio Lula da Silva, antecesor de Dilma y quien sacó de la pobreza a unos 30 millones de brasileños. Bicudo señaló que la presidente ejecutó una serie de actos “en el sentido de violar la legislación respecto a la salud fiscal del país, dando la impresión de que todo estaba bien”.

La denuncia se refiere a lo que en Brasil se denominan “pedaladas fiscales”: usar fondos de bancos públicos para financiar programas de gobierno y poder exhibir un cierto equilibrio entre ingresos y gastos. Hay que aclarar que esas maniobras contables fueron utilizadas por gobiernos anteriores. Y si hablamos de “contabilidad creativa”, en nuestro país el ministro Prat Gay, uno de los principales exponentes de esa disciplina, alteró groseramente los números del déficit fiscal atribuido a la gestión del kirchnerismo, entre otras falsedades. ¿Alcanza para un juicio político?

Dilma rechaza los cargos en su contra. Sus defensores en el Congreso niegan que los actos denunciados hayan sido firmados por ella, y afirman que los opositores a la presidente buscan la forma de terminar con su mandato desde que fue reelecta. Y hasta cuenta con el apoyo de Luis Almagro, secretario general de la OEA, quien subrayó que no hay una acusación “bien fundada” contra Rousseff.

Pero mientras quieren destituir a Dilma por maniobras contables que no implican actos de corrupción, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, uno de sus máximos enemigos e impulsor del proceso, corre el riesgo de perder su cargo ante el Consejo de Ética por haberle mentido a la comisión parlamentaria que investiga el escándalo de Petrobras, ante la cual negó tener cuentas en el exterior.

Lo que resulta más que evidente a esta altura es que los casos de corrupción se inventan, se ocultan, se exageran o se minimizan de acuerdo con el interés de los dueños del poder real.

Según la Fiscalía, en esas cuentas se habrían movido alrededor de siete millones de dólares procedentes de sobornos pagados por empresas que consiguieron importantes contratos con la petrolera. En los ya famosos “Papeles de Panamá” aparece el nombre de Cunha.

Si bien la gestión de Dilma Rousseff no está siendo todo lo exitosa que fue la de Lula (en parte por un escenario internacional menos favorable), ella continúa la misma línea en cuanto al desarrollo social y la reducción de la desigualdad. De hecho, Dilma fue una protagonista central del gobierno de Lula. Primero como ministra de Energía y luego como jefa de Gabinete, impulsó varios programas dirigidos a reducir la enorme desigualdad imperante en Brasil. “Luz para todos”, “Programa de aceleración del crecimiento”, “Mi casa, mi vida”, entre otros.

En octubre de 2010, al día siguiente de ser electa presidente, Dilma abandonó la tradición con la que habían cumplido todos los presidentes anteriores: que la primera entrevista con la prensa debía realizarse con la poderosa Red Globo, el principal grupo de medios del país. Ella optó por la Red Record, que envió para entrevistarla a dos mujeres periodistas. Un desplante que nunca le perdonarían.

Los casos de corrupción vinculados con los sobornos de Petrobras todavía no la afectaron en forma directa. Pero mientras esperan que eso suceda, quieren destituirla por una “desprolijidad contable”. Los casos de corrupción que le adjudican al kirchnerismo todavía no afectaron a CFK. Pero mientras esperan que eso suceda, la citan a declarar por la aplicación de un instrumento de política económica que todos opinan que no es judicializable.

La corrupción existe. En Brasil, en la Argentina y en el mundo. Y debe ser investigada y condenada. Pero lo que resulta más que evidente a esta altura es que los casos de corrupción se inventan, se ocultan, se exageran o se minimizan de acuerdo con el interés de los dueños del poder real.

Y a ellos no les molesta la corrupción. De hecho la practican todos los días, aunque sus delitos no aparecen en los medios hegemónicos. Lo único que les molesta en serio es perder privilegios y que los trabajadores ganen derechos. Todo lo demás es negociable.

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