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Desde la cárcel te escribo

Por Tali Goldman y Sebastián Ortega

 

Milagro Sala cumple 500 días detenida y espera por una definición de la Corte Suprema que la libere o la mantenga en la cárcel. En sus días y noches de encierro la líder de la Tupac Amaru escribe: cartas de amor, poemas, capítulos de un futuro libro.

Anfibia accedió a los textos que Milagro escribe desde el penal de Alto Comedero y que sus compañeros y visitas le llevan a Raúl Noro, su marido.

“Vos tenés que tener una respuesta, querido amor. Porque quien te escribe no tiene ningún camino que la muerte para poder liberarme, ya pasaron casi ocho meses de mi prisión y no veo ninguna lucecita de esperanza, mi vida”.

 

Es una noche de septiembre de 2016 y Milagro Sala no puede dormir. En la celda que comparte junto a otra detenida en el penal de mujeres de Alto Comedero, en las afueras de San Salvador de Jujuy, la líder de la Tupac Amaru toma mates y escribe. Con una caligrafía casi infantil y en mayúsculas, le dedica una carta al gran amor de su vida, su gordito, su poeta, su cielito, su marido, su amante, su compañero, Raúl Noro.

 

Hasta el 16 de enero de 2016, cuando un grupo de policías encabezados por el ministro de Seguridad jujeño, Ekel Meyer, la detuvo en su casa, Milagro no tenía tiempo para la lectura y la escritura. Dedicaba todas las horas de su día a la Tupac Amaru, un movimiento social que solo en Jujuy empleaba a 4.600 personas y construyó ocho mil viviendas, cuatro escuelas y centros de salud y recreación. Ahora, en el encierro -sobre todo por las noches, cuando la ataca el insomnio- Milagro lee libros y diarios que le llevan las visitas. También escribe poemas, capítulos de un futuro libro y cartas para Raúl en hojas tamaño oficio que los compañeros que hacen de mensajeros doblan en pequeños cuadraditos para sacar del penal.

El 21 de julio de 1994, cuando volvían de la marcha por la Noche del Apagón, aquella semana de 1976 en la que un corte programado de luz en el ingenio Ledesma, del empresario Pedro Blaquier, facilitó la desaparición de cientos de empleados, el entonces corresponsal del diario La Nación y el diario local La Gaceta, Raúl Noro, le confesó a Milagro que estaba enamorado de ella.

Él era un periodista jujeño cincuentón que cubría las manifestaciones de los sindicatos y movimientos sociales en la Jujuy de los ‘90. Como secretaria Gremial de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado), ella encabezaba las marchas. Tenía treinta y pico, se enfrentaba con la policía, lideraba acampes y escraches, tiraba piedras, quemaba gomas y pasaba hambre, como el resto de sus compañeros. Noro sentía una “atracción inexplicable” por esa mujer que comenzaba a perfilarse como líder social.

Milagro se sorprendió ante la declaración de amor. Le dijo que esa historia era imposible, que pertenecían a mundos diferentes: él era un “gringo” de “clase alta” y ella no podía estar con alguien así. En Jujuy, las clases sociales no se cruzan y se diferencian hasta por el color de piel. “Luego insistí. Ella aceptó. Y comenzamos una hermosa relación que se consolidó con la creación de la Tupac Amaru”, recuerda Raúl.

 

Veintitrés años después de esa declaración de amor, una comitiva de dirigentes políticos y sociales viajó a Jujuy para visitar a Milagro y participar de la movilización por el 40 aniversario de la Noche del Apagón. Ella estaba angustiada. Hacía una semana que Raúl estaba detenido en el Hospital Pablo Soria acusado de asociación ilícita y fraude al Estado.

Desde que Gerardo Morales ganó las elecciones en la provincia, a fines de 2015, ella supo que el radicalismo movería todas sus fichas con un único objetivo: meterla presa. Pero nunca imaginó que en esa jugada caería también su marido.

 

“Ese viernes que me llevaron a verte al hospital te confieso que fui muy nerviosa no estaba nada bien. Pero cuando te vi me volvió el alma al cuerpo. Te vi bien tranquilo cariñoso como sos conmigo vos no sabés la fuerza que me pasaste, me gustó verte bien, mi vida, mi amor, a pesar de lo que estás pasando. Te vi como siempre dándome fuerza como de costumbre. Me gustaría decirte muchas cosas bonitas pero no me sale te estoy escribiendo con muchos nervios, mi vida. Ese día que estaba en el hospital vos me acariciabas con tus manos suaves por mi cara que bien me sentía mi vida sentir tus manos suaves y calentitas, sentir tu respiración en mi cuerpo. El aroma de vos es algo muy hermoso. (…) Y pensar que quien te tenía que dar fuerzas era yo pero fue todo al revés (…) Vos sos mi marido, amante, mi compañero. Sos todo para mi. Es algo grande que no tiene dimensión que no se puede medir en la vida de lo grande que es este amor que siento por vos. Te amo mi vida”.

Las 200 personas que estaban en el jardín del salón a las afueras de San Salvador de Jujuy aplaudieron el beso entre los flamantes esposos, mientras les tiraban pétalos blancos de margaritas. La novia vestía pantalón violeta, camisa florida y campera de cuero negra. El novio, traje, camisa blanca y corbata violeta. Era viernes 12 de septiembre de 2013. Entre los invitados estaban los padres adoptivos de Milagro, sus hijos, los hijos de Raúl, otros familiares, amigos y los compañeros más íntimos de la Tupac. Las mujeres de la organización se encargaron de la comida, la música, el baile y la torta decorada con dos muñequitos de mazapán idénticos a los protagonistas. El ramo lo agarró Guillermina, la hija de Raúl.

 

Querido Raúl Cómo estás mi amor yo sigo preguntándome por qué tengo que pagar deuda de nuestros antepasados errores que no he cometido (…) Te acordás que yo una vez te dije que no quería que me pase como el “Che Guevara” o ni lo que le pasó a Tupac Amaru que los mataron que yo no quería terminar así, te acordás que esto te lo dije hace un año.

En el barrio del Alto Comedero o el “cantri”, como reza el cartel de la entrada, hay un lugar sagrado: es el templo del Kalasasaya, una réplica del que se encuentra en Tiwanaku, Bolivia. Es un lugar elevado en donde se realizan todas las festividades de los pueblos originarios, el preferido de la Flaca. Desde ahí se ve la inmensa pileta, hoy vacía y rota, donde miles de pibes disfrutaban de las altas temperaturas del verano jujeño.

El último sábado 22 de abril Raúl cumplió 74 años y lo festejaron en el quincho del penal. Como en cualquier fiesta de cumpleaños llevaron torta, gaseosas y soplaron las velitas. El festejo fue doble: también cumplía años el nieto de Milagro. Antes de que terminara el horario de visita, a las seis de la tarde, ella le entregó a su marido una carta que había escrito la noche anterior:

 

“Para el gran amor de mi vida querido Raúl: ¡Feliz cumpleaños mi amor! (…)

Hay días que pareciera que se acerca una derrota. Pero viene a mi mente, tu sonrisa, recuerdo tus palabras y mi energía sube a mil (…) Sé que falta poco, sé que pronto estaré a tu lado para que me mimes, para que me protejas, para que me cuides, para que me atiendas como nadie en este mundo podría hacerlo (…) Perdón por los errores cometidos y por los que vendrán. Gracias por todo. Por lo que fue por lo que es y por lo que falta que sea (…) Asumamos los errores, aprendamos de las experiencias, cicatricemos las heridas. Disfrutemos de la vida. Te amo, te recontra amo mi vida. Tu esposa Mila”.

Fuente:http://www.revistaanfibia.com/cronica/desde-carcel-escribo/

 

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