OpiniónPrincipales

El deber ser del peronismo

Y dejo rodar la bola
que algún día
se ha de parar;
tiene el gaucho que aguantar
hasta que lo trague el oyo,
o hasta que venga algún criollo
en esta tierra a mandar.
Martín Fierro

Escribe Leonardo Kosoy, Secretario General de la Agrupación «Los Pasos Previos»

Al peronismo se le plantea la necesidad ineludible de explicar claramente un proyecto ideológico, pues sin ese marco referencial se cae en una crisis de identidad que posibilita que sectores y personajes de muy distinto signo digan que son peronistas y hasta tengan a la mano una justificación doctrinaria de su opción justicialista.

Para resolver esto, cabe preguntarse: ¿Qué queremos los peronistas? Fundamentalmente predicamos la tercera posición, a partir de entender a la misma como la justa síntesis entre el individualismo liberal y el colectivismo socialista, enmarcados en nuestra concepción cristiana de la vida.

“No hay nuevas consignas, no hay nuevos rótulos para nuestro Movimiento. Somos lo que las veinte verdades dicen”, dijo Perón en el discurso del 21 de junio de 1973.

La gran tarea de la hora es la de la precisión doctrinaria. Encontrar las aristas ideológicas que nos diferencien claramente de aquello que no queremos ser.

El peronismo nace ante todo como producto de la movilización popular (17 de octubre del ’45). Es imposible hacer política en nombre del peronismo si no es con la gente, desde la gente (siempre busca el consenso de las mayorías, su captación, organización y movilización). La clave está en la organización. A Perón lo desvela la organización y la primera experiencia peronista de gobierno es una experiencia movimientista. En ella, la organización del movimiento es paralela a la organización del proyecto de nación.

Perón quiere un proyecto de nación independiente, antiimperialista. Ese proyecto tiene como base al pueblo organizado para lograr una nación organizada.

Aquí aparece uno de los conceptos básicos con que cuenta el peronismo en su nivel organizativo, que es el de las “organizaciones libres del pueblo”. Son fundamentales para lograr tal fin, las unidades básicas, el debate, el proyecto ideológico. Es imposible tener capacidad movilizadora, si no se tiene una organización barrial, fabril, estudiantil, empresarial, etc.

En este punto nos preguntamos: ¿Qué es el movimiento, entonces? Es esta gran obra que abarca la organización de la sociedad y que Perón llamó la “Comunidad Organizada”.

El peronismo no se propone organizar a un solo sector de la sociedad. No cree que la clase obrera sea la que tenga la misión histórica de destruir al capitalismo dependiente (sin pretender negar su rol como columna vertebral de la Revolución Nacional), ni que la solución se encuentre en una estructura partidaria (a este aspecto Perón nunca le dio importancia).

Porque tenemos una concepción política de organización de las mayorías que supera al clasismo y al partidismo liberal, el peronismo habla del pueblo como actor principal, asumiendo las contradicciones internas de la Nación.
La contradicción proletariado- burguesía es una contradicción secundaria en los países dependientes. La contradicción principal es la de imperio-nación.

El pueblo es el que se opone al imperio (la mayoría de los ciudadanos políticamente organizados en una estructura movimientista es la que supera los limites del clasismo y no al revés).

La clave para entender como el peronismo hace política y que la desarrolla paralelamente a su proyecto ideológico, está en entender que lo fundamental es el movimiento, porque es la organización de la comunidad. Es la confluencia de las “organizaciones libres del pueblo”, que no sin contradicciones, armonizan y logran la unidad nacional. La unidad de los que se nuclean para la defensa de los intereses nacionales. Porque para el peronismo hay pueblo y antipueblo, patria y antipatria.

Entonces hoy, como ayer, el modo peronista de hacer política, es hacerla con nuestro pueblo.

Cooke decía: “Nosotros no somos caballeros, somos peronistas”, dejando claro que nuestra política es la búsqueda del consenso y no un acuerdo de dos, entre cuatro paredes y de espaldas a la gente.

El pueblo es el sujeto de la historia y el modo de hacer política del peronismo es un modo no elitista y profundamente democrático. No somos caballeros que elegimos a los que nos representan y nos volvemos a nuestra casa. El peronismo no se va a casa. Tenemos que hacer política a través de la organización de las mayorías nacionales y es por eso que en la practica debemos darnos una estructura movimientista de organización, que construya en todo el país las “organizaciones libres del pueblo”. Es en ellas donde el pueblo debate los grandes problemas nacionales y delibera y gobierna si es necesario (ya lo vienen demostrando en estos meses de gobierno neoliberal la resistencia de los clubes de barrio contra los tarifazos, lo mismo que las incipientes protestas gremiales que, a lo largo de nuestro país, se comienzan a manifestar y que mas temprano que tarde, obligarán a las conducciones a ponerse a la cabeza, a riesgo de perderlas). Es allí, donde el pueblo acerca a sus representantes sus verdaderos anhelos, sueños y necesidades. Nos preguntamos: ¿Qué es lo que van a discutir nuestros representantes en el parlamento o en los concejos deliberantes, si están aislados de las organizaciones populares, de las bases? ¿Encontrarán las respuestas leyendo los diarios o mirando televisión?

Es fundamental la organización democrática parlamentaria, de los tres poderes; pero eso no sirve de nada si no va acompañado de la democracia de base, de la verdadera.

No hay política sin la organización y la participación del pueblo. Luego del 22 de noviembre pasado, no debemos seguir flagelándonos o siendo autocomplacientes o aún peor, creyendo que perdimos por hacer las cosas bien. Hay muchas cosas mal resueltas de las que somos responsables y tenemos la obligación de analizarlas.

No podemos reprochar nada a quien se haya apartado de un espacio que no hizo su autocrítica luego de una derrota, ni etiquetar a nadie de traidor o leal cuando el eje de autoridad está roto y no hay conducción en la práctica diaria.

Necesitamos del debate honesto y sincero, sin sectarismos adolescentes ni bronces autoproclamados, pero digamos claramente qué cosa somos y qué queremos ser. No nos conformemos con afirmar que el pueblo no nos votó porque no tiene conciencia de clase, o porque tienen mala memoria y son desagradecidos. El cansancio y el hastío son dos sentimientos legítimos y nosotros los provocamos en un sector amplio de la comunidad.

Es en este momento de nuestra historia como nación, absolutamente imprescindible, la formación de un frente nacional, que no es otra cosa que la formación de un frente donde confluyan todos los sectores sociales y políticos objetivamente enfrentados al imperialismo (aún cuando esas líneas o sectores tengan una concepción estratégicamente divergentes, si su concepción táctica y sus necesidades son coincidentes en esta coyuntura, es fundamental que se consolide ese frente).

Es en esta instancia donde tendríamos que redefinir que significa amigo y enemigo. No es mi enemigo quien piensa distinto que yo, el que tiene otra religión, otro color de piel, el rico o el pobre; sino únicamente aquel que no permite que yo exista. En consecuencia, amigo es quien no participa de esa posición. Nuestra política debe ser el arte de definir quienes son nuestros amigos y nuestros enemigos y construir a partir de allí.

Debemos identificar cuál es el enemigo, con quién vamos a hacer la unidad nacional y preguntarnos: ¿Todos vamos a hacer la unidad nacional?

Para encontrar las respuestas hay que rescatar el concepto de Perón de pueblo y antipueblo, de patria y antipatria y fundamentalmente tenemos que rechazar el concepto de unidad nacional donde todos los gatos son pardos.

No todos los argentinos están a favor de los intereses nacionales y la unidad nacional la vamos a hacer con los sectores que se movilicen políticamente a favor de esos intereses. Entonces primero debemos ponernos de acuerdo en cuales son esos intereses nacionales y paralelamente darnos una organización política (movimientista), que nos permita conquistarlos y defenderlos.

Seamos bien claros: lo único que tenemos para realizar la Revolución Nacional y lograr la Segunda y definitiva Independencia es la política, por eso tenemos que partir de las organizaciones políticas y la política es, ante todo, el poder de decir no.

Entonces hagamos política como peronistas, entendiendo ante todo que “Perón vive actualizándose y no puede ser negado; o es obedecido o es falsificado” (Alberto Barriaga).

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