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Caso CCK: El cambio también es cultural

Flavio Bonanno

El “cambio” es también cultural, o no es cambio. Más allá de las indiscutibles transformaciones políticas en los últimos dos meses de gabinete “PRO” (principalmente en materia económica), asistimos como sociedad a una resignificación constante de discursos y expresiones públicas, que apela más a la vacuidad que a la confrontación democrática de conceptos y modelos; una bajada de línea general desde el nuevo Gobierno que pretende “desideologizar” en pos de cerrar una “grieta” inexorable en el pensar, y actuar, de todos los argentinos.

En ese sentido, las nuevas gestiones en cultura y medios públicos, manifiestan en testimonios, medidas y disposiciones, este propósito de “vaciar de contenido” todo aquello que no se pueda deshacer o cerrar. Y desde una perspectiva personal, creo que el ejemplo más pertinente para revelar esta tendencia es el caso del Centro Cultural Kirchner, al ateneo más grande de Latinoamérica que, desde principios de año y bajo la administración del Titular de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, se halla cerrado al público, en aparente desmantelamiento y con una cifra de trabajadores despedidos que oscila los 600 casos según declaraciones oficiales.

Pero como de información y especulaciones al respecto tenía de sobra, quise ponerme en contacto con algún protagonista del cambio de administración en el CCK y de las sucesivas medidas. Luego de ir de número en número, finalmente pude ubicar telefónicamente a Hernán Granovsky, gestor cultural despedido, quien fuera referente en asamblea de trabajadores y electo “delegado normalizador” por ATE, pese al no reconocimiento de la nueva gestión, a partir de la situación de cierre y cesanteos.

“Somos víctimas, nos acusaron de todo sin saber quiénes éramos y qué hacíamos” sostiene de entrada Hernán. Se ubica en su rol de representante de los trabajadores y, en función de esos intereses, aclara que no sabían “si lo que denuncian de la gestión anterior es cierto o no”, pero que, para el caso, ellos no tenían “nada que ver”. En ese sentido, refuta las referidas acusaciones de “ñoquis” y “militantes” a él y a sus compañeros, destacando la labor realizada por los trabajadores hasta el día de la fecha: “Llevamos a cabo el centro cultural más grande de Latinoamérica, y estamos orgullosos de eso”, enfatiza el delegado.

Llevamos a cabo el centro cultural más grande de Latinoamérica, y estamos orgullosos de eso

Granovsky hace hincapié en el hecho de que, habiendo sido despedido, solo puede contarme sobre lo sucedido hasta donde él sabe. Me relata como a mediados del mes de septiembre del año pasado comenzaron a convocarse asambleas de los trabajadores del Centro Cultural Kirchner, con motivo de organizarse ante la “incertidumbre” en el cambio de gestión. Me cuenta que a partir del 10 de diciembre trabajaron con normalidad hasta fin del año pasado, aunque cuando asistieron a su puesto laboral a partir del primero de enero hallaron las puertas cerradas para su ingreso, y una lista extensa de nombres que ya no tendrían espacio dentro del organismo. Señaló que tanto UPCN como ATE (en su caso) designaron en votación “delegados normalizadores”, pero que no fueron reconocidos por las autoridades, quienes salvo “reuniones informales”, no los recibieron para “charlar”.

“Lombardi habla de 600, pero nosotros manejamos una lista con 454 compañeros que no pudieron ingresar cuando se presentaron a trabajar” explica el sindicalista, a lo que agrega que “algunos arreglaron” y que otros “fueron consiguiendo un nuevo trabajo”. Cuando le pregunto sobre cuál era la situación actual del CCK, me aclara que en el edificio funcionan oficinas y dependencias del Estado, por lo que únicamente está “cerrado para el público”. Hernán marca la contradicción al sugerir que “no cumplieron con la fecha de reapertura, según dicen, por problemas de habilitación, pero lo abrieron para un evento protocolar (recibimiento al presidente francés François Hollande)”.

“Desmontaron algunas exposiciones y salones”, me revela el delegado, señalando para ejemplificar el caso de la sala dedicada al ex presidente que da nombre al lugar, Néstor Carlos Kirchner, la cual ha sido remodelada para convertirse, en tiempo indefinido, en una sala homenaje a todos los presidentes de la Nación; al respecto, por el momento, no se ha hecho ni dicho nada más. No obstante, hay otro dato significativo que me brinda el entrevistado al contarme que “hay salones que ahora funcionan como oficina”. Y pese a que él no esté completamente de acuerdo con el concepto de “vaciamiento”, yo pienso que no hay otro ícono que revele de mejor manera este proceso que el de un espacio cultural devenido en oficina burocrática.

Lombardi habla de 600, pero nosotros manejamos una lista con 454 compañeros que no pudieron ingresar cuando se presentaron a trabajar

Hernán Granovsky está convencido de que hay cuestiones como “el fútbol para todos”, el “CCK” o “Paka Paka”, que la nueva gestión cerraría sino fuera por el impacto en la opinión pública, que en gran parte gusta de estos contenidos. Sin embargo, aclara que “dejan la marca” y “le quitan el contenido”. “Echaron personas que vienen llevando políticas terriotoriales a partir de estos espacios”, denuncia. Además, comenta algunos de los cambios que vendrían a proponer los acturales administradores: “Lógica de mercado”, “algunas actividades y visitas guiadas” y trabajos realizados por “productoras privadas, como en el caso de La Usina del Arte en Capital”.

Cuando comenzamos a despedirnos, después de unos minutos de conversación, Hernán sostiene sus motivos para la “lucha”, pero me aclara que la nueva gestión “hace lo que quiere”, aunque piensa que “posiblemente un grupo reducido de trabajadores se reincorpore”. Yo le expreso mi apoyo para con la causa, y le comento que lamento verlos “presos” de la situación. Granovsky no coincide en el termino que verbalizé para apreciar su momento, e insiste en que a esta altura, y por como se fueron dando las cosas entre una y otra gestión, los trabajadores ya son “víctimas” en estas circunstancias.

Ni bien corto la comunicación, me enciendo uno de esos puchos de resignación. Y mientras fumo, comprendo, con pesar, que entre aciertos y desaciertos, de una y otra gestión, las “víctimas” en estos “cambios”, y que ya casi nunca salimos en los diarios, somos los trabajadores. Trabajadores como los del CCK, cuyas tareas y expresiones discursivas, como las de la mayoría de los argentinos asalariados, serán las primeras en perder significado en el contexto “desideologizado” que propone el equipo “Cambiemos”. Una muy paradójica manera de “cerrar la grieta” cultural.

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